Alejandro Klappenbach - Especial para LG Deportiva
La historia de Juan Martín Del Potro en el presente US Open agregó ayer un nuevo capítulo y, a la altura de los cuartos de final, nadie puede asegurar que el partido de mañana ante Stanilas Wawrinka vaya a ser el último. El triunfo sobre Dominik Thiem por 6-3, 3-2 y abandono tuvo en el problema en la rodilla derecha del austríaco el motivo de la rápida resolución. Aunque también dejó razones tenísticas que sustentan la diferencia parcial.
Tras algunas dudas iniciales por las que e perdió el saque y quedó 1-3, el tandilense fue otra vez alguien absolutamente decidido a llevar a la máxima expresión la combinación de potencia y valentía que tiene en sus golpes. Por un lado, cuesta encontrar alguien que pueda pegarle tan duro a la pelota; por el otro, nunca en su carrera se lo había visto arriesgar tanto en sus impactos como lo está haciendo en esta parte de 2016. Mientras el porcentaje de acierto de saque y drive sea el que viene sosteniendo desde los Juegos Olímpicos, quedarán neutralizadas las licencias que el revés aún concede a sus rivales. Y si el punto flojo se disimula, cuesta encontrar dónde está el techo de su juego. Desde lo estadístico debe destacarse que su anterior presencia entre los mejores 8 de algún Grand Slam fue hace más de 3 años, en Wimbledon 2013, y que los triunfos en Nueva York le devolverán un lugar entre los 65 mejores del ranking mundial.
La prudencia es un buen elemento para enfrentar las explosiones competitivas de los deportistas. Detrás de una aparición de resultados favorables infrecuentes siempre vale preguntarse si el protagonista tiene la capacidad mental para situarse en un escenario depotivo, social y económico, que cambia a la velocidad de la luz. El caso Del Potro es una excepción: sus resultados pueden generar casi la misma sorpresa de una “primera vez” pero él es un campeón probado que, con aciertos y errores, pasó anteriormente la fase de adaptación de todo aquel que se convierte en estrella. Él ya demostró que no tiene miedo a ganar. Y está listo para hacerlo otra vez.
Vale la cautela para ir día a día, partido a partido. Y, al mismo tiempo, vale dejarse llevar por una esperanza fundada y concreta: a base de resultados y rendimiento, Del Potro se ha ganado el derecho a no despertar de este sorprendente sueño de volver a ser quien fue.