11 Septiembre 2016
En estos nueve meses, el Gobierno tomó medidas para normalizar la economía, pero aún quedan problemas estructurales por resolver. Lo que hizo fue quitar lo obstáculos que dejó el kirchnerismo como el cepo cambiario. Además, firmó un acuerdo con los acreedores externos de la deuda, lo cual permitió que el país regrese al mercado internacional de capitales. Otra medida positiva fue la quita de las retenciones (a las exportaciones de granos), lo que ayudará a las economías regionales y a recomponer las reservas en dólares del Banco Central. Pese a esto, siguen sin resolución los problemas de fondo como la presión impositiva y el gasto público. Con un déficit fiscal que ronda entre el 7% y el 8% del Producto Bruto Interno (PBI), más los recursos que pierde el Banco Central por las tasas de las Lebac, el déficit fiscal podría estar en torno al 9% del PBI. Con este diagnóstico es muy difícil poner en orden las cuentas públicas y la economía.
El incremento del endeudamiento, en el que incurre el Gobierno por estos días, no parece ser una estrategia que funcione a largo plazo. Si el Estado se endeuda en dólares, y necesita pesos para cubrir sus obligaciones, lo hace es cambiarlos en el Banco Central para emitir esos pesos, o vende los dólares en el mercado cambiario para reducir el tipo de cambio, lo cual complica el escenario para el sector exportador. No es una opción para aplicar como política pública. La esperada reforma fiscal implica, ante todo, cambiar ciertos valores que imperan en la sociedad. No se puede aceptar que todos quieran vivir a costa del trabajo ajeno, o que el Estado les regale una casa y que los mantenga. Lo mismo vale para los empresarios que exigen subsidios. El Gobierno no va a cambiar estos valores de un día para otro, pero debe empezar a introducir un discurso en esa dirección.
El incremento del endeudamiento, en el que incurre el Gobierno por estos días, no parece ser una estrategia que funcione a largo plazo. Si el Estado se endeuda en dólares, y necesita pesos para cubrir sus obligaciones, lo hace es cambiarlos en el Banco Central para emitir esos pesos, o vende los dólares en el mercado cambiario para reducir el tipo de cambio, lo cual complica el escenario para el sector exportador. No es una opción para aplicar como política pública. La esperada reforma fiscal implica, ante todo, cambiar ciertos valores que imperan en la sociedad. No se puede aceptar que todos quieran vivir a costa del trabajo ajeno, o que el Estado les regale una casa y que los mantenga. Lo mismo vale para los empresarios que exigen subsidios. El Gobierno no va a cambiar estos valores de un día para otro, pero debe empezar a introducir un discurso en esa dirección.
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