"A la casa la sentimos nuestra, por eso no queremos que la saquen"

Los vecinos de la Casa Sucar se oponen a la demolición, pero sienten que no tienen las fuerzas suficientes para oponerse.

CASA SUCAR. Así luce la casa hoy. LA GACETA/ JOSÉ NUNO CASA SUCAR. Así luce la casa hoy. LA GACETA/ JOSÉ NUNO
28 Diciembre 2016

Edificios, comercios, clínicas, inmobiliarias, organismos, bares, drugstores, salones y, algunas pocas casas ocupan las veredas de la calle Salta al 500. Estas últimas son casonas antiguas. Cada una con sus historias, sus recuerdos y sus vivencias. La Casa Sucar es una de ellas y, por tercer año consecutivo se ve amenazaba por la posibilidad de ser demolida. En 2012, cuando se produjo la primera alarma, los vecinos marcharon durante varios días, escribieron peticiones y hasta hubo un hombre que se encadenó en la puerta. Hoy están resignados. “Hicimos todo ¿Qué más podemos hacer?”, se preguntan.

La empresa dueña del inmueble es la que intimó a la Municipalidad a realizar la demolición. En cuanto LA GACETA publicó la noticia, se encendió el enojo de muchos ciudadanos que tienen la esperanza de que la casona sea preservada. “No queremos que la demuelan, pero dejaron que pase el tiempo, que todo se desgaste y la gente se terminó cansando”, expresó Rodolfo Castillo, un vecino que vive hace 15 años en frente de la casa en peligro.

Años atrás, la Casa Sucar era una de las más atractivas de la cuadra. Admirada por muchos, deseada por otros siempre llamó la atención de quienes pasaban por ahí. Actualmente está despintada, apagada, deteriorada. En su vereda se amontonan los cajones de verduras y en sus jardines el pasto crece sin control. “Yo creo que la dejaron así para que se venga abajo y poder tirarla más fácilmente. Antes era divina, tenía una fachada impresionante y una arquitectura tremenda”, describió Santiago Assaf, encargado de una forrajería y vecino del barrio desde hace 11 años.

No importa la edad, el sexo ni el tiempo de residencia en la zona; todos los vecinos consultados por este diario coincidieron en que el edificio debería ser refaccionado y habilitado como centro cultural. “Deberían hacer un museo o algo para que la gente pueda disfrutar”, propuso Mauricia. “Me parece mal que la quieran tirar para hacer más departamentos”, acotó Assaf.

“A la casa la sentimos nuestra. Es algo emblemático del barrio, por eso no queremos que la saquen”, argumentó Castillo. “Tampoco sabemos qué más podemos hacer. En su momento hicimos de todo pero el sistema te desgasta y más cuando sabés que no tenés con qué pelearla”, acotó.

Desde 2012, los reclamos y las marchas lograron lo que parecía imposible: detener las demoliciones. Pero ahora ocurre algo singular: muchos de los que en aquel momento lucharon por la casa ya no viven en el mismo lugar. Algunos de ellos, inclusive, venieron sus propiedades a empresas constructoras que las demolieron para hacer edificios. “Es raro, muchos de los que se quejaban vendieron sus casas”, dijo Esteban Nieva, encargado de un drugstore de la zona.

Hoy, el gobernador Juan Manzur declaró que el Gobierno no va a expropiar la casa A su vez, la Legislartura se opuso a tratar un proyecto que propone que el Estado se quede con ella para evitar que sea demolida. 

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