Una cábala que no funcionó

La historia de un hincha “decano”y su ritual para enviarle buenas vibras al equipo

JUNTADA. Joaquín Martínez, Sebastián Suárez, Bruno Boggio, Mariano de Gregorio y Guillermo Valle observan el partido entre el “Decano” y el “Tiburón”, entre risas y el nerviosismo típico de un partido de Copa. la gaceta / foto de Inés Quinteros Orio JUNTADA. Joaquín Martínez, Sebastián Suárez, Bruno Boggio, Mariano de Gregorio y Guillermo Valle observan el partido entre el “Decano” y el “Tiburón”, entre risas y el nerviosismo típico de un partido de Copa. la gaceta / foto de Inés Quinteros Orio
17 Febrero 2017
En el deporte, más que en otros ámbitos, las cábalas son prácticas que una persona realiza en pos de que se cumpla algún deseo. Las hay desde las más sacrificadas hasta las más sencillas e insólitas. Muchos no creen que este tipo de llamen a la suerte, pero Nicolás Padilla, un fanático del “decano”, sí. Por eso decidió mirar el partido frente a Junior de Barranquilla con cervezas y patitas de pollo, inmerso en la soledad de su casa -alejado de su grupo de amigos que se juntó a verlo-, con la intención de sumar un granito de arena para que los dirigidos por Pablo Lavallén pudieran regresar de Cartagena de Indias con un buen resultado bajo la manga.

Uno de los máximos referentes del mundo cabulero es Carlos Bilardo. Antes del Mundial que Argentina ganó en 1986, la Selección jugó un amistoso con Israel, ritual repetido hasta 1998. Además, durante los mundiales que dirigió al conjunto nacional, prohibió comer pollo a sus jugadores.

Otro confidente de las cábalas es “Mostaza” Merlo, ya que sus “cuernitos” y un choripán antes de cada partido fueron sus socios cuando Racing se consagró campeón en el Apertura 2001 luego de 35 años de sequía.

“Son pequeñas cositas que hago que me traen un buen recuerdo cuando me va bien. Ahora, cuando me va mal, las cambio”, contó en diálogo con LG Deportiva “Nico”, que vive a una cuadra del estadio Monumental.

Es un hincha apasionado, fanático desde la cuna, a tal punto que renunció a ver el partido frente al “Tiburón” con amigos. “A pesar de que se juntaron a verlo, no había chances de que me mueva de acá”, expresó.

Es que, al infartante partido frente a El Nacional por la fase 2 de la Copa Libertadores lo vivió en su casa acompañado por seis latas de cerveza y unas patitas de pollo, rutina que suele cumplir cuando se trata de un partido importante. Por eso, el de ayer no fue la excepción,

Siete cuadras separan la casa de “Nico” de la de Bruno Boggio, en donde sus amigos de toda la vida se juntaron a ver el encuentro copero, con pileteada de por medio.

Guillermo Valle, Mariano de Gregorio, Sebastián Suárez, Joaquín Martínez, Gastón Dib y el dueño de casa se sorprendieron al ver la poca cantidad de público en las tribunas del estadio Jaime Morón que reflejaba la televisión. “Están esperando que llegue más gente para ver el partido”, bromearon.

“La hinchada de ellos es muy pobre, son muy fríos”, coincidió Nicolás desde su casa, mientras invocaba al Dios de las cábalas.

A medida que el partido transcurrió, la sorpresa por la poca concurrencia de público mutó a un asombro por las pocas ideas de juego que mostró el equipo colombiano. Sin embargo, destacaron el estado físico del rival. “Se desmarcan muchísimo, jugar un fútbol 5 con ellos debe ser complicadisimo”, deslizó Mariano promediando el primer tiempo.

Todo fue un vaivén de suspiros y risas en la juntada, hasta el gol de Robinson Aponzá a los 71 minutos del segundo tiempo, que cayó como un balde de agua fría.

“Es un mal resultado. Tengo miedo de que en la vuelta se paren de contra, nos hagan un gol y se metan atrás”, opinó Nicolás, que vivió el partido paralizado por la tensión.

Por último, lamentó que el ritual no haya funcionado. “Tendré que buscar otra cábala que surja espontáneamente”, advirtió.

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