ACTÚAN HOY
• A las 22 en La Colorida (Mendoza 2.955)
Es imposible darle una fecha de nacimiento a un movimiento artístico. En el caso del surrealismo, lo más cercano a un acta es la creación de la palabra que identifica a este género, publicada por el escritor francés Guillaume Apollinaire en 1917, para una obra teatral musical que evidenciaba cómo la propuesta atravesaba todas las expresiones artísticas.
Sobre esa mixtura y sus ideas libertarias, Eduardo Gilio estructuró “La revolución surrealista. El sueño no está muerto”, que hoy se despedirá de Tucumán en La Colorida. El director está al frente del grupo Teatro Acción (con más de 35 años de trayectoria), y el elenco de esta puesta está integrado por María Atencio, Juliana Beltrán y Sofía Vera.
En diálogo con LA GACETA, Gilio comparte que la obra está montada como un homenaje poético a los creadores del surrealismo, a partir del legado de André Breton, con el objetivo de poner en crisis un sistema social y político de valores absolutos y control constante, para cambiar la vida a partir del comportamiento humano individual y colectivo. La propuesta se fundamenta a partir de un importante despliegue físico actoral, con la creación de imágenes fuertes y sugestivas que construyen una atmósfera onírica.
“Me influenciaron mucho todos los poetas y los artistas de ese período cuando empecé a hacer teatro, a fines de los 70, desde ‘El teatro y su doble’, de Antonin Artaud. Quise retomar su impronta a partir de sus textos fundacionales y sus cuestionamientos al discurso dominante”, señala.
- ¿En qué idea se ancla el concepto revolucionario?
- Los surrealistas hablaban de cambiar la vida, la cabeza, la mentalidad más allá de lo artístico. Alcanzar una ampliación psíquica, influenciados por los primeros trabajos de Sigmund Freud. La idea de revolución surrealista aparece ya desde el nombre de la primera revista que lanzaron. Muchos de ellos se adhirieron al Partido Comunista a partir de lo que pasaba en Rusia, pero no todos lo hicieron, como el propio Artaud, que no aceptaba ningún dogma. Con el tiempo, se van diluyendo y Bretón termina cerca del anarquismo con muchos jóvenes que luego protagonizan el Mayo Francés, dos años después de su muerte. Las consignas “La imaginación al poder”, “Seamos realistas, pidamos lo imposible” o “Prohibido prohibir” eran ideas provocadoras y que desafiaban al establishment y cuyo origen se puede encontrar en el surrealismo.
- En tu obra planteás que es algo que sigue vigente...
- Siempre hay una vigencia de los grandes pensamientos del hombre, siguen siendo actuales aunque no de la forma directa de su origen.
- Fundaste a tu grupo en el 80, pero después estudiaste afuera, con los referentes más importantes del teatro de la última mitad del siglo pasado.
- Fue una manera de animársele a la dictadura militar, en pleno estado de sitio. Todo era complicado, en vez de Internet teníamos la paloma mensajera. Veníamos de una cultura del rock, con una filosofía y una manera de pensar contracultural. Cuando busqué maestros en el país, no estaban los que necesitaban y me fui a Europa, a estudiar en el Odin Teatret de Eugenio Barba, a quien le escribí directamente. Me cuidaron como un osito panda, me apoyaron mucho. Luego conocí a Jerzy Grotowski, Peter Brook, Pina Bausch, Tadeusz Kantor... Monstruos de quienes traté de tomar lo mejor.
- ¿En cuál de todos ellos te basás en tus puestas?
- Ya todo lo aprendido está encarnado en uno, luego de 36 años de hacer teatro. Lo que me interesa es ser lo mejor posible en este oficio, nunca un improvisado. Hacer un teatro sagrado y sublime.