Dice un viejo apotegma político que las reuniones importantes son las que se celebran después de las reuniones importantes. Mucho de eso marcó la suerte del cierre del G20. La declaración consensuada por los líderes cierra con un pasaje que incomoda a los Estados Unidos (la ratificación de que el cambio climático es una preocupación común a todos los líderes) y con otro que tampoco le causa gracia a China (se consignó que haría falta limitar la producción mundial de acero). Sin embargo, hay una omisión en la declaración, como se lo hizo notar la prensa al presidente Mauricio Macri en su conferencia para cerrar la cumbre: no aparece la palabra “proteccionismo”. El documento, es cierto, advierte que el sistema multilateral de comercio “no está cumpliendo con sus objetivos”. Pero decir una cosa no equivale a decir lo mismo que la otra. Y ese margen de incerteza radica en que, después de la reunión de líderes había otra reunión de líderes. La cena entre Donald Trump y Xi Jinping. La bilateral entre la primera y la segunda economía del mundo. La comida entre los dos jefes de Estado más poderosos del mundo que han desatado una guerra comercial.

“El corazón del G20 es el consenso”, había dicho a las 13.13 el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, durante una rueda de prensa. Trump ratificó su voluntad de retirar a los Estados Unidos del acuerdo de París. Xi no ha dicho que vaya a dejar de acerar el comercio planetario. Pero que el multilateralismo padezca de una arritmia severa no significa que la reunión haya sido en vano. La mayoría de los líderes europeos (el francés Emmanuel Macron fue uno de los más explícitos) ha declarado que ha sido un encuentro de avances, sobre todo porque se han dejado por escrito cuestiones que los hegemones no querían ni siquiera escuchar.

Y está Macri

Su balance público da cuenta de que el resultado es ganancioso, aunque que ha tenido que hacer proezas de equilibrio. El anfitrión tuvo que mostrar dotes de equilibrismo entre los antagonistas. Habló explícitamente de “mi amigo Donald Trump” y expuso que Estados Unidos es el primer inversor extranjero en estas australidades. Y también le dijo al mundo, Estados Unidos incluido, que “China no es una amenaza, es una oportunidad para la Argentina”. No sólo la Constitución Nacional que pensó Juan Bautista Alberdi es imperecedera: acaba rubricarse, con rotulancia, su máxima de política exterior decimonónica referida a que el país debe comerciar con todo el orbe y alinearse políticamente con ninguna potencia.

Más el presidente no sólo usó el G20 para mostrarle el país al mundo, sino también para mensajes hacia adentro. Fue reiterativo respecto de que todos los líderes que acudieron a la cita (léase, los hombres y mujeres que administran los Estados que representan el 85% de la economía mundial) le manifestaron que la Argentina ha emprendido el camino correcto. En tres oportunidades, en distintos pasajes de su rueda de prensa, insistió con que sus pares de otras naciones manifestaron que el rumbo adoptado por el Gobierno es difícil, pero acertado. Más aún: la única alternativa posible. Así que el mandatario exhibió la cumbre como una suerte de diagnóstico multilateral en el cual la interconsulta con otros jefes de Estado confirma que hay que seguir por el camino que él ha encarado. Un respaldo para su política económica por parte de los más poderosos del mundo.

El mandatario, por cierto, manifestó algo más. Justificó sus lágrimas en el teatro Colón, durante la gala para las delegaciones internacionales, argumentando que “cuando los argentinos nos lo proponemos, somos capaces de hacer cosas grandes”. Podría ser una obviedad si no fuese por el hecho de que en este país es más fácil organizar una conferencia de líderes globales que un clásico entre River y Boca. Pero el Presidente, más que una filosofía de la honra y el ser nacional, parecía estar volviendo también a las convocatorias de sus campañas de 2015 y de 2017.

En Francia, ayer, la Policía reprimía brutalmente una protesta de los “chalecos amarillos”. En Buenos Aires, el viernes, la protesta anti G20 se realizó en clima de indignación ejemplar. Ya terminó el G20. Ya empezó el último mes del año. ¿Macri irá por el relanzamiento de su gestión? ¿Las organizaciones sociales y los partidos políticos accedieron a que se viva una cumbre en paz, pero nada más? Mañana, como fuere, este va a ser otro país.

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