Por Leo Noli y Carlos Leonardo Oardi 16 Diciembre 2018
LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
Quizás no fue el final de temporada soñado por Concepción FC. Al equipo le faltó poco para meterse en la final de la Liga (perdió en semifinal con Villa Mitre en la definición desde el punto del penal). Más allá de lo deportivo, hubo algo que muchos hinchas tal vez no conocen y que es digno de reconocimiento. Faltó la gloria deportiva, pero quedó, a través del esfuerzo del plantel, una herencia que será difícil de olvidar: cada futbolista colaboró para mejorar las instalaciones del club.
Concepción FC tiene vestuario nuevo y los jugadores lo hicieron posible. Ellos fueron los que dieron el primer paso, los que buscaron mejorar su comodidad en diferentes zonas de trabajo a las que el tiempo ya había quebrado y prácticamente parecían parte de la historia. Inútiles. “Si vieras el túnel ahora, todo pintado y con luces. Antes casi no se veía”, le comenta Edgardo Galíndez a LG Deportiva. En el sentido más empírico, “Mudo” jugó, tiró el centro y marcó. Todo en una misma jugada. Él, que también es DT y jugador activo durante el año calendario, fue el trampolín que el resto de sus compañeros utilizó en la misión de renovar el camarín, la zona de utilería, el túnel de salida al campo, el vestuario del entrenador y otras secciones de la casa del “Cuervo”, como ser oficina de los “profes” o la sala donde se guardan los materiales, tales como pelotas, conos, etcétera.
TODO UN EJEMPLO. Por decisión propia e invirtiendo tiempo de la familia, los jugadores reacondicionaron varios sectores del estadio que estaban en pésimas condiciones.
“Empezamos por lo más fácil, pero no menos complicado: la limpieza. Después, hablamos con hinchas y dirigentes y les pedimos colaboración con pintura. Así seguimos”, explica Galíndez. “Veíamos que el vestuario estaba sucio, que no lo limpiaban, entonces hablamos con los chicos y nos pusimos de acuerdo en dejarlo en condiciones. Después de la limpieza avanzamos con los baños, las duchas. En el baño del técnico, por ejemplo, no había ni luz”, recuerda el ex lateral y central de Atlético, hoy quizás el club de mayor crecimiento desde lo estructural y deportivo.
Lo que Galíndez y el resto de sus entonces compañeros hicieron fue mejorar su confort en la institución. Se trabaja con tranquilidad cuando están dadas las condiciones, se dice. Bueno, ellos la buscaron, ante un panorama desolador.
El avance de las obras fue notorio, siempre a partir de la mano de obra de los jugadores. Walter Arrieta, puntal en cuanto a la unión del grupo, se lleva un capítulo en esta fábula. “Cuando estuve desgarrado y no podía entrenarme, me puse a curar las paredes que estaban feas. Las revocaba, mientras los chicos practicaban. Lo mismo con los baños. Sus paredes necesitaban un service. No es que sé ¡uf!, pero como le ayudaba a un albañil que contraté para que construya mi casa, con él aprendí algo del oficio de hacer mezcla y demás. Me di maña para revocar y después pintar con los chicos”, cuenta el zaguero, cuya carrera volvió a la vida justamente luego de un llamado de Galíndez.
Arrieta había colgado los botines. “Me retiré en Llorens y comencé a trabajar en el Ingenio La Florida. Un día fui a ver a Concepción, precisamente contra La Florida. Perdió. Lo vi al ‘Mudo’, conversamos un rato. Él me convenció de volver a jugar. Estuve ocho meses sin hacerlo. Después vino todo lo que se conoce y llegamos a la semifinal del Anual”, comenta el defensor. “Fui albañil, pintor, carpintero, electricista. De todo, como todos lo que hemos participado en modernizar al club”. Aplausos para Arrieta y compañía, entonces.
TODO UN EJEMPLO. Por decisión propia e invirtiendo tiempo de la familia, los jugadores reacondicionaron varios sectores del estadio que estaban en pésimas condiciones.
La unión hace la fuerza, y no caben dudas de que el “Cuervo” edición 2018 lo demostró en cancha y fuera de ella. “Walter y ‘Nico’ (Roldán) fueron muy importantes. Eran los más alegres, los que siempre contaban chistes y los que nos hacían estar así de unidos”, agradece Galíndez, y se le viene a la cabeza una anécdota de esas que a veces no salen del vestuario. “No me preguntés de dónde lo sacó, pero Walter nos quemaba la cabeza haciéndonos escuchar un tema que se llamaba ‘La Polola’ o algo así. Era tremendo. Así nos reíamos y pasábamos el rato con los chicos”.
El glosario de renovaciones en el estadio de Concepción es extenso. Vale la pena repetirlo nuevamente. “De la limpieza pasamos al orden y del orden a iluminar zonas comunes y de tránsito. Faltaba, y mucha, iluminación. Después seguimos con el túnel, con el pasillo que va a los vestuarios. Acomodamos y pintamos la utilería; renovamos el mueble de los botines y zapatillas; reparamos el piso y colocamos separadores de madera (14, en total) en el vestuario principal. Además, agregamos una madera que nos sirvió de estante y dos muebles específicos para guardar café, yerba y otras cosas para el desayuno o la merienda. Refaccionamos los vestuarios de los profes; los sanitarios. Ahora todo quedó bien. Para que te des una idea, ni flores en las duchas teníamos. Ahora ya hay”, repasa “Mudo”, sin hacer cargo a nadie de la precaria situación en la que las instalaciones del club se encontraban. Es lo de menos, piensa. “Entre todos hicimos un poco, y eso es lo bueno, al final de cuentas. O ¿no?”. Cuánta razón tiene.