El látigo de Truman Capote

“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”. Así se definía uno de los más talentosos y controvertidos escritores del siglo XX. Fue uno de los padres de la novela de no-ficción. Publicó libros que lo catapultaron a la fama y otros que le valieron el repudio de buena parte del Jet set norteamericano. “Yo soy un escritor. ¿Qué pensaban, que yo era el bufón de la corte?”, replicó.

11 Agosto 2019

Por César Chelala

PARA LA GACETA - NUEVA YORK

La fama de Truman Capote es un misterio para mí. Su rápida popularidad tuvo lugar después de la publicación de su libro Otras voces, otros ámbitos, en cuya contratapa aparece su fotografía en una pose ambigua y sexualmente sugestiva. Es posible que en ese libro, publicado cuando tenía solo 24 años, Capote admitiera por primera vez, a través de uno de los personajes de la novela, su propia homosexualidad. La foto dejó una gran impresión en Andy Warhol, que tenía entonces 20, quien se convirtió en uno de sus admiradores más tempranos.

Aunque en general se le reconoce a Capote su valor literario en los Estados Unidos, no recibe allí el mismo grado de admiración como el que tiene en América Latina o Europa, por ejemplo. Dorothy Potter Snyder, una escritora y traductora norteamericana, lo interpreta así: “Tres palabras se me ocurren para empezar a comprender ese fenómeno y son Genial, gay y sureño. No se debe olvidar nunca que las grandes editoriales en este país son en su mayoría, y en su época eran todas, de Nueva York, Boston y Chicago. Capote era único, un tábano, un pícaro que señalaba las rarezas y deficiencias de la cultura norteamericana, pero la mafia anglosajona no le aceptaba ni su personalidad ni su crítica. Creo que cae en la misma categoría de James Baldwin, que frecuentemente no aparece en cursos de literatura estadounidense por esa misma razón, aunque en su caso las tres palabras eran ‘genial, gay y negro’. En mi opinión no era solo el racismo y la homofobia, sino un prejuicio en contra de cualquier crítica de la clase dirigente y la suposición de su superioridad estética, literaria y cultural”.

Precocidad literaria

Capote, cuyo nombre de pila era Truman Streckfus Persons, nació en New Orleans el 30 de septiembre de 1924 y murió a los 59 años, el 25 de agosto de 1984. Esas dos fechas enmarcan a una de los personalidades literarias más atractivas y escandalosas de su época. Ya desde los ocho años sintió la atracción de ser escritor, y a los 15 comenzó a enviar sus escritos a revistas literarias.

La aceptación de sus relatos cortos comenzó en su juventud. Como declaró en una entrevista en The Paris Review: “Ningún escritor olvida su primera aceptación; pero un lindo día cuando tenía 17 años tuve mi primera, segunda y tercera aceptación, todas ellas en el mismo correo de la mañana. ¡Oh, le puedo decir que estar mareado de excitación no es simplemente una frase sin significado!”

Curiosamente, ese gran triunfo literario ocurrió después de un hecho ocurrido cuando tenía doce años. El director de su escuela llamó a su familia y le dijo que, tanto en su opinión como en la de sus colegas, Capote era “subnormal” y que, por consiguiente, deberían mandarlo a una escuela para chicos retardados. Sus padres, en cambio, decidieron enviarlo a una clínica psiquiátrica, donde el resultado de los estudios demostró que su nivel intelectual era casi el de un genio.

La reacción de Capote fue típica: “Eso me hizo increíblemente feliz –me paseaba por la casa mirándome a los espejos mientras pensaba ‘muchacho, tu y Flaubert –o Maupassant, o Mansfield, o Proust, o Chejov, o Wolfe, cualquiera fuera el ídolo literario en ese momento-”.

Manías personales

Capote era un hombre extremadamente supersticioso. Cuando le preguntaron cuáles eran sus manías personales Capote contestó: “Tengo que sumar todos los números; hay algunas personas a quienes nunca llamo por teléfono porque la suma de los números trae mala suerte. No aceptaré un cuarto de hotel determinado por la misma razón. No tolero la presencia de rosas amarillas –lo cual es triste porque la rosa es mi flor preferida. No puedo permitir que haya tres colillas de cigarrillo en el mismo cenicero. No viajo en un avión donde viajen también dos monjas. No comienzo ni termino nada un día Viernes. Es algo que no tiene fin, las cosas que no puedo hacer y que no haré. Pero sin embargo me da cierto placer obedecer a esos principios primitivos.”

Impacto de sus libros

Capote tenía un estilo de escribir sencillo, pero extremadamente ameno, que hacía que el lector tuviera avidez por seguir leyendo sus relatos. En la introducción de Música para camaleones escribió: “Por empezar, creo que la mayoría de los escritores son recargados. Yo prefiero escribir de menos. Sencilla, claramente, como un arroyo del campo”.

En la entrevista con The Paris Review contó su técnica para escribir un relato corto: “Dado que cada historia presenta sus propios problemas técnicos, obviamente no se puede generalizar sobre ellos sobre la base de dos veces dos es igual a cuatro. Encontrar la forma correcta para tu relato es simplemente darse cuenta de la forma más natural de contarlo. La prueba de si un escritor ha adivinado o no la forma natural de su relato es solo esto: después de leerlo, ¿puedes imaginarlo de otra manera, o el relato acalla tu imaginación y te parece absoluto y definitivo? Como una naranja es definitiva. Como una naranja es algo que la naturaleza ha hecho justo”.

Aunque todos sus libros fueron en general bien recibidos por la crítica, dos de ellos tuvieron un impacto especial, y por diferentes razones: Plegarias atendidas y A sangre fría. En el primero de esos libros, Capote desgrana una serie de anécdotas sobre personalidades de los altos círculos sociales de Nueva York. El título de este libro se basa en una cita de Santa Teresa de Ávila, quien dijo: “Más lágrimas se derraman por las plegarias atendidas que por las no satisfechas”.

Vida social

Capote tenía un talento especial para relacionarse con los ricos y famosos. Mientras desarrollaba una activísima vida social, coleccionaba observaciones sobre sus amistades. En uno de los relatos de su libro Plegarias atendidas describe un almuerzo en el legendario restaurante La Côte Basque y su prolongada conversación con una mujer de la alta sociedad neoyorquina.

En este cuento desfilan numerosas personalidades conocidas, entre ellas Jacqueline Kennedy Onassis y su hermana Lee Radzwill, Gloria Vanderbilt y Carol Matthau, esposa del célebre actor norteamericano Walter Matthau, entre otras. Capote introduce una serie de anécdotas devastadoras que le ganaron más de una permanente enemistad.

En el segundo libro, A sangre fría, Capote relata el asesinato de la familia Clutter de Kansas. El texto, al que llamó novela de no-ficción, se convirtió en un best-seller internacional. Capote pasó varios años en Kansas haciendo la investigación para el libro. “Mucha gente pensó que yo estaba loco por pasarme seis años vagando a través de las llanuras de Kansas; otros rechazaron de lleno mi concepción de la ‘novela real’ declarándola indigna de un escritor ‘serio’; Norman Mailer la definió como un ‘fracaso de la imaginación’, queriendo decir, supongo, que un novelista debería escribir acerca de algo imaginario en vez de algo real”, declararía luego Capote.

Después de este libro, Capote nunca escribió otra novela.

Desenlace

Para muchos, Plegarias atendidas marca el suicidio social de Capote y probablemente haya acelerado su muerte, abrumado por las drogas y el alcohol. Nunca se repuso de la violenta reacción a su libro y en más de una oportunidad dijo: “Yo soy un escritor. ¿Qué pensaban, que yo era el bufón de la corte?”

Capote murió en Bel Air, Los Angeles, acompañado solo por su fiel amiga, Joanne Carson, ex-esposa de la legendaria figura de la televisión norteamericana Johnny Carson. Al enterarse de su muerte, Gore Vidal -el conocido escritor norteamericano con quien Capote tuvo una larga enemistad- comentó secamente: “Fue una buena movida profesional”.

© LA GACETA

César Chelala - Escritor y médico tucumano residente en Nueva York. Ganador del Overseas Press Club por un artículo publicado en The New York Times.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios