Cualquiera hubiese sido el resultado entre San Pablo y San Martín, que se disputó el último día del mes pasado en la localidad luleña, todo habría quedado en familia. Y así fue. Aquella tarde, tres hermanos se encontraron dentro del campo de juego: César (24 años) y Roque (27) defendieron la camiseta del “Paulistano”; Gustavo Abregú (22), la del “Santo”. La particularidad no acabó allí: para San Pablo también jugaron Antonio “Cocido” Ibáñez (33, primo de los Abregú) y Gustavo “Súper Ratón” Ibáñez (40), tío de los cuatro.
El partido correspondió a la última fecha de la ronda clasificatoria del torneo de Primera A de la Liga Tucumana de Fútbol. Finalmente, San Pablo venció 2 a 1 -gracias a un gol de Roque, a los 31’ del complemento- y se quedó con una de las plazas del Grupo B para la segunda fase del Anual.
“Es la primera vez que coincidimos los tres en un mismo campo de juego. Fue una sensación muy rara la que le tocó vivir a la familia, pero a la vez hermosa porque siempre era un sueño que teníamos y que al fin lo pudimos cumplir”, dijo César, en referencia a haber compartido el encuentro con sus dos hermanos. Según contó, desde el lunes de la semana pasada ya se había empezado a vivir este partido en el barrio Ohuanta, donde viven sus padres, Melina y Reynaldo. “Era el único tema de conversación durante todos los días de la semana pasada. El mayor inconveniente lo tenían mis ‘viejos’, porque tenían el ‘corazón partido’. Ellos se limitaban a escuchar las ‘chanzas’ que nos cruzábamos con Gustavo”, añadió el volante central.
Melina y Reynaldo, curiosamente, fueron los únicos familiares que faltaron a la cita en el estadio “paulistano”. “Mi ‘vieja’ es muy nerviosa, y consideraba que no estaba preparada para vernos enfrentados en un campo de juego. Y mi ‘viejo’ se quiso quedar con ella, porque sabía que no iba a ser una tarde muy cómoda”, explicó César.
Doña Melina reconoció que nunca en la vida estuvo tan nerviosa como la tarde del sábado. “No me gustaba que mis hijos estuvieran enfrentados, por eso es que decidí quedarme. Estoy orgullosa de lo que son mis hijos, como futbolistas; pero aun más por su calidad humana”, dijo. En pocas horas pasó de los nervios porque los tres jugarían ese partido, a la felicidad por el gol de Roque, y a la tristeza por el rostro de Gustavo, debido a la derrota del “Santo”. “Tengo nueve hijos; todos saben que por Gustavo y por Matías (12 años) tengo una devoción especial, porque son muy apegados a mí. Lo bueno es que el domingo compartimos una tarde en familia, allí hablamos mucho de lo que pasó en el partido”, contó la “reina” de la casa.
Más allá de la derrota, Gustavo vivió una tarde inolvidable; y eso hasta último momento estuvo en duda su presencia. “Debido a la cantidad de lesionados que había en el plantel profesional había existido la posibilidad de que viajara a Junín, para jugar contra Sarmiento”, acotó. Finalmente, no fue convocado, y jugó para el equipo de la Liga. Según contó a LG Deportiva, desde que se enteraron que jugarían entre ellos se fueron imaginando las vivencias que el cruce le dejaría a la familia. “Sabíamos que la emoción nos iba a desbordar, pero nunca imaginamos que nos costaría entrar en ritmo de partido. Más allá del resultado, me siento orgulloso de haber colaborado para que la familia se sintiera feliz. Fui el único que terminó triste, porque no pudimos rescatar el resultado que fuimos a buscar”, dijo, con una sonrisa.
Durante el partido, el jugador “santo” se cruzó en dos momentos, con cada uno de sus hermanos. “Primero con César, en la mitad de la cancha, cuando fuimos a disputar la pelota; pero él la dominó y salió jugando con la capacidad que lo caracteriza. Con Roque fue más fácil, porque lo conozco tanto que nunca me sorprenderá. Y si debo ser sincero, fue la primera vez que no grito un gol de él: la gente sabe que, cuando puedo, estoy alentando al equipo de mi infancia”, dijo el central, que reconoció que extraña a César, su ex compañero en San Martín. “Íbamos y veníamos juntos a casa; siempre fuimos muy unidos. Costó acostumbrarme a que no me busque para ir al complejo”, admitió.
El más contento, tras el encuentro, fue Roque; porque no sólo hizo feliz a su familia -cuna de futbolistas-, sino a todo San Pablo. “Grité ese gol con toda el alma, porque lo necesitábamos tanto. Lo único que lamenté era que Gustavo estaba triste. En cierto modo, eso hizo que el festejo no fuera completo”, dijo.