El torneo regional de Rugby del NOA, que reúne a equipos de Tucumán, de Salta y de Santiago del Estero, corre peligro. El inicio del “Súper 10” está agendado para el 21 de marzo, pero no sólo está en duda esa fecha sino la realización del certamen. La razón es que la Unión Argentina de Rugby resolvió penalizar a las asociaciones de rugby del NOA, por no haber conformado aún un comité regional, como viene exigiendo la entidad nacional. Y la sanción resuelta es económica: suspendió la ayuda económica que destinaba a las uniones de estas provincias, indispensable para afrontar la logística de los viajes de cada fin de semana.
Sería muy superficial quedarse en la lectura lineal de que hay un incumplimiento y que, por ello, opera una sanción. En rigor, la conformación de un comité regional es una meta que asume que las uniones de las provincias del noroeste son estructuralmente iguales, lo cual no ocurre. Es decir, son equivalentes como instituciones, pero no son idénticas respecto de la cantidad de clubes ni del volumen de jugadores, para mencionar dos elementos estructurales y objetivos, y no entrar en cuestiones más complejas de explicar pero más fáciles de entender, como son la historia y la proyección del rugby tucumano en el país.
Pese a estas incongruencias, la Unión Tucumana de Rugby no sólo no ha puesto reparos sino que, por el contrario, ha alentado el torneo regional, que servido para promocionar el deporte en todo el norte argentino, en general, y para potenciar el rugby en Salta y en Santiago del Estero. Pero de allí a suponer que hay una equidad material como para impulsar un comité de iguales hay una diferencia irreal. Una en la cual o se condenaría a las provincias vecinas a soportar el monopolio de la conducción tucumana, o en la que se obligaría a Tucumán a someterse a decisiones tomadas desde uniones con las cuales no hay paridad.
La sanción económica tiene una consecuencia material directa: el regional de rugby no podrá celebrarse si esa asistencia económica de la UAR, tal como expresaron los dirigente de la Unión Tucumana de Rugby durante la reunión que mantuvieron el viernes. De lo que se deduce que la penalidad es, fundamentalmente, una medida tendiente a “disciplinar” a las uniones provinciales frente a los designios de la entidad nacional, aunque sus directivas no tengan en cuenta no es la intención local sino la realidad regional la que las torna de cumplimiento imposible.
Precisamente, en este punto es donde la penalidad dispuesta por la UAR se torna opuesta a la naturaleza de los principios de la institución y, además, contraria al espíritu mismo del rugby, pero no de manera romántica sino como comportamiento internacional. Respecto de lo primero, serán Santiago del Estero y Salta quienes más sufrirán las consecuencias de la suspensión del regional. En Tucumán, dada la cantidad de clubes que dan vida al rugby provincial, sobrevuela la idea de reeditar un torneo sólo con equipos tucumanos, algo que no sucede desde 1999, es decir, desde hace casi dos décadas. Esa posibilidad es tan viable como atractiva. Y, además, pone de relieve, justamente, las desigualdades respecto de las provincias de la región, que no cuentan con iguales posibilidades.
Respecto de la segunda cuestión, la UAR debería ser consciente, como pocas instituciones, acerca de que las medidas que impulsa deberían ser tendientes a la inclusión y no a la punición. Con ese espíritu, la Selección argentina de Rugby fue invitada por verdaderas potenciales mundiales del deporte, como Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia, a participar del torneo del hemisferio sur que “espeja” el torneo de las Seis Naciones que disputan en el hemisferio norte las potencias rugbísticas europeas.
Sería bueno que primara, antes que la cerrada decisión de la sanción, un diálogo institucional tendiente a superar las diferencias de manera constructiva. Porque si algo enseña el rugby es que, más allá de las rispideces y las competencias, todo se supera con el espíritu fraterno del tercer tiempo.