“Yo no debería estar aquí. Debería estar en la escuela. ¿Cómo se atreven? Me han robado mis sueños y mi infancia. La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Y de lo único que pueden hablar es de dinero. ¿Cómo se atreven a seguir mirando hacia otro lado y decir que están haciendo lo suficiente, cuando la política y las soluciones no están a la vista? Nos están fallando. Pero los jóvenes han empezado a entender su traición. Los ojos de todas las generaciones futuras están sobre ustedes. Nunca los perdonaremos. Justo aquí, es donde trazamos la línea. El mundo se está despertando. Y se viene el cambio, les guste o no”. Ese fue el discurso Greta Thunberg, en septiembre pasado durante la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas. Y aunque ahí mismo Donald Trump la llamó “profeta de la fatalidad”, las palabras de la adolescente sueca son coherentes. Son certeras. Una y otra vez, la ciencia la ratifica. Y clama para que los gobernantes salgan a atajar este desastre medioambiental. Anteayer se conoció un informe conjunto de la OMS, Unicef y la revista médica británica The Lancet, que revela que ningún país garantiza la salud y el futuro de la infancia y que, por primera vez, puso al cambio climático como principal causa de amenaza.
Se trata de un documento histórico elaborado por una comisión de más de 40 expertos, convocados por la Organización Mundial de la Salud y por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. El estudio indica que los niños y adolescentes se encuentran bajo la amenaza de la degradación ecológica, del cambio climático y de las prácticas de comercialización explotadoras, que los empujan a consumir comida rápida y procesada, bebidas azucaradas, alcohol y tabaco.
Con respecto a la pérdida de la biodiversidad y al calentamiento, el informe presenta un nuevo índice mundial de 180 países en el que se compara el desempeño de las naciones con respecto al cuidado de su infancia. Si se cumplen las proyecciones actuales y el calentamiento global supera los 4°C en 2100, las consecuencias para la salud infantil serán devastadoras debido al aumento del nivel de los océanos; las olas de calor; la proliferación de enfermedades, como el paludismo y el dengue, y la malnutrición. En el informe también se destaca que los niños de algunos países ven hasta 30.000 anuncios solamente en la televisión en un año; la mayoría, referidos a comida basura, bebidas y cigarrillos electrónicos.
Para proteger la infancia, los autores de la comisión independiente dieron a conocer un manifiesto para la adopción de medidas inmediatas. “Hoy, los niños tienen que enfrentarse a amenazas que eran inimaginables hace unos años. Es hora de que su bienestar sea una prioridad en los programas de desarrollo de los gobiernos, por encima de demás consideraciones”, se le oyó decir a Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef en la presentación de esas cifras. En el primer lugar de esas recomendaciones situaron la reducción de las emisiones de dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto invernadero.
En conclusión, el mundo no les está ofreciendo a las generaciones por venir una vida saludable y un clima adecuado para su futuro. Ante esto, ¿cuál es la realidad de Tucumán? ¿Acaso los responsables de la toma de decisiones invierten en la salud y el desarrollo de los niños? ¿Se aseguran de que sus voces sean escuchadas ¿Existen directrices provinciales para proteger el cerro San Javier, considerado estratégico en el cuidado de biodiversidad? Se necesita coraje y compromiso para estar a la altura del mundo que -como dice Greta- se está despertando.