Un extraño patriota

Las vicisitudes de un oficial de Belgrano.

JOSÉ MARÍA PAZ. En sus “Memorias” se refiere ásperamente a la conducta del comandante Escobar JOSÉ MARÍA PAZ. En sus “Memorias” se refiere ásperamente a la conducta del comandante Escobar

Como se sabe, el conjunto de jefes y oficiales del ejército de Manuel Belgrano que lo acompañaron en la segunda y desventurada campaña al Alto Perú, constituían un grupo de personalidades en extremo diferentes entre sí. El general José María Paz, en sus “Memorias” habla sin pelos en la lengua de no pocos de ellos. Por ejemplo, se detiene en el comandante porteño Juan Escobar.

Prestó importantes servicios a la causa patriótica: luchó en Cotagaita y fue herido y condecorado en Suipacha. Estuvo prisionero en Huaqui y luego rescatado. Goyeneche lo llevó preso a Potosí hasta que la batalla de Salta lo reintegró a las filas patriotas. Estuvo en la guerra con el Brasil y se incorporó luego al ejército de José María Paz. Éste no titubea en destacar “el despreciable error” que Escobar jugó como ayudante de Balcarce. Está seguro de que lo tenía como un espía y transmitía a su jefe “cuantos chismes podía reunir, y lo peor es que él mismo provocaba algunas conversaciones inconvenientes para hacerle el mérito de la demanda. Yo mismo – añade Paz- tuve que sufrir inocentemente, puedo decir, por causa de ese desgraciado por no decir depravado joven”.

Curiosamente, durante su prisión en Potosí, fue Escobar sacado de la cárcel e interrogado sobre su conocimiento de la fe católica minuciosamente por los prelados. Cuando le ordenaron decir el credo, “cayó a tierra, enteramente privado de sentido”. Al despertar, los prelados ya no estaban y se encontró con un sacerdote a quien habían encargado catequizarlo, cosa que éste hizo durante varios días, hasta el extremo de que “casi se le trastornó el juicio”. Luego lo volvieron al cuartel.

Según Paz, la “catequización” de Escobar era una represalia realista por la actitud agresiva que el militar porteño tuvo con los símbolos eclesiásticos, al extremo de arrancar la cruz de una iglesia, arrastrarla en la calle y destruirla, después del triunfo patriota en Suipacha.

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