Alberdi en el mármol

Comentarios sobre la estatua de Lola Mora.

JUAN BAUTISTA ALBERDI. Obra de Lola Mora, ubicada en la plaza que lleva el nombre del prócer. JUAN BAUTISTA ALBERDI. Obra de Lola Mora, ubicada en la plaza que lleva el nombre del prócer.

El 26 de septiembre de 1904, bajo un sol de fuego, se inauguró el monumento de Juan Bautista Alberdi, confeccionado por Lola Mora. Con Celia Terán lo describimos en nuestro libro biográfico, editado en 1997.

Esa escultura es, a nuestro criterio, la creación más lograda de Lola Mora en lo que hace a monumento conmemorativo, tanto por el acierto del conjunto como por la fineza de los detalles. El cuerpo del prócer corona la obra, plantado firmemente de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, la cabeza gacha y en actitud meditabunda.

Para completar la idea temática, la escultora dispone -a su derecha y mirando a Alberdi- una figura alegórica que representa la República bajo las formas de una joven esbelta, vestida con paños y una especie de poncho con flecos, quien, subiendo las gradas, ofrece al prócer un libro y una pluma para escribir.

Alude con esto a la obra capital de Alberdi -las Bases-, lo que se percibe en una inscripción sobre el tomo. Girando y hacia atrás colocó en actitud sedente y apoyada en una lira a la figuración de la Música. Mediante ella ponía en evidencia esa conocida veta artística del tucumano, que era compositor y ejecutante. Completando el conjunto y en el ángulo opuesto, un encantador putti arrodillado aporta la gracia de su pose, remarcada por el gesto risueño de la carita infantil.

En la composición, además del acierto con que se orquesta todo, el espectador puede gozar también deteniéndose en las minucias, cuya definición habla del cuidado que puso Lola Mora en este trabajo. Así, detrás del prócer, un sillón estilo italiano -tipo “curul”- ha sido diseñado con lujo de detalles, que muestran las tallas y molduras como si se tratara de la réplica en mármol de un mueble original. En la figura de Alberdi, los pormenores de la vestimenta son cuidadísimos, al extremo de detenerse dibujando las “vainillas” y bordados -unas flores de lis- de las medias, lo que no puede ser percibido por el espectador en una posición habitual. Lo mismo con los restantes paños de las vestimentas, que se diferencian y adjetivan según el caso.

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