Carla “La Jefa” Sánchez, según explicaron sus allegados y los investigadores que estuvieron tras sus pasos durante mucho tiempo, tuvo una virtud cuando estaba al frente de la organización que se dedicaba al tráfico de drogas a nivel nacional: tejer alianzas con proveedores de sustancias ilegales. Ese es quizás el mayor escollo con el que puede enfrentarse un grupo que comienza en el “negocio”. Este es un ambiente donde la palabra vale poco y la desconfianza está siempre presente en cada negociación.
Imagínese esta escena: un comprador se presenta ante un mayorista ofreciéndole una cifra importante de dinero a cambio de un producto. El vendedor, que no sabe mucho del cliente, cierra el trato y acuerda venderle la sustancia en algún lugar para que la retire y la traslade a otra localidad. Ese trato tiene de fondo un telón de miedos. Las dos partes siempre se hacen las mismas preguntas: ¿el comprador será un agente encubierto que finge una operación para que me apresen? ¿El vendedor me entregará a la Ley para que me detengan y así no tenga problemas en despachar una carga tres veces más importante? Por ese motivo, en las mesas donde se cierran los acuerdos es normal que haya una pistola nueve milímitros a la vista. Y esta también es una razón por la que “fiado” es una mala palabra.
La joven concepcionense, en cambio, logró hacerse de un nombre dentro del ambiente para cerrar alianzas estratégicas. Y una de ellas fue con Federico Sebastián “Morenita” Marín, uno de los narcos más renombrados de los últimos años. Él era uno de los eslabones de ese enorme centro de distribución de marihuana que se había instalado en la ciudad correntina de Itatí. Fue uno de los eslabones más importantes de la organización por la que fueron detenidos el intendente de esa localidad Natividad “Roger” Terán y su segundo, Fabio Aquino, entre otras personas. Una causa que también se llevó puestos a varios funcionarios de la Justicia Federal porque habrían protegido a varios miembros del grupo.
Desde la Procuraduría de Narcocriminalidad sostuvieron que entre 2012 y 2017, fecha en la que fue desarticulado el grupo, a la organización que manejaba Marín se les secuestraron unos 8.753 kilos de marihuana. Nada si se tiene en cuenta que los investigadores estimaron que traficaban 6.000 kilos por semana.
“Morenita” nació en un hogar pobre de esa localidad. Su niñez estuvo marcada por las necesidades. Muchos aseguraron que el apodo surgió de una de las actividades que desarrolló para sobrevivir: vender morenas como carnada a los pescadores de todo el país que visitaban su ciudad. Sus conocimientos del río Paraná le abrieron las puertas al narcotráfico. Fue ganando espacio en un grupo que durante años dominó la venta mayorista de cannabis a nivel nacional.
Se movía al mejor estilo narco mexicano, ya que hasta daba entrevistas cuando estaba prófugo. Habló para una radio de su ciudad luego de haber mantenido un enfrentamiento con gendarmes en pleno centro itateño. “Tuve problemas con la Justicia, no lo voy a negar, pero no soy un gran narcotraficante y no soy jefe ni de mi familia”, explicó. “Soy una persona común, que le gusta salir con la familia, jugar al fútbol, ir a las carreras de caballos y salir a pescar”, agregó.
El narco, que fue uno de los hombres más buscados del país (se ofreció una recompensa de $ 500.000 para quien aportara datos de su paradero) cayó de la manera menos pensada: fue detenido cuando visitaba a su esposa e hijos. Por cuestiones de seguridad, lo trasladaron al penal bonaerense de Marcos Paz ese mismo día. El año pasado, en un juicio abreviado, fue condenado a 10 años de prisión.
Vínculos
Tucumán es un punto clave en la vida de Marín. En los tribunales federales de nuestra provincia se escribió el primer oficio ordenándose su captura por una causa de drogas. Pero en este caso hay un punto oscuro poco conocido.
“Morenita” fue detenido en agosto de 2011 por haber trasladado un cargamento de unos 500 kilos de marihuana desde su Corrientes natal. La organización a la que pertenecía lo eligió para que negociara con un grupo de narcos tucumanos. El procedimiento fue desarrollado por los hombres de la División Antidrogas Tucumán de la Policía Federal y de la Dirección General de Drogas Peligrosas en Villa Fiad. Los efectivos ingresaron a un campo que estaba rodeado de muros de más de tres metros de altura para alejar las miradas indiscretas.
En el procedimiento, además del Marín fueron detenidos Esteban Hernán Vides, Nelson Ariel Barrios, Jesús Marcos González y Antonio “Tony” Lobo que espera ser enjuiciado por otra causa de droga. Los investigadores recuerdan un detalle del operativo: todos los arrestados estaban esperando para festejar el acuerdo con un asado que terminó secándose en la parrilla.
La estada de Marín en la provincia tampoco pasó inadvertida. Fue alojado en la Seccional 7ª por orden de la Justicia Federal. En diciembre de 2011, un policía observó que la puerta de la celda que ocupaba estaba abierta y que el detenido estaba guardando sus objetos personales en una bolsa. Pelearon y el efectivo logró ingresarlo nuevamente al calabozo. En la investigación, en la que fueron procesados varios uniformados de esa dependencia, los testigos coincidieron en señalar que había un auto estacionado afuera que se marchó raudamente después del incidente. Se sospecha que ese vehículo lo estaba esperando para escapar. Por ese motivo, se le inició otro proceso penal e inmediatamente fue trasladado al penal de Villa Urquiza.
Los pesquisas creen que “Morenita”, dentro de las frías y húmedas paredes del penal de Villa Urquiza, siguió adelante con el negocio. Desde allí mantenía contactos con el resto de la organización, que estaba creciendo sin ningún tipo de freno en Itatí, su ciudad. Se sospecha que él actuó como nexo entre los correntinos y los narcos tucumanos; estos últimos compraban la droga al por mayor. Además de “La Jefa”, también se habría vinculado con otros dos grupos narcos de esta provincia como “La Banda del Gordo Vaca” y “La Banda de Trayán”, ya desarticulados y con sus miembros condenados.
En febrero de 2014, Marín y los otros detenidos recibieron una pena de cinco años en un juicio abreviado y, a fines ese año quedaron en libertad. Al correntino se le permitió regresar a su provincia, pero con la condición que debía presentarse al menos una vez por mes ante la Justicia. Pero sólo cumplió un par de veces, por lo que en 2015 se ordenó su captura. Con el transcurso de los meses y por las investigaciones que se desarrollaron, se confirmó que el narco nunca había dejado de operar.
El último dato
Era un sábado como cualquier otro de junio de 2015. La división antidroga de la Policía de Santiago del Estero estaba a punto de concretar uno de los operativos más exitosos de su historia. Jamás se imaginaron las consecuencias de ese procedimiento. Tenían un dato y fueron a chequearlo. En tres vehículos de alta gama (tenían los datos de los modelos y colores de los autos) trasladaban una importante cantidad de droga. Los sospechosos, al descubrir la presencia de los policías, intentaron huir. Abandonaron los autos y los pesquisas encontraron más de 900 kilos de marihuana. Tres fueron detenidos y dos se escaparon. Ese hallazgo se transformó en el principio del fin de “La Jefa” y en un indicio de que “Morenita” seguía haciendo de las suyas en la región.
El correntino fue protagonista de una increíble historia que surgió de este procedimiento. Un ejemplo de lo que pueden hacer los billetes de los narcos. Una prueba de que el poder de la droga es como pus que de a poco va infectando cuerpos enteros. Los investigadores antidroga alertaron a todas las dependencias sobre el escape de los narcos. Mientras realizaban las actuaciones, recibieron una llamada de una comisaría donde se les informaba que estaban demoradas dos personas y que, una de ellas, se había identificado con el mismo nombre de un alto jefe policial santiagueño. A toda velocidad recorrieron los más de 40 kilómetros que los separaban del lugar donde estaban.
Al llegar encontraron solo a uno de los dos sospechosos. El que se había identificado como una autoridad huyó, mientras que su compañero quedó detenido por ser integrante del grupo que trasladaba la droga. El que se escapó, según las averiguaciones que se realizaron, habría sido nada menos que “Morenita”. El caso desató un escándalo y todos los efectivos de esa comisaría fueron desplazados porque nunca pudieron justificar por qué habían dejado al demorado que se marchase. Por ese insólito episodio, la Justicia Federal santiagueña pidió que Gendarmería Nacional continuara con la causa. Ese fue el principio del fin de la organización que lideraba “La Jefa”.
El "preso político" que pretendía vender arena correntina en Santiago del Estero
El ambiente narco siempre deja al descubierto personajes fuera de serie. Y el correntino Juan Carlos Straatman, también conocido como “El Alemán”, es uno de ellos. Pese a haberlo negado en más de una oportunidad, se sospecha que podría haber sido otro de los proveedores de la organización que lideraba Carla “La Jefa” Sánchez.
Straatman tiene varias caídas en causas por narcotráfico y compartió encierro con José Santillán, ex pareja de la concepcionense y con Luis Guerrero, otro narco santiagueño, padre de Juan Guerrero, con quien Sánchez tuvo una relación. “No la conozco a esa mujer”, le respondió al fiscal federal Pablo Camuña cuando fue enjuiciado por ser el proveedor de “La Banda de Trayán”. Su nombre habría sido mencionado en las causas de “La Jefa”, pero nunca se llegó a sumar pruebas en su contra para procesarlo.
El correntino era una máquina de negar. En las audiencias dijo que a él le decían “Carlitos” y no “El Alemán”. “No entiendo porque creen que me llaman así. Si mi apellido es de origen holandés”, explicó ante un tribunal que miraba para otro lado cuando aportaba ese tipo de respuestas.
En medio de su testimonio contó una historia que dejó helados a todos. Relató que estuvo 16 años preso después de haber sido capturado en Paraguay por militares que participaban del llamado Plan Cóndor, durante los régimenes dictatoriales de los gobiernos latinoamericanos.
También explicó cuál era su vínculo comercial con los tucumanos. “Quería hacer negocios. Pensaba comprarles limones, pero no se dio. Sí traía cañas de pescar que se vendían en los puestos de la ex Terminal”, reconoció.
Straatman les contó a los jueces otra insólito proyecto que tenía en mente, en este caso, con supuestos empresarios de Santiago del Estero. “Después de viajar mucho al norte me di cuenta de que los santiagueños tenían un problema: en esa provincia no hay mucha arena. Entonces como en la mía sobra, pensé en hacer viajes con ese material para que lo utilicen en las obras. Pero no pudo ser porque los fletes encarecían todo”, explicó.
Después de escuchar esas palabras, las personas que presenciaban la audiencia quedaron sorprendidos y algunos tuvieron que hacer un esfuerzo para no reirse. Los magistrados no podían ocultar su cara de asombro. El fiscal Camuña clavó su mirada en su computadora personal y los otros acusados, al igual que los defensores, se tomaron la cabeza al escuchar la insólita versión.
El show de “Carlitos” o “El Alemán” no terminó ahí. En la última parte de su declaración, le solicitó a los jueces la devolución de los U$S 10.000 que le habían secuestrado cuando fue detenido en su Corrientes natal. “Ese es un dinero que compré legalmente en Paraguay. Y tengo documentación para respaldar”, afirmó. A continuación, entregó unos papeles amarillentos al secretario del tribunal. Con el paso de los días, quedó demostrado que los jueces no creyeron en sus palabras. Lo condenaron a ocho años de prisión por ser el proveedor de “La Banda de Trayán” y no aceptaron restituirle el dinero.