Se cumplen 30 años de la tarde más mágica de Italia 90

Hace tres décadas, en un partido histórico, que tuvo miles de matices, Argentina rompió todos los pronósticos y derrotó a Brasil. Fue 1-0, con gol de Caniggia.

¡QUÉ MOMENTO! Caniggia ya definió y está a punto de iniciar su festejo; Taffarel, en el piso, no lo puede creer. El 1-0 de Argentina sobre Brasil será eterno. afa - archivo - imagen de tv ¡QUÉ MOMENTO! Caniggia ya definió y está a punto de iniciar su festejo; Taffarel, en el piso, no lo puede creer. El 1-0 de Argentina sobre Brasil será eterno. afa - archivo - imagen de tv

“Brasil decime qué se siente tener en casa a tu papá”. La canción que fue el gran hit de los hinchas argentinos durante el Mundial de 2014 comenzó a tomar forma muchos años atrás. Los números son fríos y contundentes y marcan que Brasil está arriba de la Selección en el historial de enfrentamientos, pero si algo hizo que los hinchas argentinos se atrevieran a poner el término “papá” en esa estrofa fue la enorme victoria del 24 de junio de 1990.

Aquel día, por los octavos de final del Mundial de Italia, Argentina eliminó a Brasil en un duelo que tuvo miles de condimentos, y que tranquilamente podría ser parte de un relato ficticio, creado por alguna de las grandes “plumas” que habitaron este suelo. Porque los innumerables matices que aparecieron en escena fueron dándole forma a una verdadera hazaña, a una epopeya; a uno de los triunfos más festejados por Argentina en la historia de la Copa del Mundo. “Una genialidad de Diego (Maradona) y la definición magistral de “Cani” (Claudio Caniggia), nos permitió dar un gran golpe porque Brasil era candidato a jugar la final. Ese día rompimos todos los esquemas”, le cuenta a LG Deportiva José Basualdo, uno de los titulares en aquel día caluroso en el viejo “Stadio Delle Alpi” de Turín.

Maradona en “una pierna”, la enorme supremacía verdeamarelha, las atajadas de Sergio Goycochea, los benditos palos salvadores, el “bidón de Branco“ y la curiosa charla técnica que dio en el entretiempo Carlos Bilardo fueron dándole forma a un triunfo que aún está fresco en la memoria de cualquier futbolero medio.

“Fue una hazaña increíble. Los eliminamos cuando ellos tenían un equipo que brillaba y nosotros estábamos que nos caíamos a pedazos”, recordó alguna vez Oscar Ruggeri.

Brasil había llegado a octavos como líder de su grupo, puntaje ideal y sólo un gol en contra. Argentina había entrado a la fase final por la ventana gracias a ser uno de los mejores terceros, detrás de Camerún y de Rumania.

Por eso nadie daba dos pesos por la Selección. “Todos pensaban que Brasil nos iba a hacer 200 goles, que íbamos a hacer el ridículo. En la previa, los únicos que teníamos esperanzas éramos nosotros”, cuenta “Pepe” sobre un partido que para colmo de males se jugó en la casa de Juventus, donde Maradona, a esa altura un Dios en Nápoli, acérrimo rival por esos años de la “Vecchia Signora”, era mala palabra. “Brasil tenía el apoyo de casi todo el mundo. Tenía un gran equipo, era el favorito y los italianos estaban en contra de Diego y a partir de ahí, en contra de nosotros”, agrega Basualdo.

Pero el fútbol no tiene lógica. Es impredecible y puede entregar cualquier cosa. Nadie gana con la chapa y, hasta muchas veces, ni siquiera haciendo los méritos a lo largo de todo un juego. “Sentíamos que no podíamos hacer nada de lo que sabíamos. Sólo nos dedicábamos a correr y a recuperar la pelota; pero al toque la perdíamos de nuevo. Brasil tenía mucha posesión y jugadores desequilibrantes, y aquella vez mostraron una enorme superioridad. Nosotros hicimos un primer tiempo para el olvido”, rememora Basualdo. “El 0 a 0 era un resultado bárbaro. Si Brasil nos hubiera hecho tres o cuatro goles, habría estado bien”, enfatizó en otro momento Ruggeri.

Goycochea revolcándose de un lado al otro para salvar varias situaciones claras, los palos y el travesaño devolviendo cualquier bola a la que él no llegaba, y jugadores argentinos corriendo desde atrás a los brasileños fueron moneda corriente en ese lapso. El panorama era difícil, el futuro pintaba bien oscuro. Así que durante el entretiempo el vestuario nacional parecía un velorio. No voló una mosca, nadie dijo nada. Ni siquiera el DT o alguno de sus colaboradores. “No entendíamos nada”, dijo entre risas el propio Maradona.

Por eso cuando sonó la chicharra que indicaba que los equipos debían volver al campo, muchos jugadores cruzaron miradas, pero en silencio emprendieron el camino hacia el túnel. “Cuando íbamos saliendo, Bilardo nos dijo: ‘los de rayado somos nosotros y los de amarillos, ellos. Juguemos con los de rayado porque si se la seguimos dando a los de amarillo vamos a perder, ¿eh?’. Fue algo muy cómico”, ríe con ganas el campeón del mundo con Vélez y Boca.

En el complemento la cosa no cambió mucho. Quizás sólo que Brasil sacó un poco el pie del acelerador producto del calor y del cansancio. Y como muchos afirman, siempre aparece una oportunidad; sólo es cuestión de saber aprovecharla.

En el minuto 81, luego de que Goycochea y sus palos habían sido protagonistas durante todo el juego, apareció Maradona, con el tobillo infiltrado y la cara de dolor a cuestas. Corrió, gambeteó y le puso a Caniggia un pase de antología. “Pájaro” hizo el resto y marcó el 1-0. “Cuando me salió Taffarel, la primera intención fue pegarle, pero después decidí enganchar. Fue algo de una fracción de segundo”, revivió hace algún tiempo Caniggia, el del increíble festejo medido. “Faltaban 9’ y ellos podían reaccionar. Lo único que quería es defender a muerte ese gol. Quería que terminara el partido. Mirá si lo gritaba con todo, me sacaba la camiseta y después lo perdíamos”.

Aquella tarde, la justicia futbolera se fue a dormir la siesta dejando el camino libre para Diego sacara un conejo de la galera y para que “Cani” le diera alas a un equipo que parecía fundido, pero al que ese triunfo le inyectó más ganas de vencer y al que sólo le faltó coronar ese verano italiano que sigue siendo inolvidable.



En una pierna

Contra Rumania, en el último partido de la fase de grupos, Maradona recibió una patada, que le dejó el tobillo izquierdo a la miseria. “El día del partido contra Brasil llegué al estadio rengueando. Cuando el doctor quiso infiltrarme, la aguja no entraba en el pie. Se la quité y me la clavé de una. Grité como loco, pero no me perdía ese partido por nada del mundo”, declaró el “10.


El mito del bidón
“Galíndez, el masajista, me dio algo para tomar y comencé a quedar tonto”, acusó Branco. Sin embargo nunca se comprobó. “Yo les decía, andá Valdito; tomá que hace calor. Branco se la tomó toda, pateaba los tiros libres y se caía, veía nublado. Alguien picó un tranquilizante en el bidón”, relató Maradona. Bilardo sigue negando la situación. “Quedará como un mito”, sentenció Basualdo.


Una premonición
“Caniggia va a tener una situación clara. ¿Fallará o acertará?”. El apunte de Alejandro Apo, comentarista de Marcelo Araujo durante la transmisión, algunos minutos antes de la jugada que terminó definiendo el duelo, tomó notoriedad con el paso del tiempo. Por cómo se iban dando las cosas, nadie pensaba un desenlace como el que se terminó dando en Turín.


Para el recuerdo
“Maradona... Alemao que no, sigue Diego, picó Caniggia. Vamos Diego, lo estaban agarrando.. Caniggia, la ley de la ventaja, Caniggia, ahora o nunca... El triunfo, Caniggia, gol... goooooooool ar-gen-ti-no. Claudio Caniggia... La Argentina 1-Brasil 0”. Con esas palabras Marcelo Araujo relató la secuencia de la gran jugada del “10” y la perfecta definición del “Hijo del Viento”.

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