La lección de unidad que evitó una crisis ambiental

Cuando el mundo se pone de acuerdo y tira para el mismo lado lo imposible se hace posible. Son remansos que le inyectan optimismo a la compleja condición humana e invitan a preguntarse: ¿por qué no actuamos así en todos los órdenes de la vida? Hablamos del Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, que cumple hoy 35 años y brinda un mensaje esperanzador. Desde que la comunidad global acordó medidas tendientes a frenar ese desastre ambiental en ciernes los resultados han sido positivos, en el marco de una batalla que se libra a diario y merece un monitoreo permanente y riguroso.

El ozono condensado en la estratósfera funciona como un escudo capaz de neutralizar los rayos ultravioletas. Sin ese manto protector los seres vivos seríamos víctimas de la radiación solar. Por eso, cuando los científicos detectaron que la capa de ozono estaba perforándose hicieron sonar las alarmas. Era imprescindible detener las emanaciones de clorofluorocarbonos (CFC), gases aplicados por la industria química en aerosoles y heladeras, entre otros usos, porque una vez sueltos en la estratósfera son letales para el ozono. La Convención de Viena de 1985 consensuó esta solución y con las herramientas del Protocolo de Montreal, firmado dos años después, el mundo puso manos a la obra.

La decisión de preservar la capa de ozono le dio forma al primer tratado de la historia de la ONU que consiguió la ratificación universal. Las evaluaciones están a cargo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y del Programa de la ONU para el Ambiente, cuyos expertos sostienen que el problema podría estar resuelto entre 2050 y 2075, cuando la capa de ozono debería recuperar su densidad histórica. Todo depende, a fin de cuentas, del comportamiento humano.

A partir del Protocolo de Montreal, los gobiernos, los científicos y la industria se comprometieron a trabajar unidos con el fin de eliminar el 99% de los productos que atacan la capa de ozono. Es clave en ese sentido la implementación de un fondo que asiste a los países en vías de desarrollo. Es un sistema virtuoso que demuestra la importancia del Pnuma (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), el organismo que por estos tiempos vuelca sus mayores esfuerzos a crear conciencia sobre la crisis del calentamiento global.

Así como la defensa y la reconstrucción de la capa de ozono obtuvieron el inédito acuerdo de la comunidad internacional, los intereses políticos y económicos involucrados en la cuestión del calentamiento global han impedido hasta aquí la posibilidad de llegar a un consenso similar. La alteración del clima, los efectos que provoca y las preocupantes previsiones para el corto y mediano plazo no han sido suficientes, hasta el momento, para derivar en un compromiso tan serio y efectivo como el Protocolo de Montreal.

El Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono puede celebrarse también en clave sanitaria. El objetivo de este esfuerzo es preservar la vida y para eso es necesario un trabajo conjunto y armónico, justamente lo que la humanidad requiere en tiempos de pandemia. La comunidad global -sus líderes, científicos y pensadores- vienen demostrando en una cuestión tan delicada como la capa de ozono que la clave del éxito reside en la colaboración, en la generosidad y en el compromiso. Una buena medida para pensar en desafíos como los que plantea el coronavirus.

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