Distanciamiento social, pero con el corazón abierto

Una de las principales recomendaciones que se formularon, durante la pandemia de la covid-19, ha sido mantener el distanciamiento social. De esa manera, las personas corren menos riesgos de contraer la enfermedad. Sin embargo, el espíritu particularmente latino ha llevado a que, en muchos casos, se prescinda de esa sugerencia, con las consecuencias propias de un virus que sigue propagándose. Así, las autoridades nacionales y provinciales vienen sosteniendo que ocho de cada 10 casos positivos para covid-19 se han originado en encuentros sociales, en las que no se respetó esos dos metros de distancia entre persona y persona, como tampoco el uso correcto de los barbijos.

Se esgrime que no hay otra manera de expresar el afecto que acercándonos al otro, ignorando en la mayoría de las oportunidades los riesgos que esta conducta causa. Después de casi medio año de cuarentena, la sociedad tiene la sensación de que -cada día que pasa- nos estamos haciendo más fríos ante el otro, que una palabra de aliento no resulta suficiente para levantar el ánimo de un niño que no está acostumbrado al encierro, de un adulto mayor que, generalmente, se alimenta del afecto de su entorno y, en suma, de los encuentros familiares tan tradicional en nuestra idiosincracia.

Frente a la nueva realidad o nueva normalidad, encontramos personas que señalan que no tienen ganas de nada, que ese motor que los moviliza, el afecto, funciona a media máquina o directamente se paraliza ante la incertidumbre de no saber cuándo se terminará la pesadilla del virus que pone en vilo al mundo. Un psicólogo experto en terapias de bienestar señala que no hay que dejarse vencer por una situación que, en algún momento pasará. Y que, por más que vivamos encerrados dentro de cuatro paredes hay que seguir generando energías para construir el futuro. Para salir de esa sensación sugiere establecer pequeñas metas en el día. Y esto es un simple plan que, antes de la pandemia, muchos no solían hacer, como llamar a las personas queridas; brindarse apoyo permanente, con el fin de generar una sensación de acompañamiento en un difícil momento y, por sobre todo, tratar de enviar un mensaje positivo, más allá de la inflación, del dólar, del cepo, de la devaluación o cualquier otro tipo problema cotidiano que nos atormente. El psicólogo sostiene que una acción simple puede resultar terapéutica porque todos “nos curamos cuando ayudamos a los demás”. ¿Por qué no tomar el teléfono y hacer una llamada (o videollamada) para decirle al otro: “te quiero dar las gracias por…” mirándolo a los ojos para ver cómo sonríe? Esa dopamina que se suelta no es otra cosa que un “químico de la alegría” que nos vuelven a nosotros, completa el escritor.

A medida que se fue propagando el virus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recomendado a todos los países abandonar los besos, los abrazos y ahora los saludos con el codo. “Al saludar a la gente, es mejor evitar chocar el codo porque te pones a menos de un metro de distancia de la otra persona. A mí me gusta poner la mano en el corazón para saludar a la gente estos días”, aconsejó el director de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus, a través de las redes sociales. En algún momento, esta pandemia pasará. Hasta entonces, es necesario mantener los corazones abiertos, fortaleciendo la solidaridad y poniéndose en el lugar del otro por más distanciamiento social que haya.

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