Por algo, a las comparaciones suele calificárselas de “odiosas”. Así como sería interesante saber qué valor le darían muchos argentinos a Lionel Messi de no haber existido Diego Maradona, o qué tanto más respetados serían hoy Rafael Nadal y Novak Djokovic si Roger Federer nunca hubiera jugado al tenis, o si a esta altura a Lewis Hamilton ya sería reconocido como el mejor piloto F1 de la historia de no ser por los números de Michael Schumacher, también cabe preguntarse qué lugar ocuparía LeBron James de no ser por la leyenda de Michael Jordan en la NBA. Para algunos, ya puede mirarlo de igual a igual e incluso podría llegar a superarlo; para otros, aunque “The King” rompiera todos sus récords, nunca podrá igualar al mítico 23 de Chicago Bulls, máxima figura de un equipo cuyo impacto en los 90 superó por mucho las fronteras de la NBA y sumó legiones de nuevos aficionados al básquet.
154 millones de dólares por cuatro temporadas fue el monto por el que firmó LeBron James con los Angeles Lakers en 2018
Por lo pronto, los fríos números marcan que LeBron ya tiene una marca que “Su Majestad” no: con el título que logró el domingo con Los Angeles Lakers, se convirtió en el único jugador en la historia en ganar tanto el anillo como el premio al Jugador Más Valioso de las finales (MPV) con tres franquicias diferente. Antes, ya lo había hecho con Miami Heat (2012 y 2013) y con Cleveland Cavaliers (2016). Además, junto a Jordan, son los únicos que ganaron al menos ocho distinciones MVP (James tiene cuatro en temporada regular y cuatro en playoffs), aunque todavía le falta uno más en regular season y dos más en Finales para igualar al de Carolina del Norte en ese rubro.
Pero lo de LeBron va mucho más allá de las estadísticas. Con 35 años y 17 temporadas en la NBA, sigue siendo un as de espadas, un jugador dominante que marca la diferencia y convierte en candidato a cualquier equipo que cuente con él. En este caso, los Lakers, que apostaron por él en 2018 para continuar el legado de Kobe Bryant -fallecido en enero de este año- y llevarlos de nuevo a la cima, tras una década de sequía. Así lo había prometido y así lo hizo. La franquicia angelina ya despertaba el interés de “The King” en sus años de dura infancia en Akron, Ohio, ciudad que también vio nacer a Stephen Curry. Fruto una relación casual entre una madre de apenas 16 años y un hombre que no tardó en abandonarlos por su afición al alcohol, el pequeño LeBron vivió una niñez difícil, marcada por la pobreza, mudanzas constantes y la falta de oportunidades. Hasta que sus aptitudes físicas le brindaron una: en un principio se destacó como jugador de fútbol americano, gracias a su corpulencia y velocidad. Tiempo después, el padre de un amigo lo instruyó en el básquet, deporte para el que, se dice, el padre de LeBron tenía talento antes de perderse en la bebida y la delincuencia. Ya con casi dos metros, una contextura física privilegiada y una habilidad natural para el básquet, el joven se fue ganando un nombre en las competencias de nivel secundario hasta convertirse en un claro candidato a brillar en la NBA.
17 títulos ganaron los Lakers, alcanzando así en la cima a Boston Celtics. Segundos están Chicago Bulls y Golden State Warrioris, con 6
En 2003, fue elegido en la primera posición del draft por Cleveland Cavaliers. Al momento de elegir el número de su dorsal, no lo dudó: 23, el de Michael, su ídolo. Tras siete temporadas, en las que sobresalió como un gran talento, pasó a Miami Heat, donde lograría los primeros dos títulos de su carrera. Para la temporada 2014/15 regresó a Cleveland Cavaliers, en su estado natal, y en la siguiente se dio el gusto de ganar su tercer anillo. Pero LeBron siempre quiere más, y por eso en 2018 pasó a los Lakers. En ese primer año, no pudo entrar a playoffs, por primera vez en 13 temporadas, pero siguió dispuesto a cumplir con su promesa. Y lo logró, en este fatídico y extraño 2020, brillando dentro de la cancha y alzando la voz fuera de ella, involucrándose de lleno en el movimiento antirracista “Black Lives Matter” y convocando al público a tratar de lograr cambios necesarios votando a conciencia en las elecciones. Un compromiso que le ha valido críticas por parte de quienes consideran que los deportistas deben dedicarse a jugar y nada más. Pero a “The King” no hay nada que lo aparte de sus ideales. Sólo pretende que se lo respete. A él y a los Lakers. “Ahora esta franquicia quiere que se la vuelta a respetar...y yo quiero mi maldito respeto también”.