Atlético se adapta al nuevo fútbol argentino

Tras la suspensión por pandemia, el equipo tucumano descubrió que tiene varios “goleadores” en su plantel, el club se prepara para recibir por primera vez a periodistas. Una verdadera experiencia.

PUERTA ABIERTA. A partir de este viernes, los periodistas estarán habilitados para asistir al estadio de Atlético. conmebol PUERTA ABIERTA. A partir de este viernes, los periodistas estarán habilitados para asistir al estadio de Atlético. conmebol

La “tranquera” se abrió, por así decirlo. Y un pequeño grupo de periodistas pudimos acceder este fin de semana a las canchas para ver fútbol argentino en vivo y en situ, un placer laboral perdido y reencontrado, en el caso de quien suscribe, en la noche del sábado, en el estadio Libertadores de América.

La práctica, se sabe, era común y corriente hasta que la pandemia disparó la suspensión del fútbol primero, y luego la prohibición –tanto en copas internacionales como en la inauguración de la Copa de la Liga Profesional- de la asistencia a los estadios de los periodistas (salvo aquellos de las empresas poseedoras de derechos televisivos).

A partir de la segunda fecha del torneo local, la “cuota parte” de presencia se amplió lo suficiente para que LG Deportiva pudiera concurrir al estadio de Independiente, donde River hizo de local frente a Rosario Central (victoria 2-1 del “Millonario”). En total, 10 representantes de la prensa escrita y 10 transmisiones radiales, cada una de ellas, con relator y comentarista, fueron los autorizados.

Sin hinchas habilitados, llegar a la cancha fue un mero trámite, más fácil que ir a un teatro de la Avenida Corrientes en pre-pandemia. Y resultó sumamente sencillo estacionar frente al estadio mismo, sin trapitos a la vista, claro. La “nueva normalidad” del fútbol argentino facilita cuestiones operativas, aunque las imágenes derivadas parezcan extraídas de un libro de (ciencia) ficción: con efectivos policiales relajados y sin aroma ni humo de choris y patys en las calles.

En el sector de cabinas, a los colegas se les veía cara de chico (o chica) con “chiche” nuevo. Para aquellos que lo hemos experimentado desde niños, ir a la cancha tiene ese “no sé qué” que ni siquiera circunstancias fuera de lo común como las actuales logran desactivar. Al despertarse por la mañana se siente como “un día de gracia”, parafraseando a un director de teatro que afirmaba ídem en relación a las jornadas en que tocaba función. Asistir como hincha o como periodista no es lo mismo, pero la esencia no cambia, es el líquido amniótico cultural en el que nos desarrollamos millones de argentinos.

Mucho protocolo, claro. Todo el mundo (casi) todo el tiempo con barbijo. Declaración jurada una vez confirmada la acreditación, medición de temperatura antes de ingresar al estadio, y luego la ubicación uno por cabina, con ventanita abierta y frasco de alcohol en gel a la mano. Esta vez, los colegas radiales salieron perdiendo: debieron dejar la comodidad de la cabina y pasaron a sentarse en los pupitres al aire libre, por la preocupación imperante, separados varios metros entre sí. También por prevención, las empanadas repartidas por la gente de prensa de River llegaron en una cajita con precinto de seguridad, como debe ser. Después, la pelota empezó a rodar. Con solo cuatro fotógrafos en total autorizados -en las tribunas-, y un par de policías por sector. Sobre el verde césped hubo un partido. Está bueno eso de escuchar todo: la frustración de Pratto ante una mala decisión de un compañero, el grito del “golón” pergeñado por De la Cruz, las quejas al árbitro del ‘Kily’ González. No está bueno ver las gradas vacías, volver a la cancha con la principal intención de oficiar de testigos de que en verdad el partido se jugó, que no fue una puesta en escena para cobrar el abono de la televisión.

Cabe recordar que, desde este viernes, para el partido entre Atlético y Unión, los periodistas podrán volver al “José Fierro”.

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