“La esencia de Bushido es no mentir, no frivolizar, no tener dos caras, ser coherente, no ser codicioso, no ser grosero, no alardear, no ser extravagante, no criticar, ser buen compañero, no dejarse afectar por los problemas, no compararse, ser compasivo y actuar de buena fe; los que solo están dispuestos a entregar la vida no pueden ser considerados un buen samurái”.
El Bushido es un código de honor seguido a rajatabla por los guerreros del Japón feudal y que pasó a la historia en forma de recopilación plasmada en una saga de 20 volúmenes que se transformó en la guía espiritual primero de los samuráis y luego de toda la sociedad japonesa que se basa en esas enseñanzas para los aspectos de la vida diaria. Los samuráis consideraban su honor como la más importante de las virtudes y perderlo significaba la deshonra y humillación que sólo podían recobrar con su propia muerte a través del sepukku.
En octubre de 2019, el ministro de Economía, Comercio e Industria de Japón, Isshu Sugawara, renunció a su cargo, un mes y medio después de haber asumido, en medio de acusaciones de que su oficina ofreció dinero y regalos a sus seguidores en violación de la ley electoral del país. El delito que se le imputaba (atención) era el de haber permitido que su secretaria haya ofrecido 180 dólares como muestra de condolencia a la familia de un seguidor de su partido, fallecido dos meses antes. Además la oficina de Sugawara envió flores a la funeraria donde estaban siendo velados los restos del partidario. La ley estipula que la entrega de regalos por parte de los políticos a las personas en sus distritos es ilegal, ya sea que haya elecciones o no. ¿Qué pasó en Argentina? Un periodista vinculado al oficialismo, Horacio Verbitsky, involucra al ministro de Salud Ginés González García en un entramado para favorecer a amigos VIP en la recepción de vacunas y el ministro no lo niega. Pero no renuncia. Sigue en su cargo hasta que la escalada de críticas obliga al presidente Alberto Fernández no a despedirlo directamente, sino a pedirle la renuncia. Un cambalache.
Desde que comenzó la pandemia, quienes deben educar con el ejemplo son los que menos lo hacen: los que conducen los destinos del país, de las provincias o de los municipios. Se cansaron de repetir que estaban prohibidas las reuniones sociales, que había que mantener el distanciamiento social y que el uso de barbijos era esencial. Las fotos que ellos mismos subían a las redes sociales no demostraban demasiado apego a los decretos que regulaba el ASPO. Aquí en Tucumán, mientras todo el mundo estaba encerrado, el gobernador Juan Manzur se reunía en una “arroceada” con funcionarios, legisladores, y hasta un juez de la Corte en la casa del intendente de Banda del Río Salí. En Capital Federal el presidente aparecía abrazado al camionero Hugo Moyano o en mitines multitudinarios, con muy pocos barbijos a la vista.
Y ya no se trata simplemente de alentar una grieta que es cada vez más profunda. De hecho tampoco es una situación exclusiva del gobierno de Fernández. Es una cuestión que tiene que ver meramente con la gobernabilidad. Durante la gestión de Mauricio Macri se dejaron vencer cuatro millones de dosis de vacunas que estaban en un frigorífico de la Capital. Había vacunas Antigripal Adulto, Prevenar 13, Sabin Oral, Antipoliomielítica, Anticólera y DPT-A, entre otras. Habían sido compradas en 2017, durante la gestión de Cambiemos. Es decir, los gobiernos se equivocan en muchos temas, pero con la salud de la población no se debe (puede sería un verbo inutilizable en este caso) jugar. Y los argentinos votan cada cuatro años confiando en un/una líder que nos saque a flote. Y cíclicamente enfrentamos escándalos que tienen un origen en la corrupción. Pero Carlos Menem siempre negó partición en la voladura de Río Tercero, Fernando de la Rúa dijo que no tenía vinculación con los muertos en Plaza de Mayo, Cristina Fernández afirmó que no sabía nada de las coimas en la obra pública. Mauricio Macri aseguró que desconocía lo del espionaje ilegal, y ahora Alberto Fernández explicó que no tenía noticias de un vacunatorio vip.
Mientras tanto, millones de mayores de 60 años esperan que les toque poner el brazo para una vacuna, tal vez la última esperanza de vida contra un virus que los vapuleó desde el principio. Y hoy ven que gente con apellido famoso, joven, sin funciones sanitarias, levanta un teléfono y obtiene una de las preciadas dosis sin tan siquiera tener que hacer cola.
Honor, una de las pocas palabras que nos llega del latín sin ningún cambio, proviene de honor, honoris que, para los romanos significaba ‘consideración, respeto, atención’ y también ‘las honras y dignidades concedidas por el Estado’ como representante de la sociedad. Funcionarios y representantes elegidos por el pueblo repiten una frase al “juráis desempeñar debidamente el cargo, y obrar en todo de conformidad a lo que prescribe esta Constitución”. Todos responden con el afirmativo e incluyen además que en caso de no hacerlo “la patria se los demande”. La patria debe tener demasiados problemas, o ya debería haber llevado a juicio a muchas personas. Ojalá algún día recuerden sus propias palabras. Con la salud no. Tengan un poco de honor.