Faltan cuatro semanas. Para mediados de abril, según advierten los especialistas, nos golpeará una segunda ola de coronavirus. Justo en el momento en el que el cambio de estación comenzará a sentirse en Tucumán, aunque en nuestra provincia el frío propiamente dicho llega bastante después. Pero el ambiente ya no será el mismo. Y eso es peligroso. Más puertas y ventanas cerradas, menos aireación, más encierro equivalen a más circulación del coronavirus. Los tucumanos nos enfrentaremos otra vez a un enemigo que nunca se fue, pero que pareció darnos un respiro durante un par de meses. Y con todas las actividades abiertas, un relajamiento inusitado con respecto a las medidas de seguridad y una vacunación que se mueve al compás de las migajas que los productores destinan a todo el mundo. Pero, ¿cuál es la situación real de Tucumán en cuanto a la vacunación? Insuficiente es la primera palabra que se nos viene a la mente. Pero hay otras para acompañarlas y confusa es una de ellas.
Las palabras de Horacio Verbitsky tiraron por la borda todo lo bueno que según el Gobierno de Alberto Fernández se estaba haciendo con las dosis de vacunas que llegaban a Argentina. Los vacunatorios VIP comenzaron a aflorar por todo el país y, como no podía ser de otra manera, Tucumán no fue la excepción. Los casos de la familia Gandur indignan no sólo por haber accedido a las dosis cuando por edad, trabajo y protocolos no le correspondía, sino por que son el más claro ejemplo del nepotismo que existe en la provincia. Un funcionario del Siprosa logró que sus cuatro hijos entren a trabajar en el Estado. ¿Cuántos casos más así habrá? Y además, sin ningún tipo de consecuencias. Hasta el gobernador Juan Manzur los defendió.
El escándalo que eyectó a Ginés González García del Ministerio de Salud de la Nación mostró además que para el Estado hay hijos y entenados. No importó que casi el 75% de los mayores de 60 años todavía no haya recibido ni una dosis de la esperanza líquida. Igualmente había jóvenes de 20 y 30 años que aparecieron en turbias listas y accedieron a las vacunas aunque no formaban parte de los sectores de riesgo presentados por el propio Gobierno.
Vamos con algunos números como para ejemplificar mejor lo que en Tucumán, como mínimo, parece ser controversial. La provincia tiene registradas a 266.179 personas dentro de los mayores de 60. De ellos, 130.000 son mayores de 70, los únicos que, aparte del personal de salud, de seguridad y de educación, ya comenzaron a ser vacunados. Luego del “vacunagate”, la Nación creó un monitor online para ver en qué estado se encontraba el plan en cada una de las provincias. Y las cifras en Tucumán dejan varias dudas. Según ese portal, desde que comenzó la distribución a Tucumán llegaron 136.450 dosis. Pero de ellas se aplicó la primera a 68.219 personas y la segunda a 15.645. Es decir que hay un total de 83.864 dosis aplicadas. La operación es fácil: en la provincia hay (¿debería haber?) 52.586 dosis que todavía no se aplicaron. En principio, deberían ser todas segundas dosis para los que ya se aplicaron la primera. Pero esto no es así. La gran mayoría son primeras dosis, y sobre todo de Sinopharm, la vacuna china que se estaba aplicando a docentes. Hay números que no cierran y tampoco hay explicaciones certeras. Si la vacunación se suspendiera hoy mismo, ¿qué porcentaje de la provincia estaría inmunizada con las vacunas sin contar a menores de 18 ni a personas sanas de entre 19 y 59 años? El número es bajísimo. Basta decir que aún no se vacunó a todos los mayores de 70 y con los mayores de 60 aún no se empezó.
En el Gobierno de la provincia están preocupados por los números. Y ya no hablamos de las cifras de personas vacunadas, sino del sistema informático. Sin que nadie quiera decirlo con nombre y apellido, aceptan que ese sistema es un caos. Todos los días hay decenas de casos, por ejemplo, de fichas informáticas donde una persona figura como “voluntaria” para la inmunización, sin haberse inscripto nunca bajo esa denominación. O “saltan” anotadas como empleadas del Siprosa personas que nunca trabajaron para el Estado. Lo saben la ministra Rossana Chahla y sus colaboradores, y lo sabe el gobernador, pero de eso no se habla. Pero no refieren a casos de “vacunación VIP”, sino a desorganización.
Se sabe que la distribución de vacunas en todo el mundo no está siendo fluida. Todos los países tienen problemas para acceder a la única manera conocida hasta el momento para enfrentar a un virus letal. Pero nuestro país, y por ende nuestra provincia, también genera el virus de la desconfianza, y muchas veces por errores de comunicación. Evidentemente no bastó con pedirle la renuncia a González García, ya que las irregularidades siguen apareciendo. En vez de cortar de raíz un tema tan sensible, se lo alimenta con la falta de claridad. Ya se dijo, no se puede jugar con la salud de la población. Así, y parafraseando al gran Atahualpa Yupanqui, otra vez, las penas son de nosotros. Pero en este caso, las vacunas son ajenas.