El capitalismo ha muerto... de covid-19

El 25 de Mayo de 2004 no sólo se conmemoró un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo sino, también, el primer año de gobierno de Néstor Kirchner. Y hubo un verdadero festejo cívico en las calles. Buenos Aires era una fiesta genuina. Pasaron 17 años y el martes pasado miles de argentinos volvieron a las plazas y los monumentos públicos de todo el país, pero para protestar contra el Gobierno nacional, que lleva apenas un año de gestión, y que tiene al ex jefe de gabinete de Néstor y a la esposa del ex mandatario como Presidente y Vicepresidenta de la Nación. Las principales capitales, en todo el país, eran una legítima sucesión de maldiciones contra el oficialismo y sus medidas de reinstauración de las restricciones.

Hay que ser muy necios para no darse cuenta de lo que está pasando: en el contexto de la última generación, signada por 13 años de gobiernos “K” y cuatro años de gobierno macrista, los gorilas experimentaron una mayor tasa de natalidad (a valores exponenciales) que los sectores nacionales y populares de la Argentina.

Por supuesto, para llegar a esta conclusión hace falta empoderar a la ciencia. Y la Argentina hoy tiene un gobierno de científicos que nos permiten acceder a verdades rigurosas. Los obtusos (el eufemismo que prefieren los medios de “la corpo” es “opositores”), por supuesto, apelan a la mentira. Pretenden que hay crisis económicas o faltantes de vacunas, porque se niegan a admitir, por ejemplo, que en Misiones, donde hay elecciones en unos días, hay dosis de sobra para inmunizarse y están anticipando el pago del aguinaldo.

Precisamente, la más cruel de las atrocidades que debe enfrentar el Gobierno nacional es el negacionismo de su éxito por parte de los obtusos. A estas alturas, el epítome de la invisibilización de los triunfos oficialistas se resume en una calumnia de cinco palabras: “Este Gobierno no tiene plan”. ¿Cómo se puede decir una barbaridad semejante?

En inflación, 4% mensual parejo. Pura coherencia en la cifra. Pero la “opo” prefiere ver en ello un castigo al ahorrista. Paren con las injurias. El Gobierno no sólo ha desplegado mecanismos de control, que funcionan perfectamente en una amplia gama de productos imposibles de encontrar, sino que además está tomando medidas en el contexto de la Ley de Góndolas. Literalmente, esta semana la Secretaría de Comercio Interior de la Nación difundió que sus funcionarios salieron a mensurar los muebles exhibidores de los supermercados para ver si cumplen con las normas. Seamos honestos: ¿hay algo más rigurosamente científico que tomar medidas con una cinta métrica? Argentina, un país en serio.

El oficialismo hace vanguardia política. En el tercer milenio, y en plena pandemia, la gente (como acotó en Twitter el comprovinciano Bernardo Erlich) no se fija en precios ni compara la calidad de los productos: atiende exclusivamente cuánto miden las góndolas…

En materia monetaria, el Gobierno aplica un desdoblamiento del tipo de cambio para combatir el cosmopolitismo: si vendes algo al exterior, el Estado te liquida lo facturado con el dólar a $ 100; si querés dólares, están a más de $ 160. Y, por supuesto, no se consiguen. Pero el cipayismo sólo habla de “competitividad”. Son los mismos que viven pregonando que “las penas son de nosotros / las vaquitas son ajenas”. Pero cuando decidís que las vaquitas no se enajenen en otros países, hablan de persecución contra los exportadores.

En el capítulo social, la pobreza ya supera el 50%, y deja expuesto la hipocresía de los adversarios del Gobierno: repiten que “de la crisis salimos todos juntos o no se salva nadie”. Pero cuando el Estado se ocupa de que no se salve nadie, salen a criticar. ¿En qué quedamos, apátridas? Nos insertamos en el mundo y estamos en el “top 5” de los países con más casos de coronavirus por millón de habitantes y también se quejan. Viven rezongando que, desde 1946, el PBI per capita de la Argentina sólo se derrumba. Pero cuando elevás el COVID per capita te ningunean la variable…

Finalmente, en materia de garantías constitucionales, hubo más de un año de cuarentena y ahora el Gobierno va por más. Y es justamente en este punto es donde se pueden apreciar el verdadero interés de la oligarquía agazapada: no quieren que haya igualdad ante la ley. Sólo quieren perseguir y encarcelar kirchneristas, pero nunca pagar por los crímenes que perpetran las clases acomodadas. No sean tan impunemente contradictorios. O por ir a tomar unos mates al parque van a ir todos presos, o nadie que figure documentadamente en la causa “Cuadernos de la Corrupción” va a estar tras las rejas. Pero doble estándar, no. Mucho menos teniendo en cuenta lo incomparable de los casos: el contagio por coronavirus puede llevar a la muerte, pero nadie se murió de recibir 9 millones de dólares en un convento. Sin embargo, los dueños de bares y restaurantes que quieren trabajar están libres, mientras que el perseguido comprovinciano José López fue procesado, encarcelado y condenado.

Entonces basta de decir que “este Gobierno no tiene plan”. Claro que tiene un programa y muy preciso. Si no les gusta, armen un partido político y ganen elecciones (pero no las de este año, porque eso sería destituyente).

Cuestión de “modelo”

Queda claro, entonces, que la política interna argentina está encaminada. Después se discutirá hacia dónde nos lleva, pero encarrilada está. Y eso permite, gracias a la tarea del ala científica del gobierno, que el sector de los estadistas pueda dedicarse plenamente a la política exterior. Ahí, el kirchnerismo les saca años luz a todos, todas y todes.

El Presidente se dio una vuelta por Europa este mes para anunciarles a los pueblos del Anciano Continente que el capitalismo ha llegado a su fin. Huelga decirlo: no lo entienden. O no lo quieren entender. Pero él ya gobierna con esa convicción. Basta mirar cómo está el país en cualquiera de sus variables para comprobarlo. Aquí, por estas horas, está prohibido trabajar, igual que está prohibido despedir. Está prohibido exportar y está prohibido ahorrar en divisa extranjera. Y está prohibido pagar compromisos internacionales, frenar la bicicleta de las Leliqs y apagar la maquinita de emisión monetaria para afrontar el imparable gasto público. Ayer, Alberto Fernández intentó explicárselo a Angela Merkel, pero él está mucho más avanzado y los medios germanos, por toda conclusión, andan preguntando si Argentina va a la quiebra. Es doloroso advertir el atraso de algunos pueblos: en Alemania, Nietzsche pregonó “Dios ha muerto” de puro escandalizador. Jamás intuyeron que el que ha muerto es el capitalismo.

Virando a Asia, la Cancillería fue doblemente pionera entre las que nada dijeron de los más de 1.000 misiles que Hamas disparó sobre Israel y, a la vez, entre las primeras que cuestionaron la reacción del país agredido. El Gobierno no sólo ilustra al mundo: educa a la propia izquierda argentina. Ahí está, por caso, el legislador porteño Gabriel Solano, quien el miércoles postuló: “El frente de izquierda lucha por una Palestina libre, unida, laica y socialista”. Qué distinto sería el mundo si fuera de nuestras fronteras escucharan a los políticos argentinos…

Y, por supuesto, dimos cátedra en América Latina: a la sinarquía vamos a darle pelea en cualquier trópico y respecto de cualquier tópico. Por eso es perfectamente válido el escenario de inédita tensión diplomática con Colombia, como consecuencia de que al militante popular Juan Grabois no lo dejaron ingresar al país, según informó Migraciones de esa nación, por “inconsistencia” en su documentación.

La derecha -parafraseando al politólogo argentino Andrés Rosler- se aferra a falacias como la validez de un pasaporte o de un documento de identidad para impedir el libre movimiento de las personas por la gran matria latinoamericana. Ya no saben qué inventar…

De la misma manera, cruzando el río Táchira a través del puente Simón Bolívar, totalmente diferente es nuestra postura respecto de la hermana República Bolivariana. La Argentina acaba de retirar su demanda en el tribunal internacional de Justicia de La Haya por la presunta violación sistemática de delitos de lesa humanidad perpetrada por el gobierno de Nicolás Maduro contra el pueblo de Venezuela. Se llena de contenido, así, lo que la semana pasada había advertido nuestro Presidente: “El problema de los derechos humanos en Venezuela está desapareciendo”. Sigue habiendo 8.000 muertos, según el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, pero el “problema” del planteo judicial argentino ya no está más…

Por supuesto, los desestabilizadores de siempre salieron a malversar un tuiter de nuestro líder y conductor del 29 de marzo de 2019, en el que él interroga: “¿Quién defiende el modelo de Maduro? Que no te agarre la máquina tragaboludos que te digiere al instante”. Con independencia de la soberbia altura de la metáfora con que responde (la derecha, obviamente, preferirá a Borges), hay que aclarar dos cosas: no denunciar a Maduro no equivale a defenderlo. Y, sobre todo, de lo que el Presidente hablaba era del “modelo” venezolano. Y eso claro que no compartimos. Porque aquí, en el granero del mundo, no dudamos en suspender la exportaciones de carne y reventamos la soja con retenciones. Nicolás Maduro, en cambio, ni por asomo amaga con suspender la exportación de petróleo.

Entonces, a no dejarse engañar compañeros: la verdadera revolución nacional y popular es aquí.

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