La democracia implica derechos, pero también obligaciones

Hoy los argentinos concurrirán a las urnas por vigésima séptima vez en elecciones nacionales desde el retorno de la democracia, en 1983. Son en total 27 comicios a nivel país, que incluyen nueve votaciones presidenciales y 16 legislativas (contando la de esta jornada).

Se realizó además un plebiscito en 1984, no vinculante, en el cual se consultó a la ciudadanía si debía aceptarse o rechazarse el Tratado de Paz y Amistad firmado con Chile, en el marco del conflicto por el Canal de Beagle. El “Sí” obtuvo el 82% de los votos.

También hubo otra elección nacional, en 1994, en donde se eligieron convencionales constituyentes para reformar la Constitución Nacional.

Deben sumarse además las elecciones provinciales, municipales y comunales, tanto ejecutivas como legislativas.

Después de un Siglo XX accidentado y violento, podemos decir que la Argentina pudo finalmente sacarse el “respirador artificial” administrativo y logró respirar democracia durante 38 años ininterrumpidos.

Constituye, sin dudas, un importante logro de la sociedad en su conjunto en pos de alcanzar una convivencia madura y civilizada.

No faltaron, no obstante, desde 1983 a esta parte, tropezones y caídas, que conllevaron gravísimas crisis económicas, políticas e institucionales que hicieron trastabillar los pilares de la República, y que en varias oportunidades se pagaron con el alto precio de la pérdida de vidas humanas.

No podemos negar que a esta joven democracia no le han faltado elecciones.

El pueblo ha concurrido a las urnas cada un año y tres meses, en promedio y sin contabilizar los comicios provinciales, desde el derrumbe de la dictadura militar y a partir de aquellas históricas elecciones del 30 de octubre de 1983, cuando resultó electo presidente Raúl Ricardo Alfonsín.

La sociedad argentina tiene, sin embargo, deudas profundas consigo misma, que no se solucionan por el solo hecho de introducir sobres en las urnas.

Hambre, indigencia, desempleo, inflación, narcotráfico, inseguridad, desigualdad, educación insuficiente y de baja calidad y falta de oportunidades, sobre todo para los jóvenes, son algunas de las heridas más dolorosas que no se han podido curar en las últimas décadas.

Está claro que más no es mejor. Es por ello que una democracia de calidad no sólo se consigue yendo a votar mucho, sino también haciéndolo bien. Esto es con real conciencia cívica y voluntad de progreso, combatiendo el fraude, el clientelismo y la corrupción electoral.

Argentina necesita más democracia, más elecciones, pero que a su vez estas herramientas políticas cumplan realmente los objetivos para las que fueron creadas: ampliar la participación ciudadana, amplificar voces y disonancias, nivelar oportunidades y ampliar derechos, pero también obligaciones.

En este punto nuestra sociedad tiene otra gran deuda: exigimos más de lo que damos, pedimos más de lo que producimos, gastamos más de lo que tenemos.

Cuantos más derechos garantiza y obtiene una democracia, más obligaciones se presentan para que esos logros sean sustentables en el tiempo.

Hoy es un día importante y valioso para los argentinos. Ya no tanto por todo lo que nos ha costado volver a elegir quién administre nuestros destinos, sino por lo mucho que nos sigue costando sostener y defender un sistema de gobierno y de vida que no siempre respetamos lo suficiente.

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