Fórmula 1: velocidad en la sangre y métodos estrictos para Súper Max

CAMPEÓN. Verstappen rompió la hegemonía de Hamilton en una temporada memorable CAMPEÓN. Verstappen rompió la hegemonía de Hamilton en una temporada memorable ARCHIVO

Para llegar a la alta competencia, un deportista debe comenzar su entrenamiento cuando niño. Esta situación los lleva a vivir de manera muy particular. La mayoría deja la escuela y se educan bajo otros métodos, pasan poco tiempo en casa y viven una vida de mucha exigencia en una edad en la que nadie debería tenerla. En el caso del automovilismo, además, se necesita mucho dinero. Miles de dólares que salen del bolsillo de las familias o de sponsors para financiar la carrera de los pilotos. Es un camino muy duro, incluso por momentos imposible.

Max Verstappen nació el 30 de septiembre de 1997 en Hasselt, Bélgica (aunque rápidamente lo nacionalizaron neerlandés), con genes de velocidad que venían de su padre Jos Verstappen, quien fue piloto de F-1 entre 1994 y 2003 y su madre, Sophie Kumpen, quien era pilota de karting. Se subió por primera vez a un kart cuando tenía cuatro años. “Y tras un par de vueltas, ya iba a todo trapo”, recordó su padre en una entrevista con Red Bull el pasado año. Creció con la idea de ganar, donde sea y a quien sea, bajo métodos que parecían los de un colegio militar más que los de un padre de familia. En otra entrevista para la cadena Ziggo, Jos recordó que con unos nueve años, cada miércoles, al acabar la escuela, llevaba a su hijo a rodar a la pista de karting. Un día de mucho frío, el pequeño Max le dijo que quería parar porque no sentía sus manos. La respuesta del padre fue: “no importa, conduce”. El niño casi no podía sujetar el volante, tenía los dedos helados. El padre le dijo: “cállate y maneja”. Max, al contar esta anécdota se reía y entendía que “estaba intentando endurecerlo”.

Cuando tenía 11 años, en el campeonato mundial de karting, Max no tenía una buena tarde. Sus tiempos eran altos y parecía estar molesto con el kart. Su padre lo llamó a boxes y apenas el niño bajó: “le golpeé varias veces en el casco. ¡Bam! Chaval, ¿qué estás haciendo? Si no pilotas como lo haces normalmente, nos vamos para casa. ¡Lo guardo todo y nos vamos!”, relató Jos. Todos los presentes alucinaron ante tal escena. Pero la presión funcionó: “después de eso fue el mejor en clasificación y ganó todas las carreras preliminares, las semifinales y la final. Yo noto enseguida cuando Max está pilotando mal y sé que hay que despertarle de inmediato. El necesita algo así”.

Al año siguiente, en la misma competición pero de una categoría más alta, el pequeño piloto neerlandés logró la pole pero en la carrera final, en el segundo giro, se quedó fuera por chocar contra un rival. “Me estrellé y me quedé sin título mundial, mi padre invirtió tanto tiempo en mí, preparando los motores, asegurándose de que una vez que subiera a esa categoría, todo estuviera listo para que ganara. Así que, por supuesto, yo estaba molesto, pero mi padre estaba realmente enfadado y decepcionado conmigo. Rompió la carpa, todo, lo tiró en la furgoneta. Tuve que recoger el kart con un amigo mío en la pista después de la carrera porque mi padre me dijo que tenía que hacerlo yo mismo”, reveló Max.

Cuando conocemos la vida Verstappen estamos más cerca de entender su manera de ser. Es rudo, tosco, de pocas palabras y sentimentalismo. No parece emocionarse ni perturbarse con nada. Su concentración es inmune a todo lo que lo rodea. Tiene un objetivo y claramente, no es hacer amigos. Su frase de cabecera es: “si deseas algo, ve por ello”.

Quizás esto explica porque pudo enfrentarse a Lewis Hamilton, un piloto heptacampeón del mundo, lleno de triunfos y experiencias, y no flaquear en el intento. Levantó en todo momento la cabeza y lo miró a los ojos sin pestañear, aguantando la mirada y no derrumbándose ante su presión psicológica. La presión de Lewis o la de pelear por un título mundial da la sensación que nunca fueron más que las que le impuso su padre.

Nico Rosberg, campeón con Mercedes en 2016, dijo que para vencer a Hamilton hay que dar el 110 por ciento y Max lo hizo. Toda la temporada manejó de una manera increíble, sin levantar el pie del acelerador ni un segundo. Sin dudas, sin miedo y convencido de lo que estaba haciendo. Fue un forajido al volante de un Red Bull que estuvo a la altura de la circunstancia. Una bestia sedienta de gloria que jamás tambaleó mentalmente.

Max Verstappen es el campeón de la mejor temporada de F-1 de la historia, y tanto a él como a Lewis, hay que estarles agradecidos eternamente por ello.

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