Si los rugbistas son violentos, todos lo somos

“Pisalo, pisalo”

Carlos Salvador Bilardo, 6 de febrero de 1993, Sevilla

“En una cancha de rugby todo lo que está en el piso es pasto”

Frase atribuida al ex entrenador de los All Blacks, Brian Lochore

“El fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos y el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros”

Antiguo dicho británico

El sábado, en nuestra provincia, un partido de rugby terminó en escándalo. Chicos de 16 años de dos de los clubes más antiguos de la provincia se enfrentaron de manera bochornosa, con trompadas, patadas en el piso, tirones y cabezazos como si se tratara de una guerra y no de un encuentro deportivo. Para peor, entrenadores, padres y madres y público en general también participaron de la gresca. Hoy, se sabe, ya nada queda sin ser viralizado. En el acto los videos de lo sucedido se dispararon y en cuestión de minutos la noticia ya daba vueltas por toda la provincia y el resto del país. Y tal como estamos acostumbrados, no tardaron en llegar las voces condenatorias, sobre todo hacia un deporte que, más que nada a partir del asesinato de Fernando Báez Sosa, se transformó en el centro de las críticas por su relación con hechos violentos. Todo lo que está vinculado con el rugby parece estar demonizado. Pero, ¿es el rugby un deporte violento? Claro que sí. De hecho casi no hay forma de sacarle la pelota al adversario si no es un algún tipo de golpe, tackle o empuje. Pero tiene reglas. Y reglas drásticas. La mala intención se castiga sin miramientos. Expulsión y suspensión. Es un juego de contacto, con adrenalina. Pero eso no justifica de ninguna manera lo que pasó el sábado. En redes sociales y en foros virtuales salieron entonces todos los que, casi desde un púlpito, comenzaron a pedir castigos severos, que los jugadores, de 16 años, se repite, sean suspendidos de por vida. Que no puedan entrar más a una cancha e incluso hubo quienes se mostraron a favor de cancelar el mismo deporte. Es paradójico cómo siempre vemos la paja en el ojo ajeno. Las mayores críticas se desprendieron de las redes sociales, caldo de cultivo de violencia cotidiana sin ningún filtro. Entonces, ¿podemos hacer juicio sobre la violencia entre los adolescentes si los adultos no sabemos resolver cuestiones sin recurrir al agravio?

“Estoy bastante sorprendido. Lamentablemente, estamos en una sociedad que está convulsionada por todo y en el rugby, al ser un deporte de contacto, creo que a la menor situación de no aceptar una decisión o algo, saltan estas cosas”. Las palabras de Marcelo Pasqualini, presidente de Los Tarcos, apuntan en ese mismo sentido. “Ese no es el espíritu de estos chicos, ni los valores que representa el rugby. Queremos que ellos entiendan que esto no es una salida ni una opción. Cometieron un error, como lo hacemos muchos. Hay que trabajar en ellos y sobre todo en nosotros, los grandes”, agregó. Se insiste: ¿podemos salir a criticar a estos chicos que cometieron un error sin mirar alrededor y ver qué estamos haciendo los adultos para inculcarles valores? “No es el deporte el culpable de esta situación. La gente tuvo gran parte de la responsabilidad de este hecho, porque yo me puedo equivocar cobrando, pero ningún error del árbitro justifica la reacción que hubo por parte de todos los presentes”, dijo Julián Montenegro, el árbitro del partido. Y Marcelo Corbalán Costilla, presidente de la Unión de Rugby, aportó su visión: “Lógicamente, ante estos hechos, uno comienza a plantearse y a replantearse muchas cosas sobre cómo venimos trabajando. No porque no lo hagamos, sino porque tenemos que darle una vuelta más de rosca a la situación. Hay que educar también a los padres y a los entrenadores. Son ellos, sobre todo los papás, los que tienen que explicarles a sus hijos sobre la tolerancia”.

Sobre qué tolerancia les vamos a hablar a los chicos si uno prende la televisión y en el 90% de los casos hay gente mayor discutiendo. Tenemos políticos a los que no se les cae el insulto de la boca. Dirigentes que dirimen todo a los gritos. Actores en televisión que comienzan con un agravio y terminan con un cachetazo. ¿Cuál es el ejemplo que pretendemos entonces que tengan los chicos? En el mundo del rugby, o del deporte en general, no hay gente que predique la violencia, aunque puede haber excepciones. Tampoco es cierto que el rugby es un deporte de elite, como pretende hacerse creer. Es uno de los deportes que más inclusión practican, y hay clubes de todos los estratos sociales. El problema, muchas veces, es la salida y el descontrol en grupo. Y el alcohol. Actuar como masa. Es allí donde se debe apuntar para revertir la violencia. Pero, se insiste, se debe educar con el ejemplo. Y no se le puede pedir al club o a la escuela que modifiquen la conducta de un niño o de un adolescente si en la familia o en los allegados prima la agresión. El trabajo a futuro es arduo. Enseñar valores, esa palabra que se usa mucho pero se predica poco. No es el rugbista el violento. Es la sociedad que lo contiene.

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