Una sanción que castiga, pero que no enseña

La URT suspendió por 80 días a los jugadores juveniles involucrados en la pelea.

FOTO ILUSTRATIVA DE ARCHIVO / LA GACETA FOTO ILUSTRATIVA DE ARCHIVO / LA GACETA

Cometieron un error. Un grave error. Todo lo que el rugby pregona con palabras, ellos lo destruyeron con hechos.

Lo que debía ser un partido de un deporte que se jacta de ser entre caballeros terminó en una batalla campal, con golpes en el piso y adultos involucrados. El espíritu de confraternidad que se debe dar en cada encuentro desapareció. Y quedaron involucrados 66 jugadores y dos entrenadores en una batalla campal que nada tiene que ver con lo que se les enseña desde que comienzan con pases de la ovalada.

Se equivocaron. No hay dudas. Pero tienen 16 años y todo, absolutamente todo por aprender. La Unión de Rugby de Tucumán no dejó tan siquiera que hicieran un descargo y aplicó una sanción durísima: 80 días de suspensión y la pérdida de localía por tres fechas. A chicos de 16 años. Los dirigentes quisieron hacer ver que no se puede tolerar algo como lo que pasó el sábado entre Los Tarcos y Lince. Y literalmente aplicaron todo el peso de la ley.

Reglamentariamente el castigo es inobjetable. Pero con esto contraponen sus propias opiniones. ¿Así van a aprender los chicos? ¿A la fuerza? ¿Con golpes tan duros como los que ellos mismos aplicaron? ¿A la violencia más violencia?

La primera percepción es que le quitaron la posibilidad de practicar un deporte a casi 70 chicos. Es decir, los dejaron sin una contención que en tiempos como los que corren es fundamental para no caer en peligros como la droga o la delincuencia. La segunda es que se pierde una enorme oportunidad para dar ejemplos. ¿No hubiera sido mejor obligarlos a entrenar a todos juntos, ambos clubes en una misma cancha para reforzar valores? ¿Hacer que concurran a los clubes de desarrollo y ayudarlos en las prácticas? ¿Que tengan que limpiar los vestuarios? ¿Que hagan rifas y con el dinero compren mercadería y cocinen en comedores comunitarios?

Suspenderlos por 80 días, casi tres meses, es desterrarlos del deporte. Es obligarlos a que dejen de jugar. Es perder una enorme oportunidad para que comprendan que sus acciones merecen una reacción, pero que sea constructiva, que sume. Que puedan asistir a charlas sobre violencia, a que pueden unir lazos con sus pares, a que deban participar de acciones que les permitan crecer. Queremos que los chicos se moldeen como buenas personas. Que aprendan de sus errores. Que tengan valores y que los practiquen en una cancha y afuera. A que se comporten como seres humanos y no como bestias. 

Con una sanción lo único que hicieron los dirigentes fue aplicar un castigo, pero no enseñaron nada. Y así es muy difícil aprender cuando uno se equivoca.

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