Para darse una idea del tiempo que pasó desde la última vez que el seleccionado argentino de seven se había colgado una medalla de oro en el Circuito Mundial, basta con decir que en aquel entonces el sistema Pladar (palabra que hoy ya ni se usa) era toda una novedad, que aún no existían los Pampas en la Vodacom Cup y que eso de acoplar un equipo argentino al Tres Naciones o al Súper Rugby todavía sonaba a fantasía. Efectivamente, entre la conquista de este último fin de semana en Vancouver y la de San Diego 2009 pasaron 13 largos años, y 18 desde la primera, en Los Ángeles 2004. No es casualidad que esos tres hitos tengan como denominador común la figura de Santiago Gómez Cora, leyenda de seven a nivel mundial, protagonista de los dos primeros oros como jugador y del tercero como head coach. El tryman histórico de los Pumas 7’s se quebró en llanto luego de una conquista cuya magnitud es todavía mayor si se tiene en cuenta que el rival de la final, Fiji, es el actual campeón olímpico, campeón de la etapa anterior (Singapur) y una de las grandes potencias del juego reducido.
De todos modos, el título argentino parecía una gota esperando caer por su propio peso: cinco podios en las primeras seis etapas de la temporada actual del Circuito fueron la confirmación del bronce olímpico obtenido el año pasado, en los Juegos de Tokio 2020.
Visión tucumana
Junto a Gómez Cora, el tucumano Leonardo Gravano lleva años trabajando en la construcción de este sólido equipo, apuntalando sus fortalezas y puliendo sus imperfecciones. Luego de varias oportunidades en las que el título pareció al alcance de la mano, el de Los Tarcos finalmente pudo celebrar junto a sus muchachos. “Tremendo torneo jugaron. Son muchos años con este equipo, en una competencia que es sumamente exigente y requiere de mucho sacrificio para estar a la altura. Varias veces estuvimos cerca de ganar un torneo y no podíamos, pero esta vez jugaron en un nivel increíble que nos permitió estar siempre en condiciones marcar puntos”, fue el primer análisis de Leo.
Entre las múltiples virtudes que encolumnaron a este equipo, estuvo su capacidad de adaptarse a las condiciones de cada partido. “Son todos diferentes, por las características de nuestros jugadores y porque los rivales son muy diferentes. Con algunos fue mejor el juego aéreo y a partir de ahí es todo más jugable. Otras veces tuvimos que priorizar la defensa y salió bien, pero creo que lo más importante y difícil de lograr es atacar con la intensidad y precision que lo hicimos. Es una combinación de todo. Si tenés posesión pero no lográs marcar, todo se vuelve más difícil. Y en este torneo, marcamos en todos los partidos”, resaltó.
Por supuesto, Gravano abordó también la importancia fundamental de contar con Marcos Moneta, cuyo altísimo nivel ha agotado adjetivos a la manera de Messi en sus mejores años con Barcelona. “El Rayo” estuvo imparable. “Lo de él es un plus. Tener un jugador así es muy importante. Lo más notorio es cuando corre, es espectacular, pero hace un poco de todo: tacklea, pesca, junta marcas, defiende bien, y dependiendo de la fase del ataque, puede ocupar diferentes puestos y funciones. No siempre está de wing”, remarcó.
Como todo fruto, el éxito requiere de paciencia. Y la experiencia adquirida por varios jugadores tras años de enfocarse en esta modalidad reducida también ha sido clave. “Todos necesitan un tiempo de maduración, y en Argentina no es facil porque en general solo se juega al seven en verano y con los jugadores que para esa época tienen ganas. Esa adaptación cuesta y hay que trabajarla. En ese sentido el seven es igual que el rugby de 15: cuanto más jugás, más ritmo desarrollás”, advirtió.
Los campeones regresaron ayer al país y tendrán algunas semanas de descanso antes de embarcarse hacia los próximos objetivos: las etapas de Toulouse y Londres, desde fines de mayo. “Vamos a trabajar para estar ahí cerquita siempre. No es fácil, me llevó casi 12 años, je”, cerró Leo.