General Martín Miguel de Güemes

20 Junio 2022

Ofelia A. Pedicone de Sal

Sobrina tataranieta del general Güemes

Don Gabriel de Güemes Montero, español, nació en Abionzo, valle de Carriedo, obispado de Santander el 21 de mayo de 1748. Ingresó a la Tesorería General del Reino de España. Por sus méritos fue nombrado por el rey Carlos III como Tesorero Oficial Real de las Cajas de Jujuy. Llegó a esta ciudad en 1778 donde a los 30 años se casó con la jujeña María Magdalena de Goyechea, de 16 años. Se desempeñó con eficacia tanto en Jujuy como en Salta donde fue trasladado al poco tiempo, ciudad que fue su residencia hasta su muerte. Tuvieron nueve hijos: el mayor, Juan Manuel de Güemes, nació en Jujuy. Y a partir del segundo; don Martín Miguel de Güemes, y siguientes, nacieron en Salta.

El general Martín Miguel de Güemes nació en Salta el 8 de febrero de 1785, con el nombre de su abuelo materno, don Martín Miguel de Goyechea y Argañarás. Sus primeras letras las recibió en el Convento Franciscano y turnaba su vida entre la Ciudad y el Campo en las estancias de su madre “El Bordo” y “ El Paraíso”. Así aprendió las reglas sociales ciudadanas como las costumbres campesinas. A los 14 años, en Salta, en 1799, comenzó su carrera militar al formar parte del Regimiento Fijo como Cadete. En 1805 el Regimiento fue trasladado a Buenos Aires, donde se desempeñó como ayudante de Liniers. En 1806, durante las invasiones inglesas tuvo una actuación que pasó a la historia como táctica irrepetible. Efectuó, con militares bajo su mando, gauchos e indígenas, todos a caballo, el abordaje del barco inglés “La Justina” con 22 cañones, encallado en el Río de la Plata y obtuvo su rendición.

En 1807, era común el contrabando entre Buenos Aires y Montevideo (en manos de los ingleses), por lo que el Jefe del Regimiento Fijo lo puso al frente a patrullar el río a fin de evitar ello, lo que cumplió con eficacia. Volvió a Salta donde nucleó a los que lo acompañaron en la titánica lucha contra los realistas, los Capitanes de Güemes y los gauchos a los que instruyó para efectuar la guerra de guerrillas, o sea ante ejércitos muy bien entrenados que pretendían tomar nuestra región Tarija, Jujuy, Salta y Tucumán, para luego llegar a Córdoba y finalmente llegar a Buenos Aires, ideó dar batallas, apareciendo y desapareciendo con destreza y empuje, con lo que suplió la falta de recursos y así diezmaron las fuerzas realistas bien formadas con armas, numerosos soldados adiestrados y bien pagados y con jefes de gran fama militar.

Fue fundamental para el primer gran triunfo en Suipacha en Noviembre de 1810.

El Directorio de Buenos Aires era el que nombraba a los Gobernadores, sin embargo por primera vez lo hizo el Cabildo de Salta, en esos momentos uno de sus miembros era el hermano mayor el doctor en leyes don Juan Manuel de Güemes, a pedido de todo el pueblo salteño y de la casi totalidad de los Cabildantes, el 6 de mayo de 1815. Lo que fue ampliamente aceptado.

Cuando el Gobernador puso en conocimiento su nombramiento y que ya había asumido al Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con gran agrado le ratificó tal nombramiento.

Era la primera vez que la máxima autoridad surgía de los mismos salteños, en lugar de hacerlo arbitrariamente desde España primero y desde Buenos Aires después.

Soltero el Gobernador, con gran amor filial, llegaba a las importantes fiestas del brazo con su madre, con protocolo estricto, a las que asistían con vestidos de larga cola las damas y de etiqueta rigurosa los caballeros. Siempre el primer minuet, con que daba comienzo el baile, lo hacía con su madre.

El 15 de julio de 1815, con 30 años de edad, se casó con Carmen Puch, de 18 años, una de las mujeres de mayor belleza de Salta. Tuvieron tres hijos: Martín María del Milagro “Martín”, Luis e Ignacio que falleció Infante.

Creó el Regimiento de Dragones Infernales, formado con fusiles y bayonetas tanto de a pie como a caballo, con uniforme de chaqueta y pantalón rojos, sombreros altos negros con plumas de avestruz blancas lo que significaba que eran seguidores de Güemes, siempre acompañados con su poncho colorado.

Dignificó al gaucho que lo seguía. A raíz de las múltiples batallas ganadas con sus gauchos dispuso el 11 de abril de 1818 “el goce del Fuero Militar para los gauchos”. Por este fuero sólo los podían juzgar en Sede Militar.

San Martín ordenó que Güemes luchara en el Alto Perú, desde el Norte de la patria hasta Tarija, así podría estar tranquilo para cruzar Los Andes y llegar al Perú. Cuando se firmó La Paz de los Cerrillos entre el general Rondeau y el Gobernador Güemes, en marzo de 1816, fue festejado este hecho por San Martín con salva de cañonazos en Mendoza. En consecuencia Rondeau entregó el mando del Ejército del Norte al general Belgrano. Esto permitió que se llevará a cabo poco tiempo después la Declaración de la Independencia en Tucumán. Existen numerosas cartas del gral. Belgrano y algunas de Güemes que demuestran la gran amistad que los unía.

Apareció el remedo de Judas, don Mariano Benítez vendió la información del lugar que se encontraría Güemes por cinco mil pesos. El 7 de junio de 1821 estaba en casa de su hermana Macacha, acompañado de su escolta Los Infernales, fue emboscado por el Barbarucho Valdez ( enviado por el general Olañeta). El héroe salteño salió a luchar con sus Infernales, pequeño grupo ante gran cantidad de soldados realistas. Después de una lucha desigual fue alcanzado por una bala en la espalda a la altura del coxis. Profundamente herido llegó a la Cañada de la Horqueta. Se desangró cuidado por sus gauchos. Dos comisiones enviadas por el invasor le ofrecieron atención médica, títulos y honores para abandonar la lucha. Los despidió ordenando al coronel Vidt “Júreme ya mismo y delante de estos señores que cuando yo muera seguirá la lucha mientras haya un enemigo de la patria y un salteño dispuesto a dar la vida por la libertad”.

El coronel hizo el juramento y los emisarios, avergonzados ante quien ni la agonía doblegaba, se retiraron. Desangrado, después de 10 días de sufrimiento, murió rodeado de sus gauchos el 17 de junio de 1821 a los 36 años. Sus últimas palabras las dirigió a su esposa: “Mi Carmen me seguirá pronto, porque de mi vida ha vivido”. Premonitorias, ya que Carmencita se dejó morir por el gran dolor de haberlo perdido y así el 3 de abril de 1822 expiró, con lo que quedaron huérfanos sus dos hijos. Nació rico y noble. Murió pobre y solo con sus gauchos. Su lema fue ¡Morir por la patria es gloria!

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