La infancia ucraniana “gana” el Nobel de la Paz más valioso

La subasta de la medalla de oro del periodista ruso icónico Dmitri Muratov logra un precio inédito para un objeto de esa clase: U$S 103,5 millones. La recaudación será destinada a los niños expulsados de sus hogares como consecuencia de la guerra

MEDALLA DE ORO. Un comprador anónimo pagó una suma millonaria. MEDALLA DE ORO. Un comprador anónimo pagó una suma millonaria.

“Nos dimos cuenta de que, para ayudar a los niños de Ucrania, puedes y debes dar lo más preciado y significativo que tienes. Por eso decidimos subastar la medalla de oro del Nobel de la Paz”. Con estas palabras empezó todo. El 1 de junio, la Redacción de la Novaya Gazeta, el diario ruso que decidió suspender el servicio por la censura instaurada a partir de la guerra en Ucrania, anunció en su cuenta de Twitter que iba a desprenderse de la presea otorgada en 2021 a su editor, Dmitri Muratov, para beneficiar al sector que más estaba sufriendo los efectos de la invasión. Las ofertas se dispararon y ayer la casa estadounidense Heritage Auctions adjudicó el bien a un comprador anónimo por U$S 103,5 millones ($ 22.356 millones según la cotización paralela de la divisa en la Argentina), suma récord para la categoría del objeto rematado.

La recaudación será destinada por completo a apoyar la labor del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) con los niños ucranianos desplazados de sus hogares. “Entendamos: estas personas han sido despojadas de su pasado. Tratemos de hacer todo lo posible para que tengan un futuro”, manifestó la Gazeta Novaya al presentar una iniciativa que conecta directamente con su origen y repitió Muratov este lunes antes del remate. Sucede que ese órgano de prensa reconocido por sus investigaciones y pensamiento crítico fue fundado en 1991 con el dinero que el ex presidente soviético Mijaíl Gorbachov había recibido al ganar su propio Nobel de la Paz.

El proyecto periodístico encabezado por Muratov resistió los ataques -incluidos los homicidios de seis investigadores acaecidos desde al año 2000, entre ellos el de Anna Politkovskaya, quien había revelado los abusos cometidos en Chechenia- y se convirtió en emblema de la lucha democrática en Rusia. Pero, en marzo, Muratov comunicó que el clima de persecución imperante tornaba inviable el ejercicio del periodismo que caracterizaba a la Gazeta Novaya. La caída de este bastión de las libertades de prensa y de expresión se inscribe en la ola de cierre de medios y de exilios de periodistas desatada tras el comienzo de lo que el autócrata Vladimir Putin denomina “operación especial para desmilitarizar y desnazificar” a Ucrania.

Días después, Muratov sufrió un ataque mientras viajaba en tren: le arrojaron una sustancia roja pestilente que afectó su visión. La agresión permanece impune. “Estamos ante un holocausto periodístico”, definió la víctima, quien dijo que volverá a publicar su diario cuando la guerra termine.

“Flash mob”

En el contexto de intensificación de la propaganda y de la narrativa oficiales del Kremlin, el precio pagado en la subasta de la medalla del Nobel aparece como un espaldarazo para el periodismo que defiende y practicó la Novaya Gazeta. La organización del remate revela la preocupación por dar un mensaje elocuente por la paz y la libertad. El lanzamiento de la iniciativa (1 de junio) coincidió con la celebración del Día del Niño en Rusia y en Ucrania mientras que el cierre del plazo para ofertar ocurrió este lunes, en el Día Mundial de los Refugiados.

Muratov, quien recibió el premio junto a su colega filipina María Ressa, explicó que su cruzada solidaria estaba inspirada por el modelo del físico danés Niels Bohr. Este científico había vendido su medalla del Nobel para ayudar a los finlandeses que resistían una invasión de la Unión Soviética en 1939. En una entrevista con The New York Times, el editor comentó que en aquel momento los gobernantes rusos dieron una justificación parecida a la que ofrecieron en el presente para fundamentar el ataque a Ucrania: dijeron que bombardeaban Finlandia para que Finlandia no los bombardeara a ellos.

“Esperamos que esto sirva como un ejemplo para otras personas, que funcione como un ‘flash mob’ (movilización colectiva) para que otras personas subasten sus posesiones valiosas, sus reliquias familiares, y ayuden a los refugiados ucranianos en todos los países”, expresó Muratov durante el discurso que pronunció en ruso en la apertura de la subasta desarrollada en Nueva York (Estados Unidos) y transmitida por las redes sociales. “En este instante hay niños forzados a dejar sus casas. Alrededor de 5,2 millones”, reflexionó Muratov. Y añadió: “por un instante piensen que podría tratarse de sus hijos”. Al final de su alocución, el periodista aseguró: “no volveré a ver esta medalla, pero sí me gustaría ver cómo la gente se beneficia con ella. Espero que consigamos muchísimo dinero”.

Con una suma de U$S 5 millones ya bastaba para batir el récord que había marcado el remate de la medalla de oro de James Watson, uno de los biólogos que alcanzó el Nobel tras descubrir la estructura molecular del ADN. Esta era la expectativa cuando Joshua Benesh, jefe de Estrategia de la casa subastadora, tomó el micrófono. “Los Nobel se entregan a quienes contribuyen al bien de la humanidad. Al donar su premio, Dmitri demuestra estar a la altura de su galardón en el momento en el que el mundo más lo necesita”, afirmó. La puja empezó a continuación con una oferta inicial de U$S 787.500. El precio subió despacio, aunque con un entusiasmo electrizante, hasta que la ronda dirigida por el martillero Mike Sadler pasó de los U$S 16,6 millones a los U$S 103,5 millones. El comprador no identificado hizo su propuesta por teléfono ante el aplauso y los gritos de los asistentes al salón de The Times Center.

La cifra final es $ 98,74 millones más alta que el precio logrado por el galardón de Watson. Cuando el martillo bajó, Muratov volvió al atril, abrazó a Sadler y dijo: “Mike, estoy listo para continuar”.

Comentarios