La “enfermedad de los legionarios”

El origen de la legionella

05 Septiembre 2022

La bacteria legionella se descubrió en Estados Unidos en 1976 cuando un brote afectó a varias personas que fueron a una convención de la Legión Americana en Filadelfia. Los infectados sufrieron de un tipo de neumonía que pasó a conocerse como “la enfermedad de los legionarios” debido a ese origen ligado a la convención.

La bacteria, que provocó un brote de neumonía bilateral en Tucumán, vive y se desarrolla en ambientes acuáticos naturales -como ríos, lagos o embalses- desde donde puede colonizar los sistemas de abastecimiento de agua de las ciudades, incorporándose a las redes de los edificios. En nuestra provincia, la enfermedad fue detectada en el sanatorio Luz Médica como un “caso desconocido” que afectó a por lo menos 10 pacientes de la terapia intensiva y que ya provocó seis muertes.

Los estudios realizados en el instituto Malbrán de Buenos Aires confirmaron que se trataba de un nuevo caso de “la enfermedad de los legionarios”.

La bacteria entra al cuerpo cuando una persona inhala pequeños aerosoles del agua contaminada o cuando al beber agua algunas partículas entran a los pulmones. Sin embargo, no es contagiosa. No suele propagarse de una persona a otra, pero podría hacerlo en raras circunstancias, advierten los especialistas.

La legionella necesita condiciones determinadas para desarrollarse hasta poder causar enfermedad, como ser: medio hídrico con temperatura entre 20° y 45°, el estancamiento del agua y la acumulación de nutrientes que constituyen el nicho ecológico adecuado para que se genere y la presencia de incrustaciones que le sirvan para protegerse de los desinfectantes.

Tiene síntomas genéricos. Pueden ser muy similares a otros tipos de neumonía y de gripes y eso es un problema si se considera que hay al menos 26 tipos de enfermedades respiratorias. Los signos de alarma son: tos, fiebre, dolores musculares y/o de cabeza y dificultad para respirar. Además, el infectado puede sentir malestar general, confusión, nauseas y diarrea. Se combate con antibióticos y si el paciente es sano, por lo general mejora rápidamente. Uno de cada 10 afectados fallece, pero si se trata de pacientes hospitalizados el riesgo aumenta a un 25% de los casos.

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