Hasta hace algunos años, las mujeres no se veían representadas en la ficción en cargos de poder. En el cine, una de las primeras mujeres presidentas fue la actriz Ernestine Barrier, quien protagonizó la película “Project Moonbase” (1953), y su género se revelaba sólo al final de la historia, buscando un impacto en el espectador.
Hoy, con la proliferación de series, documentales y películas eso ha cambiado y la última temporada de Borgen (“Borgen reino, poder y gloria”, Netflix, 2022) da cuenta del camino transcurrido para las mujeres en la TV, cine y series.
En esta cuarta temporada se narra qué sucedió con la protagonista, Birgitte Nyborg, ex primera ministra de Dinamarca, después de haber iniciado su propio partido político. La serie detalla cómo es la gestión política danesa a través de sus personajes que incluyen funcionarios, asesores y periodistas. Las primeras tres temporadas tienen 10 capítulos cada una y se estrenaron de 2010 a 2013.
En las primeras tres temporadas de la serie el rol de la mujer es el que predomina y sobre el cual hace foco la trama. Birgitte forma parte del partido de los “moderados” –ni izquierda ni derecha, ni liberales, ni conservadores- y busca implementar posiciones con relación a variados asuntos que van desde el medio ambiente, los impuestos a la inmigración, entre otros. La relación intrafamiliar también es uno de los pilares de la trama: cómo toma su familia la llegada al poder, su esposo y sus dos hijos en edad escolar. Birgitte llega al poder luego de las debilidades de sus rivales que la llevan a que sea elegida Primera Ministra de Dinamarca. A partir de ahí su liderazgo se destaca al buscar establecer un equilibrio entre las presiones políticas y la situación económica, las reformas, cómo ser una buena líder política fiel a sus ideales. De a poco la vida pública va avasallando a la Birgitte madre y esposa. La tensión en su vida familiar escala a tal punto de que su marido, a pesar de los acuerdos que fueron armando para sostener la familia, no acepta su papel subordinado y le pide el divorcio.
La serie generó un gran impacto social en Dinamarca y en toda Europa y narró –de muchas formas- la doble exigencia a la que se enfrentan las mujeres cuando intentan equilibrar sus obligaciones profesionales con las necesidades familiares y de pareja. En la última temporada, con sus hijos adultos y soltera, Birgitte ya no tiene culpa por trabajar tanto. “Estoy tan feliz”, le confiesa a su ex, “de no tener que disculparme por trabajar tanto”, le dice sonriendo aunque más adelante confesará que el nido vacío pesa y que trabajar también sirve para contrarrestar ese sentimiento.
El mundo que muestra la cuarta temporada está muy lejos de lo que reflejó la serie en sus primeros 30 capítulos. Las redes sociales, el cambio climático, el populismo y la guerra entre Rusia y Ucrania están presentes. El mundo es otro lugar y el programa aprovechó estas situaciones para sumar actualidad con la trama que gira en torno a un descubrimiento de petróleo en Groenlandia, una región autónoma de Dinamarca que genera una intensa lucha geopolítica entre Estados Unidos, China y Rusia. Birgitte es ministra de Exterior y siente que debe aferrarse al poder y hace todo por no perder un centímetro de lugar.
Es que en la era “posfeminista” el tema de las mujeres al poder ya es historia y los creadores de la serie buscaron avanzar. La serie predijo el cambio social y político real en Dinamarca –al año del estreno de Borgen asumió Helle Thorning-Schmidt como primera ministra -. “En el primer episodio, antes de su primer discurso, reconoce: ‘Estoy usando el vestido completamente equivocado para esta ocasión. Pero la cuestión es que engordé demasiado para el traje de negocios que debería haber estado usando’. Cuando lo escribimos nos dimos cuenta que eso era los que la gente quería, las cosas reales”.
A Birgitte Nyborg le llega también el climaterio en estos últimos ocho capítulos, algo que no es muy común mostrar en una serie. Se la ve sofocada, transpirando en reuniones, cambiándose de camisas tres veces por día y con hemorragias inesperadas. A ello se le suma el “síndrome del nido vacío”, la sensación de soledad que ocurre en esta etapa y cuando los hijos adultos comienzan a independizarse. Las mujeres en la última temporada están presentes y pisan fuerte. Los conflictos entre la ministra del exterior y la nueva primera dama son profundos y no parecieran finalizarse y, en contraposición, la periodista Katrine no encuentra su lugar como jefa de noticias y cuestiona a sus colegas por pedir permiso para ir a buscar a un hijo al colegio y por estar buscando quedar embarazadas. Tanto Katrine como Birgitte marcan el contrapunto de la serie: dos mujeres con poder que viven dos situaciones diferentes, se corren del rol de madres pero la vida les pasa factura.
“Creo que es muy importante en un sentido feminista que no pretendamos que las mujeres tengan que ser perfectas. También es interesante mostrar a alguien que se pierde. Porque eso es parte de la condición humana”, dijo la primera ministra danesa Helle Thorning-Schmidt, al ver la serie.