Juan Pablo Lichtmajer: “En democracia no hay una verdad, sino verdades”

El ministro de Educación se sumó al debate que generó un intelectual en LA GACETA

Juan Pablo Lichtmajer. FOTO MINISTERIO DE EDUCACIÓN Juan Pablo Lichtmajer. FOTO MINISTERIO DE EDUCACIÓN

Antes de ser ministro de Educación de Tucumán, Juan Pablo Lichtmajer estudió con Ernesto Laclau en la Universidad de Essex (Reino Unido), donde se doctoró en Gobierno. En su condición de discípulo del teórico del populismo, tomó el teléfono y llamó a LA GACETA con el fin de aportar una mirada distinta a la crítica al pensamiento de Laclau que había desarrollado Ricardo Delbosco, doctor en Filosofía, en una entrevista publicada este domingo con el título “Si no hay verdad, la política es puro poder desnudo”. “En democracia no hay una verdad, sino verdades”, expresó Lichtmajer, quien manifestó que respetaba a Delbosco y a su punto de vista, y que sólo deseaba enriquecer el debate sin descalificaciones.

“Me parece importante que hablemos de Laclau y que se lo conozca a Laclau en profundidad porque es innegable el interés mundial que hay por sus ideas. Me parece importante que hablemos de democracia y de populismo. Delbosco habla de Laclau por intermedio de otro filósofo (Augusto Del Noce); yo, por haber estado directamente vinculado. De hecho estoy dictando un curso de posgrado titulado ‘Laclau aplicado’ en Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales)”, explicó el ministro.

-¿Qué de la crítica razonada que hace Delbosco a Laclau le quedó resonando?

-Lo primero es que hay una búsqueda de entender a Laclau. En esa búsqueda lo que uno pretende es aportar elementos para su comprensión. La democracia demanda rebeldía: la necesita para no perder atractivo. Debemos tener utopías y deseos de un mundo mejor. Laclau y (su esposa) Chantal Mouffe son pensadores profundamente democráticos: de hecho, hablan de democratizar la democracia. Que no haya una verdad hace más plural y diversa a la democracia. Pensar la democracia sin pueblo es un error filosófico y político. El fundamento de la democracia, según Laclau, es la búsqueda de un cambio profundo, si no, cambiamos, pero sigue todo igual o peor. Los ideales son dinámicos porque, de lo contrario, devienen dogmas incuestionables.

-¿Cuál sería un ejemplo de ideal dinámico?

-“Otro mundo es posible”: es el ideal que da origen al Foro Social Mundial del cual emerge una figura como la de Lula, presidente de Brasil en varias oportunidades y constructor de un horizonte claramente distinto. De lo que se trata es de evitar la dictadura de las “no alternativas”: tiene que haber alternativas siempre. Con respecto al vacío, hay que dejar espacios para que puedan ser ocupados. Si todo está lleno, no entra nadie más. Si no hay un lugar vacío, no se puede incluir a otros. Y la democracia debe dejar espacios libres para poder ampliarse. El populismo dice algo que es de sentido común: la democracia es el gobierno del pueblo. ¿O puede haber democracia sin pueblo?

-Sería una negación del concepto de democracia.

-Por eso mismo lo digo. Si no, es un gobierno de pocos, de una élite, o tecnocracia. La democracia es más que un sistema electoral o de partidos, es más que algo técnico: una promesa de futuro mejor.

-¿Cuál es su posición sobre el antagonizar en forma permanente que aparece en la filosofía de Laclau y que critica Delbosco? En todo el mundo hay una preocupación inmensa por las consecuencias de la polarización y el odio extremos fomentados por la dirigencia política…

-En la teoría de Laclau hay una clara posición en contra del discurso de odio. Es una visión que surge en los años 80, en Europa, en simultáneo con los neofascismos y como una reacción a eso. Lo que hay en Laclau es una celebración de la diferencia en la democracia. Eso es bueno y nada tiene que ver con el odio.

-¿Pero la búsqueda de un enemigo no es, entonces, un elemento central de este populismo?

-De ninguna manera lo es. No es algo que me parece a mí, sino que está dicho en “La razón populista” y ha sido largamente trabajado. El consenso permanente no deja lugar a la discusión, que es lo que necesita la democracia. Es lo que plantea tanto Laclau como Mouffe, teórica de la democracia si las hay. Es muy importante que la democracia tenga discusiones de fondo porque, si no, hay un statu quo. Allí es donde realmente entra la fuerza de la democracia, y la posibilidad de imaginar nuevos equilibrios y órdenes de poder. Si no, lo que hay es una democracia de baja intensidad, que plantea seguir como estamos. ¿Qué es la democracia? Un mecanismo para ordenar diferencias. Esto quiere decir que las presupone. Ahora bien, hay consensos conservadores que no admiten la diferencia.

-Pareciera que Laclau perdió presencia e influencia, al menos en el Gobierno actual.

-Laclau es, hace más de 35 años, una referencia global para los movimientos democráticos y populares. No es una moda, es más que eso. Se trata de un intelectual para estudiar y analizar: el culto es otra cosa.

-Usted reúne la condición de discípulo de Laclau y de funcionario público a cargo de una responsabilidad tan crítica como la educación. ¿Cómo se compaginan las teorías que usted estudió con su práctica?

-Las claves son las demandas, es decir, saber escucharlas y conectarlas, naturalmente en el afán de dar una respuesta. Eso es el ejercicio de la política pública. Las demandas son diversas y cambiantes. Y cuando una demanda es satisfecha, aparece otra. Laclau dice, de hecho, que para entender al pueblo hay que empezar por sus demandas.

-¿Cómo lidiar con demandas, que pueden ser legítimas pero se contraponen y hasta podrían hacer inviable el servicio público?

-Dos cosas: primero, las demandas alimentan. Si las demandas llegan es porque hay un contacto con la realidad. El problema es cuando las demandas no llegan. El contacto con la demanda es bueno y saludable. Segundo: a veces la demanda de un sector puede contraponerse a la de otro. Ahí entra a jugar la mediación política o, si querés, una cierta búsqueda de consenso y de puntos de encuentro. A veces es más fácil o más difícil, pero no hay que renunciar a eso, lo que no quiere decir que seamos todos iguales. En Laclau existe una profunda defensa de la diversidad y de la pluralidad, y eso está en sintonía con las demandas del mundo actual.

-¿Cómo distingue usted esa diferencia en su trabajo en Educación?

-Escuchando. No hay nada mejor que la cercanía. En mi caso particular, recorro las escuelas, y escucho a los docentes y a los alumnos. Hoy (por el lunes) estuve en la Escuela de Comercio N°3, por ejemplo, haciendo eso. La escucha trae la demanda y, a veces también, las propias soluciones. Otra cosa es que no hay un centro de poder, sino múltiples centros, y que algunos son más poderosos que el poder político. Mi responsabilidad es la de escuchar y buscar las soluciones, pero eso no quiere decir que uno tenga todas las verdades porque eso sería soberbia. Además, a mayor participación, mayor y mejor democracia.

-¿Considera injustificada la estigmatización del populismo?

-Las estigmatizaciones son malas siempre. Decir que algo es irracional es negarle lugar a la democracia: una gran contradicción. No hay “racional”-“irracional”, sino distintas racionalidades. Me parece sana la mirada que pone al pueblo en el centro de la democracia. Lo he dicho antes: sin pueblo no existe la democracia.

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