Joven es un vocablo difícil de definir. Es muy complicado ajustar su significado a la realidad. Un joven se acomoda a un rango etario muy amplio. Podría tener 16 años o casi 30 y el adjetivo cuajaría.
Ocurre lo mismo con su lugar en la sociedad. El sustantivo se adecua para los estudiantes de secundaria y para los profesionales que están en la primera etapa de su actividad laboral.
A la hora de votar, están los jóvenes que sufragan por primera vez y están los jóvenes que conservan esa categoría y ya lo han hecho varias veces.
La juventud puede tener responsabilidades civiles y penales, y, puede que no las tenga, pero sigue siendo juventud.
Cuando la dirigencia política habla sobre los jóvenes lo hace de una manera muy genérica porque parecen no saber bien a quiénes les hablan. Puede que se estén dirigiendo al adolescente cuyo voto no es obligatorio o que le estén hablando a aquellos que ya se introdujeron en el universo laboral.
Es tan amplio el concepto que jamás se termina enfocando a nadie en particular y a tantos en general que es lo mismo que no le hablaran a nadie.
En ese universo están los jóvenes y pareciera que los otros (los adultos, los que miran sus acciones sin compartirlas o los que atienden sus movimientos sin entenderlos) no terminan de encontrar la forma de integrarse a ellos. Entonces es como si terminaran diferenciándose.
Preocupados por ese diagnóstico, LA GACETA desde su plataforma televisiva realizó un encuentro con estudiantes con la intención de escucharlos. Organizó un debate y les pidió opiniones sobre política con la intención de que los actores centrales de la cuestión pública, que este año se pone a prueba en los comicios pudieran tener algunas opiniones y acercarse a ellos.
En ese encuentro los jóvenes destacaron la importancia y el valor que tiene la política. La definieron como una herramienta de cambio, pero también expresaron su preocupación por lo que ellos definieron como “termismo”. Con ese neologismo señalaron el encierro que viven algunos dirigentes. Los estudiantes plantearon también su preocupación por el discurso de la antipolítica. Pero se animaron a determinar que ésa no es cuestión en contra de la política específicamente sino un descontento hacia los líderes políticos.
Por otra parte, analizaron con distancia y cuidado a la grieta desde las definiciones de izquierda y de derecha. Consideraron que debería superarse esa dicotomía a la que algunos de los participantes catalogaron como anacrónica. Y advirtieron el riesgo de que en muchos casos se utilizan esos términos como insultos.
Los jóvenes dejaron -se los puede leer en las notas del diario- la enseñanza de cuán claro tienen el lugar que ocupan en la sociedad y que merecen y sienten la necesidad de ser escuchados de otra manera. Pero que si no lo hacen, seguirán sus caminos indefectiblemente.
Tal vez este año electoral sea importante para definir mejor su importancia en la sociedad.