Cuando era niño, allá por la década del 90, mis amigos y yo solíamos debatir sobre dos escenarios que parecían tan lejanos como inalcanzables: ¿cómo sería ver a la Selección Argentina consagrarse campeona del mundo? y ¿qué pasaría si algún día un Papa fuera argentino? Eran conversaciones que animaban nuestras tardes en el barrio, sin que imagináramos que, con los años, ambas fantasías infantiles se convertirían en realidad.

La primera se hizo realidad el 13 de marzo de 2013, cuando el mundo escuchó el nombre de Jorge Bergoglio como nuevo sumo pontífice. La segunda, casi una década después, el 18 de diciembre de 2022, cuando Lionel Messi alzó la Copa del Mundo en Qatar. Lo que alguna vez fue un juego de la imaginación terminó convirtiéndose en hitos históricos que marcaron a toda una generación.

La elección de Francisco conmovió a la Argentina como si el país entero estuviera reunido en la Plaza de San Pedro, conteniendo el aliento mientras el humo blanco se elevaba desde la Capilla Sixtina. Fue un instante de asombro y orgullo, un giro inesperado de la historia que, por un momento, dejó en suspenso todas las diferencias políticas y sociales. Hubo abrazos y lágrimas en cada rincón del país. Desde entonces, la figura del Papa Francisco se volvió omnipresente: sus gestos, palabras y decisiones copaban las portadas de los principales medios, que durante semanas parecieron girar exclusivamente en torno a él.

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Con el tiempo, como suele ocurrir, su presencia en el centro del debate público se fue diluyendo. Sin embargo, en las últimas semanas, su delicado estado de salud volvió a captar la atención mundial. Desde hace 14 días, el líder espiritual de 1.400 millones de católicos permanece internado a causa de una doble neumonía, lo que desató cadenas de oración que se extendieron desde su Buenos Aires natal hasta la Plaza de San Pedro. La preocupación alcanzó su punto máximo el pasado fin de semana, cuando sufrió una crisis respiratoria asmática prolongada que obligó a los médicos a suministrarle oxígeno a alto flujo.

El tema no tardó en volverse tendencia en redes sociales. Mientras miles de fieles expresaban su apoyo y reconocimiento al jesuita argentino de 88 años, también resurgieron las críticas de quienes lo acusan de haber impuesto una línea ideológica desde su llegada al papado. No faltaron, además, los cuestionamientos por su ausencia en Argentina a lo largo de su pontificado, pese a haber visitado países de la región como Brasil (2013), Ecuador, Bolivia y Paraguay (2015), Colombia (2017) y Chile y Perú (2018).

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Uno de los aspectos que más llamó la atención fue el silencio del oficialismo argentino en X respecto a la salud del Papa. Mientras líderes mundiales, desde Donald Trump hasta Emmanuel Macron enviaban mensajes de apoyo, y Nicolás Maduro lo definía como “un líder ético de la humanidad”, en el gobierno de Javier Milei no hubo declaraciones inmediatas al respecto.

Representante del maligno

La relación entre Milei y Francisco no comenzó de la mejor manera. Mucho antes de llegar al poder, el libertario lo había calificado como “el representante del maligno en la Tierra”. Sin embargo, con el tiempo, el vínculo se fue recomponiendo. El punto de inflexión ocurrió en febrero del año pasado, cuando, poco más de dos meses después de asumir la presidencia, Milei visitó al pontífice en el Vaticano en una reunión que se extendió por más de una hora. Meses después volvieron a encontrarse en el marco del G-7 en Italia, en junio del mismo año.

Ayer, tras varios días de silencio, finalmente llegó una declaración oficial sobre la salud de Francisco. “Tanto el Presidente como todos los que integramos el Gobierno rezamos por él. Esperamos una pronta recuperación”, expresó el vocero presidencial, Manuel Adorni. Aunque Milei no se ha pronunciado públicamente ni en redes sociales, se sabe que sigue de cerca la evolución del Papa a través de uno de los médicos que lo atienden en el Hospital Policlínico Agostino Gemelli.

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Quien sí manifestó su preocupación fue la vicepresidenta Victoria Villarruel, quien desde hace meses mantiene distancia con el mandatario por diferencias políticas. En X, compartió una publicación de una cuenta administrada por sus seguidores, donde se mostraban imágenes de su última visita al Vaticano y el encuentro que tuvo con Bergoglio. “En estos momentos difíciles para el papa Francisco, nuestro pensamiento y oraciones están con él, deseándole una pronta recuperación. Recordamos su cálido encuentro con la vicepresidente”, decía el mensaje.

En Argentina, donde las divisiones parecen insalvables, su figura continúa generando adhesiones y rechazos desde la época en la que era cardenal y mantenía una tensa relación con los Kirchner. Lo que es innegable es que, a sus 88 años y con una salud cada vez más frágil, enfrenta uno de los momentos más delicados de su pontificado. Mientras el mundo católico sigue pendiente de su evolución, su legado sigue escribiéndose. Quizás la pregunta que muchos se hacen hoy no es sólo cómo está Francisco, sino qué quedará de su paso por la historia cuando ya no esté.