En las últimas mediciones oficiales, los niveles de indigencia y de pobreza evidenciaron una caída respecto de hace un año, cuando la actualización de los precios de la economía fue brusca. Ahora, el valor de los alimentos no tienen una variación excepcional, aunque sí persisten retoques en los servicios. De esta manera, la presión sobre el bolsillo de los argentinos sigue siendo elevada, particularmente porque gran parte de la población no llega a fines de mes y, aun aquellos que tienen un trabajo fijo deben salir a buscar otro para incrementar sus ingresos y así cubrir sus necesidades básicas de alimentación, de salud, de educación, de transporte y de servicios, entre otros gastos.

Según el último estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA el estrés económico afecta al 47% de los hogares argentinos.

El documento “Estrés económico y movilidad social en la Argentina urbana (2010-2024)” analiza el estrés económico, una forma de medir la insuficiencia de ingresos de las personas y los hogares a partir de su propia percepción. Estudios pioneros demostraron que los umbrales monetarios no explican por completo las experiencias de exclusión, y que los hogares suelen evaluar su situación en función de referencias normativas, aspiraciones y experiencias previas. Sin reemplazar a la medición de la pobreza por ingresos, la propia evaluación de los actores sociales acerca de sus capacidades de consumo constituye una dimensión y una vía también relevante para el examen de las condiciones de vida de los hogares.

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La insuficiencia de ingresos autopercibida se agudizó desde 2015. Previo al 2017, había una brecha importante entre los niveles de pobreza e indigencia y la evaluación personal de poder atender las necesidades del hogar. Desde ese momento, la distancia se fue achicando a la vez que empeoraron esos indicadores monetarios.

Si bien existe una asociación entre el estrés económico y los indicadores tradicionales de pobreza por ingresos, así como con las carencias no monetarias, los hallazgos muestran que esta relación no es automática ni mecánica: el estrés económico -esto es, la autopercepción de insuficiencia de ingresos- responde también a factores contextuales, estructurales y de expectativas que no siempre son captados por las mediciones indirectas, objetivas y hacen visibles situaciones de privación y malestar que exceden los criterios normativos definidos por las canastas de bienes y servicios, dice el reporte dirigido por el sociólogo Agustín Salvia. Desde esta perspectiva, el estudio de las privaciones económicas debe abordarse desde un enfoque integral, también directo y perceptual, a través de la incorporación de la mirada de los propios sujetos.

Algunas conclusiones

El informe de la UCA permite establecer algunas conductas entre las familias que se han observado en los últimos dos años, de acuerdo con la composición, así como su situación dentro de la pirámide socioeconómica. El abordaje longitudinal de la coyuntura reciente (2022–2024) muestra, además, que los sectores medios bajos se han visto particularmente afectados, con una creciente proporción de hogares que ingresan a situaciones de estrés económico. Este empobrecimiento de sectores tradicionalmente estables indica un corrimiento generalizado de las fronteras del estrés económico, que ya no se limita a los estratos estructuralmente vulnerables. En contraste, los sectores más desfavorecidos -si bien mantienen niveles crónicamente altos de estrés- muestran escasa variabilidad, lo cual puede asociarse a procesos de adaptación a la privación.

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• En los niveles socioeconómicos más bajos (bajo y medio bajo) se registran los porcentajes más elevados de estrés económico, casi alcanzando el 80% en los momentos más críticos.

• En los estratos medios bajos, el deterioro reciente es marcado: el indicador sube con fuerza entre 2022 y 2024, reflejando una profundización del estrés económico en esos sectores.

• Incluso los estratos medio altos presentan un crecimiento, aunque más moderado, indicando una expansión de la insuficiencia monetaria autopercibida más allá de los estratos estructuralmente vulnerables.

• La presencia de niños/as en el hogar incide también en los niveles de estrés económico: son los hogares con presencia de niños/as aquellos que presentan mayor nivel de incidencia en el riesgo de estrés económico, y esto se mantiene a lo largo del período analizado.

• Si bien las brechas en el estrés económico entre hogares con y sin presencia de niños/as se mantiene relativamente constante, cabe destacar que entre los hogares con niños/as los shocks económicos hacen aumentar con mayor intensidad la proporción de unidades domésticas con estrés. Los resultados a nivel poblacional (en porcentaje de personas) replican estas tendencias.

Punto x punto

- La percepción de estrés económico se encuentra estrechamente asociada a la presencia de carencias no monetarias: cuantas más carencias, mayor el estrés económico, indica el reporte elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).

- La brecha entre hogares con y sin carencias se amplía significativamente en los últimos años, intensificando así la asociación entre las carencias no monetarias y la autopercepción de ingresos insuficientes, puntualiza el reporte al que accedió LA GACETA.

- A través de la variable de carencias no monetarias se revela la profundización en el estrés económico entre los hogares medios con privaciones específicas (alimentación, salud, vivienda).

- El aumento de la insuficiencia autopercibida entre hogares con una o más carencias es, según el estudio de la UCA, especialmente agudo a partir de 2015, reflejando vulnerabilidad estructural frente a shocks socioeconómicos recientes.

- En la coyuntura, el indicador de estrés económico mejora más entre los hogares de mayor vulnerabilidad estructural; mientras que son los hogares con menor cantidad de carencias no monetarias  se evidencian mayores porcentajes de caída en condiciones de estrés económico.