Por Alina Diaconú - Para LA GACETA - Hanoi, Vietnam
Quizá para muchos, el título de este artículo resulte desconcertante. Yo misma ignoraba que detrás del revolucionario, del militante, del presidente de Vietnam, padre de su patria, subyaciese una importante faceta literaria.
Mi viaje a ese fascinante país me reveló esa otra cara del político y estadista, ignorada por mí y, seguramente, por muchos lectores occidentales.
Tengo entre mis manos, en versión trilingüe (china, vietnamita y castellana, la última a cargo del poeta cubano Félix Pita Rodríguez) el libro que contiene el poemario de Hô Chi Minh, titulado Diario de prisión y editado por Thé Giói. Es precisamente eso: un diario y, originalmente, un cuaderno, “el cuaderno verde” (que pude ver expuesto en el Museo de la Revolución, en Hanói) en el cual el autor escribió sus experiencias y reflexiones mientras estaba encarcelado.
El 29 de agosto de 1942, Hô Chi Minh fue apresado por las autoridades chinas, mientras cruzaba la frontera, en Guangxi.
Durante 14 meses fue trasladado de prisión en prisión, sometido a toda suerte de maltratos y, en sus noches de insomnio, escribía poemas en el idioma de sus carceleros, el chino clásico, para que éstos no sospecharan de él y pudiesen entender el contenido.
Hô Chi Minh hablaba varios idiomas: el francés, el inglés, el chino, el vietnamita, el ruso. Su traductor al francés, Phan Nhuan, describió la situación que vivió su líder en los tiempos de la prisión : “Antes de romper el alba y tirando de él con una cuerda, lo ponían en marcha. Y a la hora del crepúsculo, cuando los pájaros regresaban a sus nidos, se le encerraba en cualquier celda improvisada, junto a un montón de inmundicias. Y el prisionero podía considerarse feliz si le ponían un cepo, pues con ello se liberaba sentimientos de pasar la noche en las letrinas. (...) De traslado en traslado, Hô Chi Minh atravesó los 13 distritos de Luang Si y fue huésped involuntario de 30 prisiones.” A pesar de las jornadas de 50 kilómetros andando a pie, de las noches sin dormir, del hambre, el frío, la fiebre, conservaba una sonrisa en sus labios, una sonrisa “que era como el testimonio de su confianza infinita en la vida, victoriosa del mal y de la muerte”.
Acerca de esas terribles caminatas, entre cárcel y cárcel, escribirá en un poema titulado Llegada a Tian Po:
Cincuenta y tres kilómetros fueron hoy mi jornada.
Mojadas y en jirones tengo ropa y sandalias.
Para dormir no encuentro rincón donde acostarme:
Me siento en la letrina para esperar el alba.
El primer poema del libro Diario de prisión comienza diciendo:
Es tu cuerpo el que está en prisión:
tu espíritu no puede ser encarcelado.
Y en otra de sus cuartillas, escrita varios meses más tarde, aparece esa misma idea, la de un espíritu inquebrantable en un cuerpo deteriorado por la enfermedad y los padecimientos:
…delgado y triste como un demonio enflaquecido
Me veo cubierto de sarna. Por suerte
Soy tenaz y paciente, y jamás cedo un paso
Aunque físicamente padezco, mi espíritu sigue entero.
En la cárcel, Hô Chi Minh se enferma de la vista, de la piel y de una tuberculosis que lo tendrá a mal traer a lo largo de los años.
Su poema El camino habla del tratamiento que recibía en prisión:
Una cuerda amarraron a mis piernas y los brazos me ataron,
Pero el suave perfume de las flores y el canto de los pájaros
desde el bosque me llegan. ¿Cómo impedir podrían que esta dicha me acompañe? Ahora, ni es tan largo el camino, ni estoy solo.
Asimismo, en otro texto, En barca hacia Nan Ning, dice:
Hacia Nan Ning la barca se desliza; la corriente la arrastra.
Como en suplicio antiguo, pies atados al techo,
nos trasladan.
La mayoría de los poemas de Hô Chi Minh -redactados en cuartetas, según las reglas poéticas de la época Tang- describe con sencillez y precisión sus lamentables condiciones de vida en aquellos interminables meses, pero siempre habrá un rayo de sol, una alusión a la presencia o al recuerdo de la naturaleza, con sus colores y olores, un aura de esperanza:
…rimando haré más cortos mis días en prisión
Y esperaré que llegue mi libertad, cantando.
Si bien la suya es, sobre todo, una poesía militante, no deja afuera el lirismo, una sensibilidad a flor de piel, una apreciable calidez humana y no pocas veces, cierta ironía o sarcasmo. Un ejemplo de éstos es Llegada al Bosque de Canela:
En Bosque de Canela no hay canela ni bosque,
Tan sólo aguas profundas e inaccesibles montes.
En la prisión, que un árbol gigantesco ensombrece,
Pierde su luz el día y la noche enmudece.
Según su biógrafo, el alemán Reinhold Neumann-Hoditz, “Los poemas de Hô Chi Minh nacen del sufrimiento y también de la compasión. Hô* no estaba en una celda aislado -aclara-, sino rodeado de otras personas, jugadores, aventureros, drogados por el opio, sifilíticos. (...) Por la noche cogía su cuadernillo de gastadas tapas y un pincel, y anotaba las impresiones del día en el idioma de sus guardianes. O sea, casi siempre escribió sobre impresiones momentáneas”. (…) Ho renuncia a las abstracciones. Nos informa de cuestiones concretas: la vida cotidiana en la prisión, la celda y sus moradores, los guardianes, la comida.” Se advierte su humor también en el poema titulado El adiós a un diente:
Eres duro y orgulloso, amigo mío,
No eres blando y largo como la lengua,
Juntos hemos compartido el dulzor y la amargura.
Como hemos insinuado antes, sus versos son descriptivos, seguramente catárticos pero, a la vez, llenos de un patriotismo apasionado, siempre presente:
Mi corazón corre mil li**, hasta llegar a mi patria.
Mi sueño se enreda en la tristeza como en una cuerda de mil cabos,
He sufrido un año entero de cárcel, siendo inocente.
Uso mis lágrimas como tinta y hago de mis pensamientos rimas.
En otro de sus poemas, pregunta:
Ilustres mandarines,
¿cuál ha sido mi crimen?
El de amar a mi pueblo y entregarle la vida.
Lo que lamenta profundamente es que, por encontrarse preso, no puede ir a ocupar su puesto en el campo de batalla, en los sublevamientos de su gente contra los colonialistas franceses y los invasores japoneses.
“El que trae la luz”
Según Betrand Russell, Hô Chi Minh fue quien configuró el mundo poscolonial. Fue un impulsor y un organizador, un gran pragmático.
Lo que también lo singularizaba como oriental, era un concepto diferente de la paciencia y del tiempo. Nikita Khruschev lo llamó “el santo del comunismo”.
Hô Chi Minh nació en Kiem Lien el 19 de mayo de 1890 y murió de un ataque al corazón en Hánoi, el 3 de septiembre de 1969.
Durante su vida cambió de nombre 13 veces. Nació como Nguyen Sinh Cung. A los diez años lo comienzan a llamar Nguyen Tat Thanh y luego adopta distintos pseudónimos, muchos de ellos debido a su vida en la clandestinidad, viajando y conduciendo a los campesinos-guerrilleros, hasta ponerse finalmente en 1942, el nombre de Hô Chi Minh, que significa “el que trae la luz” o “el de la clara voluntad”.
Huérfano de madre a los diez años. Era reflexivo y muy lector, cuentan las biografías. En su infancia, le gustaba mirar a los pescadores. Con su hermano construía balsas y navegaban por el Río de los Perfumes, en Hue. Se matriculó en Saigón en una escuela técnica, donde había también cursos de navegación. A la edad de 22 años se fue en un barco de pasajeros francés, como ayudante de cocina. No volvió a su país hasta 30 años más tarde. En el barco, limpiaba las verduras, traía carbón, encendía las calderas, buscaba los alimentos en la bodega. Cuando sus compañeros dormían, él leía y escribía.
Desembarcó en Marsella. “Los franceses en Francia son mejores y más amables que en Indochina”, escribió.
Entre 1912 y 1917 fue a España y Portugal, llegó a Londres y finalmente a París, donde por primera vez entra en contacto con la política e inicia la lucha por los derechos de su pueblo en contra del colonialismo. En París se hace comunista y comienza a escribir columnas en La vie ouvrière. Trabajaba allí como retocador de fotografías y comenzó a estudiar idiomas. En París, también, conoció al nieto de Marx, Jean Longuet, diputado y redactor del diario Le Populaire. En esos tiempos ya leía a Shakespeare y Dickens en inglés, y a Víctor Hugo y Zola en francés, pero sus escritores favoritos eran Leon Tolstoi y Anatole France.
Empezó a escribir ensayos, a colaborar en L’Humanité, fundó un diario, se adhirió al Partido Socialista francés y fue uno de los miembros fundadores del Partido Comunista de Francia.
Se va a Moscú después y en 1928 se pierden sus huellas: pasa a la clandestinidad. Se cree que entre 1934 y 1938 trabajó en el Cáucaso, en la costa del Mar Negro. Retorna a Moscú otra vez, desaparece luego nuevamente y aparece en Yenan (China).
Hô Chi Minh regresó a su país 30 años más tarde, en diciembre de 1940, cuando ya tenía 52 años. Vivió en una cueva calcárea (en Coc Bo) donde traducía textos (escribió La Guerra de guerrillas). Desde allí instruía a sus compañeros.
En 1942 cruza la frontera de China y es arrestado, supuestamente por ser considerado un espía. En la tarjeta de visita que llevaba consigo decía: “Periodista chino residente en Vietnam”.
Vida misteriosa
De su vida privada, poco y nada se sabe. La reserva absoluta signó su personalidad. Las conspiraciones, las fugas, los escondites fueron siempre secretos. En un momento, hasta fue dado por muerto por los diarios L’Humanité y Pravda.
Al escritor francés Bernard B. Fall, especialista en Vietnam, le dijo en 1962 en una entrevista: “Sabe usted, yo ya soy un hombre viejo y a todos los ancianos les gusta guardar sus secretos. Espere a que me muera y podrá escribir todo lo que quiera acerca de mi persona”.
Después de su liberación y tras la bomba de Hiroshima, se produce en su tierra “La Revolución de Agosto” (1945). El entonces emperador de Vietnam, Bao Dai , renuncia al trono y bajo la presidencia de Hô Chi Minh se proclama en Hánoi la independencia de Francia (el 2 de septiembre).
La declaración de la Independencia había sido redactada por el propio Hô Chi Minh. Fue así cómo de agitador y conspirador se transforma en un estadista.
Pero Francia no quiere renunciar a sus colonias en Asia y la Guerra de Indochina comienza en 1946 y dura hasta 1954, con Vietnam ganador. Desde la jungla, donde se había refugiado, Hô Chi Minh seguía siendo el motor de la resistencia.
En 1966, llama a la lucha contra las tropas norteamericanas en Vietnam y en 1969 exige la continuación de la guerra hasta la retirada total de las tropas de los Estados Unidos. Lamentablemente, no llegó a ver los resultados de esa atroz contienda, ni el cumplimiento de su deseo.
A lo largo de los años siguió escribiendo poesía. En su testamento pidió que a su muerte debe evitarse la organización de grandes solemnidades funerales, para no derrochar el tiempo y los medios de nuestro país.
Pequeño gran hombre
Lo vi, como dormido, sereno, en el imponente mausoleo de Hánoi. Con su traje claro, su barbita blanca y un haz de luz resaltando su cuerpo de la penumbra reinante. Había visto su casa-museo, su escritorio, su cama, su mesa, el retrato de su venerado Lenin sobre una pequeña biblioteca. La austeridad había sido su compañera de ruta.
Mi infancia estuvo muy ligada a Hô Chi Minh. Lo veía en los calendarios que había en mi casa de Bucarest. Y por alguna misteriosa razón, sentí una gran admiración por ese hombre de diminuta estatura, que era el presidente de un país surasiático del que yo, a esa corta edad, nada sabía.
Al entrar, hace poco, en el interior del mausoleo erigido en su memoria, tuve un nudo en la garganta. Era la primera vez que veía un cuerpo embalsamado. ¡Cuánta lucha, cuánta historia detrás de ese pequeño gran hombre que, muerto, parecía estar vivo!
El último poema escrito por Hô Chi Minh en prisión dice:
Los antiguos poetas se complacían cantando
A la naturaleza: las nubes, las flores, la luna y el viento,
Los ríos y montañas, sus cantos celebraban.
Hoy debemos fundir los versos en acero
Y ser cada poeta un bravo combatiente.
El 30 de abril se cumplen 40 años de la liberación de Saigón y del final de la Guerra contra los Estados Unidos. A lo largo de su Historia, Vietnam ha superado todos sus conflictos Norte-Sur y ha vencido a todos sus usurpadores: franceses, japoneses, norteamericanos. Hô Chi Minh le ha insuflado a su gente humildad, coraje y heroísmo. Su frase más célebre fue: “Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo y serás invencible”. Por todo eso y porque predicó con su ejemplo, hoy “el tío Hô” puede descansar en paz.
© LA GACETA
Alina Diaconú - Escritora y columnista de distintos medios.
* “El tío Hô” (Bac Hô), así lo llaman en Vietnam.
** Li, medida china de longitud. 1 li = 500 m.