Septiembre transcurre con cierto alivio frente a tantos desequilibrios macroeconómicos en el país. Desde hace varios meses, los analistas -y hasta dentro del mismo oficialismo- se advertía que este iba a ser un mes difícil para el rumbo económico argentino, en general, y para la gestión del presidente Alberto Fernández, en particular. La llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía significó un mensaje al mercado de que la Casa Rosada estaba dispuesta a normalizar algunas situaciones. La aparición del dólar soja, un sistema para seducir a los productores a liquidar divisas a $ 200 por dólar, ha permitido al Banco Central mejorar las reservas. Así, según el diagnóstico semanal de Adcap, el BCRA acumula compras por U$S 2.100 millones. “Las reservas brutas se ubican en U$S 37.915 millones y las netas en U$S 3.075 millones”, según Adcap. Así, Massa se alinea con las metas acordadas con el FMI. Sin embargo, la evolución inflacionaria constituye otro estigma para Massa. Desde diciembre de 2019, y también en tiempos del macrismo, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) causó una fuerte caída del poder adquisitivo de la sociedad.
Si bien durante agosto se desaceleró respecto de julio, la inflación fue mayor a la prevista por las consultoras privadas. Registró un avance del 7%, por encima del promedio mensual del último semestre (6,2%). Puntualmente, entre marzo y agosto los precios acumularon un alza del 43,7%. Así, por primera vez desde la hiperinflación de la antesala de la Convertibilidad la economía argentina operó un semestre con una nominalidad anualizada de tres dígitos (107% de Tasa Efectiva Anual -TEA-), señala un reporte de Invecq Consulting.
El proceso actual difiere de las aceleraciones inflacionarias de años anteriores: antes, los saltos inflacionarios estaban asociados con bruscos movimientos cambiarios o de precios regulados; hoy ni el primero ni los segundos han (aún) impactado significativamente en la dinámica de precios. Si bien el Central incrementó la tasa de depreciación del tipo de cambio oficial en los últimos dos meses (hoy corre al 5,5% mensual), hasta agosto el oficial avanzó un 35% (21 puntos por detrás de la inflación), advierte la consultora. Por su parte, aunque aceleraron su dinámica en los últimos meses, los precios Regulados (de bienes y servicios sujetos a regulación estatal o con un elevado componente impositivo) aún no han presionado significativamente en el nivel general de precios. Ahora bien, sin contemplar el impacto de precios regulados ni de fenómenos estacionales, la inflación núcleo (que puede entenderse como la velocidad crucero de los precios de la economía) del último semestre también corre por encima de los tres dígitos anualizados, al igual que el nivel general de precios. “Esta persistencia inflacionariarefuerza la noción de que la economía argentina probablemente haya ingresado en un nuevo régimen inflacionario”, puntualiza la firma que dirige el economista Esteban Domecq.
¿Cómo reaccionó la política económica al mal dato de inflación? El BCRA convalidó una nueva suba de tasas y llevó la Leliq al 75% (Tasa Nominal Anual -TNA-). Una de las metas acordadas con el FMI consiste en “mantener una tasa real positiva”. Según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Central, se esperaba una inflación núcleo mensual promedio del 5,6% en el próximo semestre. De convalidarse este sendero inflacionario, la Leliq a priori sería positiva (rinde 6,2% TEM). No obstante, los riesgos de una nominalidad mayor a la esperada son altos por el mal dato de inflación de agosto y por el impacto monetario que tendrá la acumulación de divisas a través del dólar soja, pero a costa de un deterioro de la posición patrimonial del BCRA, apunta Invecq.
Aunque el endurecimiento monetario va en la dirección correcta, llega tarde, advierte GMA Capital. Para lograr estabilizar la economía, es condición que el premio al ahorro les gane a los precios (o al menos, que no pierda sistemáticamente). Según el economista Nery Persichini, para tomar dimensión de la dinámica de los últimos 10 años, en el 70% de los meses los plazos fijos perdieron contra el aumento de costo de vida. Además, como resultado de la aceleración inflacionaria y de la tardía respuesta del Central, en los últimos 12 meses acumulados, la tasa real efectiva alcanzó mínimos no vistos en 30 años. “El mero aumento de la tasa podría agravar aún más la tragedia inflacionaria si no es acompañado con una política fiscal consistente y un sobrecumplimiento de la meta pactada con el Fondo que renueve las expectativas”, señala GMA.
Para establecer dónde está parada la Argentina en la región, en las últimas dos décadas, Perú y Chile (los exponentes más estables de la región) acumularon una nominalidad de 86% y 108% respectivamente. En el resto, la erosión del poder de compra fue algo mayor. Brasil acumuló 242% de suba en su IPC y Uruguay 386%. “Aunque las últimas cifras parecen elevadas respecto de los primeros países, muy diferente es la perspectiva al comparar con la Argentina. En estas pampas, desde agosto de 2002 la inflación acumulada fue de 11.360%”, puntualiza la consultora privada. Si esa comparación se hiciera con los billetes, puede decirse que en nuestro país uno de $ 100 compra solo un 0,85% de lo que adquiría hace 20 años u 85 centavos (destrucción de valor de 99,15%). Es decir, hoy debería tener una denominación de más de $ 11.400 para comprar la misma canasta de bienes y servicios que en 2002. En cambio, en el resto de los países la erosión del poder de compra fue menos pronunciada. Incluso en el caso de Brasil, aun sin ser el mejor ejemplo, 100 Reales valen en términos reales lo que 19 unidades de la moneda brasileña valía hace 20 años, finaliza GMA.