Un respetuoso consenso de 40 años: la extrema honradez de Fernando Riera

Estuvo lejos de ser un estadista. Al contrario; su gestión fue de lo más tormentosa. Pero eso no modifica el valor de su legado. Fueron ocho gobernadores y un interventor federal los que condujeron la provincia desde la restauración democrática.

CEMENTERIO DE BELLA VISTA. Allí está el monumento en el que descansan los restos de los hermanos Riera. La placa referida a Don Fernando habla de un “sufrimiento callado y silencioso”. CEMENTERIO DE BELLA VISTA. Allí está el monumento en el que descansan los restos de los hermanos Riera. La placa referida a Don Fernando habla de un “sufrimiento callado y silencioso”.

Ocho gobernadores y un interventor federal comandaron el destino de Tucumán desde la recuperación democrática a la fecha. Todos varones -al día de hoy nunca una mujer se sentó en el sillón de Lucas Córdoba-, dueños de distintos perfiles y recorridos. Entre esas improntas, la honestidad de Fernando Riera es un valor destacado por propios y extraños. Como Elpidio González, aquel Vicepresidente de la Nación que rechazaba la jubilación de privilegio y se ganaba la vida vendiendo anilinas Colibrí, Riera se abrazó a una austeridad extrema, insólita para estos tiempos, seguramente incomprensible a la luz de la modernidad política.

La honestidad no hizo de Riera un estadista, de su gestión (1983-1987) quedó muy poco para rescatar, y aún así hay un respetuoso consenso en torno a su figura que une a peronistas y antiperonistas. Hasta allí llega la coincidencia, no hay sucesor de Riera que alcance esa estatura, ni siquiera una figura popular como Ramón Ortega. Dice mucho de lo vivido por los tucumanos a lo largo de estos 40 años.

Un respetuoso consenso de 40 años: la extrema honradez de Fernando Riera

Lo que no puede afirmarse es que el ascetismo de Riera haya sido fingido. Siempre fue así; tan simple como genuino. Contaban que el entorno de Hipólito Yrigoyen afrontaba día a día la compleja misión de descifrar -e interpretar- sus silencios. Y así funcionaban las cosas. Hubo mucho de eso en el Riera de los 80, el caudillo de escasas palabras al que le costaba mover los hilos como en los tiempos primigenios del peronismo. Si alguna vez fue un titiritero hábil, lo que puede ser motivo de debate, después del 83 prácticamente no le quedaban trucos en la valija.

IZQUIERDA. La casa de Riera en Bella Vista, convertida en museo.ARRIBA. “Porota”, hermana de Riera -ya fallecida-, posa junto al busto emplazado en el Paseo de la Independencia. IZQUIERDA. La casa de Riera en Bella Vista, convertida en museo.ARRIBA. “Porota”, hermana de Riera -ya fallecida-, posa junto al busto emplazado en el Paseo de la Independencia.

Pero todo es cuestión de contextos. En el NOA, la elección del 83 se ciñó a la estructura feudal que ejercía el PJ de la época. Un club en el que militaban los Juárez (Santiago del Estero), Romero (Salta), Snopek (Jujuy), Saadi (Catamarca) y Menem (La Rioja). Como parte de esa cofradía, Riera construía y administraba el poder a la vieja usanza. Pero a diferencia de esos contertulios regionales, jamás lo rozó la más mínima sospecha de corrupción. Al contrario: representaba la pura imagen de la honradez.

De adolescente -era clase 1915- le asociaron simpatías con el partido Bandera Blanca, tiempos en los que Juan Luis Nougués fue un popular intendente de la capital y luego gobernador. Después Riera se entregó en cuerpo y alma al peronismo, en especial a Evita, un amor platónico de Don Fernando correspondido por la Primera Dama cuando ella se encargó de cuidarlo en un pasajero lecho de enfermo. Nunca formalizó pareja Riera, ni dejó descendencia, Lo insólito es que en Wikipedia alguien introdujo un error grosero y aparece casado con Olijela Rivas. Moraleja: una vez más, no hay que confiarse de todo lo que se lee en la web.

UNA MUESTRA DE LA SENCILLEZ FAMILIAR. Así lucía el comedor de los Riera en la casa de Bella Vista. UNA MUESTRA DE LA SENCILLEZ FAMILIAR. Así lucía el comedor de los Riera en la casa de Bella Vista.

El hombre que fue dos veces gobernador (1950-1952 la primera); al que le robaron un tercer período en 1962 cuando ganó y los militares hicieron anular la elección; el que fue senador nacional y estuvo preso de la Libertadora del 55; el que hizo mandatario a su cuñado Amado Juri en 1973; ese Riera amo y señor del peronismo tucumano durante cuatro décadas dejó un legado mínimo y honroso en su Bella Vista natal. No escribió libros ni cambió la historia. Pero fue, a diferencia de sus sucesores, el símbolo de una Argentina que ya no existe.

Hogar familiar y, al mismo tiempo, centro de poder

Los gobernadores en su casa

Tucumán no cuenta con una residencia fija para los mandatarios, aunque es cierto que en el pasado varios de ellos -con Octaviano Vera a la cabeza- disponían de las comodidades de la Casa de Gobierno para dormir o instalarse allí. No fue el caso desde la recuperación democrática de 1983, con lo que el domicilio de cada gobernador terminó funcionando como residencia oficial. Esto provocó toda clase de situaciones.

José Domato (1987-1991)

Al sucesor de Fernando Riera le tocó afrontar una época de altísima conflictividad, que incluyó la hiperinflación de 1989 y su impacto en la sociedad. La economía provincial zozobraba y Domato, dirigente histórico del peronismo aunque sin dominio territorial, debía afrontar casi a diario las protestas que llegaban a la puerta de su casa (ubicada en Santiago entre Laprida y 25 de Mayo). Entre los más enfervorizados manifestantes estaban los jubilados, ya que dependían de la Provincia (no se había traspasado la caja a la Nación) y tenían graves problemas para cobrar los haberes (foto de abajo). Finalmente, Carlos Menem intervino Tucumán.

Un respetuoso consenso de 40 años: la extrema honradez de Fernando Riera

Julio César Aráoz (1991)

Carlos Menem designó interventor federal al dirigente cordobés, quien permaneció nueve meses en Tucumán, entre enero y octubre. Su base de operaciones era el Gran Hotel (hoy Catalinas Park), donde se alojaba de lunes a viernes.

Ramón Ortega (1991-1995)

El “changuito cañero” volvió a Tucumán para imponerse en las elecciones y lo hizo acompañado por su nutrida familia. Eligieron para vivir la casa de El Corte (Yerba Buena) que aparece en la foto de arriba, a la derecha, propiedad que pertenecía a la empresaria Nilda Jorge de Calliera. Numerosos visitantes, incluyendo figuras del espectáculo que visitaban a “Palito” y a su esposa Evangelina Salazar, se alojaron en la casa. Hoy funciona allí un restaurante.

Un respetuoso consenso de 40 años: la extrema honradez de Fernando Riera

Antonio Bussi (1995-1999)

Frente a su casa de La Rinconada, sobre la avenida Solano Vera, se registraron varias manifestaciones de protesta. Luego el gobernador se mudó a un country cercano.

Julio Miranda (1999-2003)

También transitó años de turbulencias sociales, traducidas en dramáticos índices de pobreza y desnutrición infantil. Permaneció durante su gestión en una casa de barrio Norte (Santa Fe entre Muñecas y Maipú), zona en la que se mantenían estrictas medidas de seguridad.

José Alperovich (2003-2015)

Durante los tres períodos en los que Alperovich comandó la provincia, la casa de Crisóstomo Álvarez al 4.300 fue el indiscutido centro de poder. Allí se realizaban desde reuniones de gabinete a encuentros políticos y gastronómicos por los que pasaron todos los protagonistas de la política y de la vida institucional de la época. En la foto de abajo, el momento en el que LA GACETA registró la visita del entonces fiscal Alejandro Noguera al gobernador, en plena crisis por el femicidio de Paulina Lebbos.

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Juan Manzur (2015-2023)

Con un perfil más bajo que el de su antecesor, Manzur también convirtió su casa de la calle Belgrano (Yerba Buena) en un epicentro del poder.

Osvaldo Jaldo (2023-)

Al igual que Miranda, el actual mandatario eligió barrio Norte para vivir.

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