

La inflación cedió en el último año; los precios se movieron con menor velocidad de lo que lo hicieron cuando Javier Milei asumió como presidente y hubo una fuerte devaluación en el verano del año pasado. Las tasas de pobreza y de indigencia evidencian esa recuperación del poder adquisitivo. Al cierre de 2024, la pobreza afectó a un 38,1% de las personas que residen en los 31 aglomerados urbanos de la Argentina, un descenso de casi 3,5 puntos porcentuales. Así , ese flagelo golpea a 11,3 millones de personas que residen en 2,9 millones de hogares urbanos en todo el país. En el caso particular del aglomerado urbano del Gran Tucumán, la tasa se redujo tres puntos interanuales para cerrar con un índice de pobreza del 40,8%, lo que representa una población de 378.046 personas que no pudieron reunir los ingresos mínimos para cubrir la Canasta Básica Total (CBT).
La reducción del indicador es mayor (15 puntos) si se toma en cuenta la medición del primer semestre del año pasado, cuando el principal aglomerado urbano provincial registró que el 55,8% de la población se encontraba bajo la pobreza, es decir, unas 515.500 personas.
Los datos informados ayer por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) muestran, además, que la indigencia descendió de un 10,1% a un 7,3%, con un total de 67.333 personas que no pudieron reunir los ingresos necesarios para alimentarse.
La mayor tasa de pobreza se registró en el Gran Resistencia. Seis de cada 10 habitantes no pudieron reunir los ingresos necesarios para costear sus gastos mensuales (60,8% de la población). El índice más bajo se presentó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (16,7%). A su vez, en el NOA la pobreza golpeó con más fuerza en el aglomerado Santiago del Estero-La Banda, donde un 48,6% de los habitantes están en estado de vulnerabilidad por sus bajos ingresos.

Los datos de pobreza del segundo semestre reflejan los primeros efectos de la estabilización macroeconómica. La desaceleración de la inflación, junto con la recuperación de los salarios en términos reales, constituyen los pilares fundamentales que están permitiendo que cada vez más argentinos superen el umbral de pobreza, indica Lautaro Moschet, economista jefe de la Fundación Libertad y Progreso. “En los últimos seis meses, 4,4 millones de personas salieron de la pobreza, y si se compara con el mismo período del año anterior, la reducción alcanza casi un millón de personas”, puntualiza el experto.
Fuente de ingresos
El director del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), Jorge Colina, coincide con su colega respecto de que la pobreza coyuntural bajó, y esto se debe a que su principal determinante es la inflación y la erosión que esta provoca en las remuneraciones de los trabajadores, al lograr controlar la inflación permitió que algunas remuneraciones recuperaran poder adquisitivo.
En diálogo con LA GACETA, Colina precisó que el nivel de pobreza volvió a los niveles del primer semestre de 2022. ¿Qué sucedió? El doctor en Economía sostiene que la fuerte baja del índice se explica en el incremento del 80% que experimentaron los salarios informales, la principal fuente de ingresos de los sectores más vulnerables de la sociedad. En el mismo período, la canasta subió un 26%.
Sin embargo, la pobreza estructural exige soluciones de fondo, y lograr reducirla es un desafío de largo plazo que implica abordar múltiples factores como trabajo, educación, salud y vivienda, advierte. Por lo tanto, no alcanza con aumentar el gasto público en programas asistenciales, como se ha hecho durante los últimos gobiernos, si no se transforman las condiciones de fondo que perpetúan estas condiciones de vulnerabilidad, detalla.
Estabilidad: ¿por qué la baja de la pobreza depende del dólar?
Según un reporte del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), hay una subestimación del peso de los servicios públicos privatizados y del transporte en la estructura de consumo de los hogares y que no se percibe, de manera real, en la tasa de pobreza. “El uso de la apreciación cambiaria como herramienta para contener la inflación permitió una reducción temporal de la pobreza. Sin embargo, su sostenibilidad está condicionada a la estabilidad del tipo de cambio”, expresa. Y advierte sobre lo que puede acontecer con el indicador durante el primer semestre de este año: si la presión sobre el dólar aumenta y el gobierno se ve forzado a devaluar por falta de reservas del Banco Central, los precios -en especial los de los alimentos, altamente sensibles al tipo de cambio- podrían dispararse, deteriorando el poder adquisitivo y revirtiendo los avances en la reducción de la pobreza e indigencia, advierte el CEPA. De allí la necesidad que tiene el Gobierno nacional de bajar las expectativas del mercado y, por ende, las proyecciones acerca de una devaluación de la moneda más allá del acuerdo con el FMI.