En un editorial titulado “El país en una nueva etapa”, del 31 de octubre de 1983, hace 40 años, LA GACETA analizaba los difíciles momentos que atravesaba Argentina al cabo de siete años de la oscura etapa de la dictadura y con un inquietante pronóstico por el panorama de problemas y tensiones socioeconómicos, políticos y culturales vividos por la república. “El período que se inicia o mejor dicho el que tendrá como punto de partida la entrega del poder (…) no será fácil. Nadie ignora que el país se encuentra en un estado de destrucción o postración aguda, al cabo de años de equivocaciones gubernativas y de políticas erradas en todos los campos de la conducción, la crisis ha afectado, irremediablemente, tanto a la economía como a las estructuras morales sobre las cuales se cimentaba el Estado y no bastará, por cierto, mejorar algunos de los múltiples aspectos de una quiebra que para muchos es total”.
A 40 años de ese análisis que se basaba en la observación de una sociedad que trataba de salir del pozo hondo de la dictadura, de la derrota de la guerra en Malvinas y del aislamiento internacional, las circunstancias de hoy, tras las cuatro décadas de experiencia institucional, nos muestran angustias y necesidades urgentes que deben ser respondidas con políticas concretas y elaboradas con una mirada amplia hacia el futuro, porque, como se señaló en aquel editorial, “no bastará con reconstruir y recuperar lo que tuvimos en algún momento de nuestro pasado; será preciso, también, dar el paso adelante, engrandecer la república así en lo material como en lo espiritual”.
Se vaticinaba entonces que se ingresaba en una etapa cuyo espíritu se identificaba “con la consolidación de su trayectoria hacia sus grandes destinos, intuida en los orígenes mismos del ser nacional”. Se apreciaba, entonces, una mirada hacia los tiempos que forjaron la institucionalidad argentina y la situación del país en un lugar internacional respetable y hacia eso se planteaba que debía ir el país: “engrandecer la república así en lo material como en lo espiritual; economía y cultura, política y ética son términos de ecuaciones básicas, que con otras paralelas y de parecida dimensión conforman los cimientos de una programática futura para el engrandecimiento nacional”.
Hoy se sabe que la Argentina que se viene está signada por el ajuste, de correcciones que debió hacer el Estado mientras el 40,1% de la población está sumergido en la pobreza -alrededor de 18,5 millones de habitantes con ingresos menores al precio de la canasta básica total- y 4,3 millones subsisten en la indigencia.
Esas circunstancias marcan a fuego la tarea que deberá encarar el nuevo gobierno, que antes de asumir el próximo 10 de diciembre, deberá acordar junto con el oficialismo actual la transición para que la necesaria tranquilidad asegure el adecuado comienzo de una nueva etapa.
Se decía entonces que era necesario “un reencuentro con todos los valores y un reajuste de todos los resortes de la producción, la política, la economía, la educación y, en fin, de todos los factores del vivir cotidiano de la Nación y de sus habitantes, para que se produzca un mejoramiento real de las perspectivas tan disminuidas en esta hora”. Hoy, como entonces, hay que considerar “si se conjugan los esfuerzos de todos los argentinos para lograr el clima de paz interior y de tranquilidad social que se requiere como condición imprescindible en la tarea de la reconstrucción nacional”. Ese es un gran planteo. Se vienen tiempos de cambio porque hay un nuevo paradigma en la política que el país deberá asimilar tendiendo al bien común.