El peronismo en la oposición: cuanto peor, mejor

El peronismo en la oposición: cuanto peor, mejor

Luego del discurso de asunción del presidente Javier Milei desde la explanada del Congreso de la Nación, el 10 de diciembre, y después de los anuncios del ministro de Economía, Luis Caputo, este martes 12, el peronismo, hoy oposición, puso en duda varios de los números de la herencia recibida descripta por la nueva administración.

“Ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros”, aseguró Milei.

Dos días después, Caputo avaló el diagnóstico del Presidente: dijo que es “la peor herencia de la historia”.

Con la velocidad que impone el vértigo de estos tiempos líquidos y tecnológicos, el kirchnerismo no tardó en viralizar placas por las redes sociales que a simple vista desmentían las cifras de la pobreza, la deuda y el riesgo país que exhibieron Milei y Caputo, apoyados en datos oficiales.

Las placas, aunque con diferentes diseños, contenían los mismos números, es decir que claramente la fuente original era la misma y una sola, comparaban estos tres guarismos entre el año 2003 y el 2023, 20 años después.

“La peor herencia de la historia la recibió Néstor Kirchner y sacó al país adelante sin empeorarle la vida a nadie. No te comas el verso libertario”, decía la consigna que acompañaba a las siguientes cifras:

Año 2003

Pobreza, 66%

Deuda, 160 % del PBI

Riesgo país, 7.722 puntos.

Año 2023

Pobreza, 45%

Deuda, 90 % del PBI

Riesgo país, 1.896 puntos.

Esta foto congelada, que como toda imagen representa una milésima parte de la película completa, que en la era analógica eran 24 fotogramas por segundo, y en la digital llega a 30 o más fotogramas por segundo, no es verdadera porque incurre en dos principales errores, lo que obviamente el sesgo informativo del sector que la viralizó no quiso o no supo advertir.

La primera falacia es que esa “foto” no corresponde a 2003 sino a 2002, más de un año antes de que asumiera Kirchner, cuando ya los números rojos eran ostensiblemente menores.

La segunda inexactitud, no menor si se quiere comparar 2003 con 2023, y por ello la importancia de ver la película completa y no un sólo un fotograma, además de mal fechado, es que los tres índices citados, pobreza, deuda y riesgo país, venían en franca caída cuando Eduardo Duhalde le entregó el poder a Kirchner, en mayo de 2003.

La pobreza ya era del 61%, cinco puntos menos, y seguía bajando; la deuda en porcentajes del Producto en 2002 era del 147%, no del 160% como consigna la placa viral, y cuando Kirchner la recibió ya estaba en 125% y con tendencia a la baja (Kirchner le entregó el gobierno a su esposa con una deuda del 62% del PBI).

En cuanto al riesgo país que alcanzó su pico en agosto de 2002, con 7.722 puntos, Kirchner lo recibió en 2003 con 1.000 puntos menos y también a la baja.

La historia mal contada

La placa que viralizó el kirchnerismo, aún con fecha inexacta y cifras infladas, sí es correcta en cuanto a que la herencia que recibió Kirchner era peor a la que encontró Milei, excepto por lo que ya mencionamos, que la economía que heredó Kirchner estaba en franca mejoría, mientras que la de Milei viene agravándose cada día, con tendencias que seguirán empeorando en los próximos meses.

Existen además otros datos muy fuertes que omite la foto K. Por un lado, la inflación, que se traduce directamente en aumento de la pobreza. Duhalde gobernó con un 40% de inflación y cuando asumió Kirchner ya estaba en el 20%. Milei llega con un 160% de inflación interanual y con serios riesgos de ingresar a una híperinflación.

Por otro lado, el récord de pobreza que produjo la crisis de 2001-2002, del 60%, contenía un alto componente de pobreza coyuntural, con base monetaria y temporaria, por eso Duhalde primero y luego Kirchner lograron reducirla bastante rápido, hasta llegar al 37% en 2007.

En cambio, el 45% de pobres y el 10% de indigentes que existen ahora en 2023, que llega al 60% en menores de edad, es 90% estructural, que es la pobreza más difícil de mermar, porque parte de un déficit no sólo de ingresos para cubrir necesidades básicas, sino también de una fuerte deficiencia en infraestructura, ítem que no se modifica con políticas monetarias, cambiarias o antiinflacionarias.

En rigor, el presidente que recibió la peor herencia de la historia fue Duhalde, no Kirchner, que recibió una economía creciendo.

Vale hacer justicia con la historia, algo bastante incómodo en los relatos políticos sesgados y distorsionados, donde cada uno muestra la foto que le conviene.

Las omisiones del kirchnerismo

Jorge Remes Lenicov asumió como ministro de Economía en enero de 2002, dos días después de que jurara Duhalde.

La situación económica heredada en ese momento estaba descontrolada, con los bancos cerrados, las cuentas bancarias en el llamado corralito, impuesto por el gobierno de Fernando De la Rúa, el default declarado oficialmente y el malestar social expresado en miles de manifestaciones populares en todo el país.

Sin posibilidad matemática de mantener la paridad cambiaria, Remes Lenicov y Duhalde derogaron la Ley de Convertibilidad y pesificaron la economía y 1 dólar pasó a valer 1,40 pesos.

Además se congelaron las tarifas de los servicios públicos privatizados y se aplicaron impuestos a las exportaciones para capturar la sobreganancia derivada de la devaluación y financiar el programa de ayuda a los desocupados.

La economía dejó de caer en marzo de 2002 y en abril comenzó a crecer, la inflación se mantuvo bajo control y no hubo ningún estallido social. Pero las diferencias con el presidente Duhalde respecto de la entrega de dólares a los ahorristas derivó en la renuncia de su ministro.

Tras la salida de Remes Lenicov asumió al frente del Ministerio de Economía Roberto Lavagna, en abril de 2002.

Durante sus años de gestión, que continuó durante los dos primeros años de Kirchner, hasta que fue desplazado en noviembre de 2005, luego de haber denunciado sobreprecios en la obra pública.

Lavagna impulsó la recuperación económica y el producto interno bruto (PBI) creció a más del 8% interanual, luego de la brusca devaluación del peso efectuada por su antecesor y en el contexto de crecimiento de precios de las commodities por la demanda china, donde se destacó en particular el valor de la soja y otros productos agropecuarios.

Fue también el artífice del levantamiento del corralito en 2002, y del comienzo del canje de la deuda argentina a principios de 2005.

A Lavagna le sucedió Felisa Miceli, que sería condenada en 2012 por los delitos de encubrimiento agravado y sustracción de documento público, luego de que se le encontrara una importante suma de dinero en 2007 en el baño de su despacho en el Palacio de Hacienda.

El peronismo acéfalo

La primera tarea descomunal que debieron enfrentar Duhalde y luego Kirchner fue la de restablecer un centro mínimo de autoridad institucional y política. Para ello, empezaron a rearmar la jefatura del peronismo, liderada por Carlos Menem durante una década y pulverizada por la crisis terminal.

La segunda, recuerda el historiador Luis Alberto Romero, era despejar las oficinas del Estado, desalojar a quienes las habían colonizado. No se trataba solamente de eliminar a algunos personajes conspicuos, sino también de destrabar las redes de relaciones e intereses que durante 20 años constituyeron los bajos fondos de la política democrática. Esto no era otra cosa que atacar todos los reductos y grupos vinculados al menemismo.

Se debían reestablecer los cuadros burocráticos y generar una base mínima de ética institucional y gestionar razonablemente bien a una sociedad que deseaba encontrar una adecuada combinación de capitalismo, democracia y bienestar.

El diagnóstico de Romero, de 2002/03, es muy similar al cuadro de crisis actual, incluso en cuanto a la acefalía en la jefatura del peronismo.

“Es claro que, en un proceso de crisis, sólo los peronistas pueden gobernar este país, no tanto por sus méritos intrínsecos como sí por su segura capacidad de bloquear la acción de cualquier otra fuerza política. La Argentina no ha conocido nada más potencialmente disolvente que un peronismo opositor”, advertía Romero.

Tras la muerte de Perón, el peronismo anduvo a los tumbos hasta que Menem logró reconstruir ese liderazgo. Lo propio hicieron Kirchner y luego Cristina. Hoy la jefatura peronista está vacante como hasta fines de los 80 y como a principios de los 2000.

Y como siempre ha ocurrido cuando el peronismo se queda sin un liderazgo indiscutible, describe el historiador que “se asemeja a la fragmentación feudal que en Europa precedió al crecimiento monárquico, donde coexisten jugadores fuertes, que controlan espacios importantes de la estructura territorial y que se han acostumbrado a la autonomía y a sus ventajas, como poder presionar y exprimir al poder central”.

Estos jugadores fuertes no son más que los caudillos provinciales y los dirigentes sindicales peronistas, de matriz destituyente, disolvente y potencialmente golpista.

La placa que viralizó el kirchnerismo con inexactitudes graves es sólo un botón en una amplia muestra de la sastrería derroquista y negacionista, que borró de la historia a Duhalde, Remes Lenicov y Lavagna, como a muchos otros actores inconvenientes para el relato kirchnerista, entre ellos el tucumano Julio Argentino Roca.

Relato sesgado, tergiversado y negacionista, como cuando durante la campaña del miedo se esgrimió la amenaza de la pérdida de derechos si el peronismo resultaba derrotado, sin dar cuenta de que muchos de esos derechos ya se perdieron o se están perdiendo, como alimentarse, vestirse, educarse y vivir dignamente, sin miedo a morir por un celular o por un par de zapatillas.

El desafío del nuevo gobierno es inmenso, pero no sólo por el desastre económico, financiero y social que dejó Alberto Fernández, sino también por un contexto de bajísima calidad institucional, un sistema republicano magullado, nichos de poder especulativos y cuasi mafiosos y un kirchnerismo en la oposición que milita a viva voz, cuanto peor, mejor.

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