"Cuando todo está perdido, ¿aparece lo mejor o lo peor del ser humano?"

Es el autor de La sociedad de la nieve, libro en el que se basó la película estrenada en cines esta semana y que estará disponible en Netflix el 4 de enero. “Los muertos no tenían quién les pusiera nombre”, responde cuando le preguntamos por qué volver a contar o a revivir la historia de los jóvenes uruguayos que se estrellaron en los Andes hace medio siglo. Aquí comparte cómo reconstruyó esos días en la montaña, la importancia de ir al lugar de los hechos, el surgimiento de subsociedades en la nieve y los aprendizajes que nos deja el relato. “Construyeron una sociedad distinta en el ambiente más inhóspito del planeta”, reflexiona.

Cuando todo está perdido, ¿aparece lo mejor o lo peor del ser humano?
17 Diciembre 2023

Hay una historia más o menos conocida por todos. Una historia que ya ha sido escrita en varias oportunidades. Una de ellas a poco de ocurrir, en 1974 por el escritor británico Piers Paul Read en un libro que se llamó Alive (¡Viven!) y que también tuvo su versión cinematográfica. Un avión turborreactor de dos motores de la Fuerza Aérea uruguaya, el Fairchild 571, que trasladaba desde Uruguay a Chile a 45 personas en su mayoría jugadores de rugby del equipo Old Christians y estudiantes del colegio Stella Maris de Montevideo, se estrella en la cordillera de Los Andes. 16 de los pasajeros mueren en el acto por el impacto. Otros lo harán, por distintas circunstancias, a lo largo de los 72 días en los que permanecieron a 4.000 metros de altura con 30 grados bajo cero, sin abrigo y sin comida, hasta finalmente conseguir regresar 16 de ellos.

La sociedad de la nieve es el título del libro escrito por el escritor uruguayo Pablo Vierci, quien fue compañero de secundaria de buena parte de los sobrevivientes y también de los muertos. Aún así, ¿por qué volver a contar la historia 50 años después? “La historia fue contada en el ‘73, inmediatamente después que ocurrió y de que regresaron. Para esa crónica, que está muy buena, Read entrevistó a los sobrevivientes y era importante que sea un libro de afuera a efectos de anular todas las mentiras que estaban siendo propaladas. Estaban saliendo un artículo detrás de otro con infundios. Entonces un libro grande aplacó todo eso y quedó como la historia oficial pero contada en el mismo momento que ocurrió”, introduce Vierci durante la charla con LA GACETA Literaria.

Además del tiempo transcurrido, el autor contaba a la hora de contar la historia (filmada por el realizador español J.A. Bayona con producción de Netflix) con el plus que le daba el haber sido “compañero de ellos del colegio, compañero de ellos del deporte, vecino de otros” y por eso contar con “memoria compartida. Yo siento que eso es una diferencia significativa, que no es ni mejor ni peor, pero no hay muchas personas que tengan esas memorias compartidas con un grupo humano que logró esto que es una especie de símbolo, un símbolo de resiliencia o de construir una sociedad distinta en el ambiente más inhóspito del planeta”.

-En el año 2002, al cumplirse 30 años del accidente publicó un largo artículo en el diario El País, titulado Nosotros, los otros, que ofrece el punto de vista de los muertos en primera persona.

-Sí, porque siempre estaba la pregunta de quién escribía del lado de los muertos. Y no lo hice para regodeo personal ni literario, era como decir ‘ustedes no lo pueden contar, les voy a dar voz a los 29 que no vinieron’. Yo era amigo de los vivos, pero también de los muertos, y me daba cuenta de que los muertos no tenían quién les pusiera nombre, porque no los conocían. Me pasó mucho en la película que cuando yo hablaba con los actores que interpretaban a los que murieron. Los conocía yo y las familias, amigos y coetáneos, pero no es tanta gente la que los conoce. Pensemos que vivieron solamente 20 años.

-A la hora de construir La sociedad de la nieve se propuso dos requisitos indispensables: contar con el aval de todos los sobrevivientes y además conocer el lugar en el que ellos habían vivido 72 días.

-La escritura es expresar emociones en palabras. Yo uso la palabra de terapia ‘experienciar’. Yo no podía contar lo de ellos sin aproximarme lo más que podía. Yo no fui sobreviviente, yo no viajé en ese avión y nunca hubiese viajado en ese avión, aunque sabía que estaba la posibilidad. Y eso me pasó de vuelta en la película. Un día, Bayona me lleva al sitio más alto de Sierra Nevada, que estaba como a 3.000 metros de altura y me pregunta: “¿no se parece al Valle de las Lágrimas?”. Y le respondí que se parece porque al oeste hay una gran pared, está el Sosneado al otro lado, pero lo que le falta es la escala. Solo si estás adentro de los Andes la escala te permite la sensación de que es imposible de recrear la sensación de estar solo en el Cosmos. Y tuve que ir en 2006 para sentir esa sensación. Esa sensación de estar solo en el Cosmos es la que te permite hacer tabla rasa con la sociedad que conocés, que es la sociedad del llano, y construir una sociedad nueva, que es la sociedad de la nieve. Construir una sociedad nueva con nuevas reglas, disruptiva, en la que podés decir soy sobreviviente, pero puedo ser combustible mañana. No creo que exista otro lugar en el mundo en el que tengas esa soledad. Ir al lugar es imprescindible para sentir la falta de aire, para sentir que no podés digerir, que todo te funciona mal, el cuerpo. Es desesperante escuchar los aludes de noche. No tiene nada que ver con lo que pasó con ellos en el ‘72 porque yo fui en la ventana en la que se puede ir normalmente que es entre febrero y en algunos días de marzo. Pero me aproximé todo lo que pude para poder plasmar palabras.

-En el libro aparece la narración de la historia, pero separando cada capítulo aparecen las voces en primera persona de cada uno de los sobrevivientes.

-Eso es lo que a mí siempre me pareció que le faltaba, que ellos contaran en primera persona. El libro original era muchísimo más largo, tenía 250 páginas de cada uno. Y ahí hice un trabajo de edición con ellos, se los mostraba para ver si era eso exactamente lo que estaban pensando y esa es la ventaja de la memoria colectiva, de moldearte juntos, que te permite pensar como ellos piensan. Cuando te moldeas con una persona hasta podés completar el pensamiento. Y en esa estructura no están al azar puestos en ese orden sino que te van llevando. Si hay un ejemplo de una carrera de postas es este episodio simbólico, porque es simbólico 45 personas caídas en la montaña y por qué a la gente le interesa. Porque es un símbolo de resiliencia, construir una sociedad cuando todo está perdido, qué sucede cuando la sucesión de penurias es infinita: ¿aparece lo mejor del ser humano o aparece lo peor?

-Giorgio Agamben, hablando del Holocausto, plantea que los únicos que vivieron la experiencia completa para testimoniarla son los muertos, los que no pueden contarla. Y en este caso se da el caso que muchos de ellos estuvieron realmente muy cerca de la muerte.

-Hay un libro que se llama El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, que crea la teoría psicoterapeuta de la logoterapia, basada en su experiencia en un campo de concentración. Y está muy bien lo que decís, la experiencia completa la tienen los muertos, eso es correcto. Pero acá hay 16 testigos más tres cartas que escribieron los que no volvieron. Son 19 testimonios: 16 vivos y tres cartas. Los muertos tienen la experiencia completa, pero para todos la muerte era inminente. Vivir 72 días con la muerte inminente siendo tan jóvenes y de manera tan injusta te da un acercamiento sobre ese tema que no tiene solución y es infinito que es la cornisa entre la vida y la muerte. 72 días entre la realidad y la irrealidad. Hay algunos chicos que respiraban mal, estuvieron apunados todo el tiempo. No es la normalidad como nosotros la conocemos, vivían en una situación de anormalidad todo el tiempo desde todo punto de vista y eso creo que arroja luz sobre los otros y a la vez es como una ventana de esperanza. La experiencia completa la tienen los muertos y ellos estuvieron en el alud en el que muchos de ellos sintieron la cercanía de la muerte y algunos inclusive se dejaron seducir por ella y después fueron rescatados. Otra cosa increíble de ellos y que es disruptiva es ese pacto de entrega mutua y que está por escrito. En una de las cartas uno de los chicos, Gustavo Nicolich, escribe “hemos resuelto usar los cuerpos de los amigos que se murieron y si llegado el caso me tocara a mí, gustoso lo haría”. O sea, es un pacto que nunca he leído en la historia de la humanidad. Hoy el concepto de vivo en otro es usual, pero en el 72 no existía. Por eso la Sociedad de la nieve, es una sociedad nueva y que te reconcilia con el ser humano. Hoy ves guerras delirantes, terrorismo sin la menor explicación y acá tenés un ejemplo de que cuando el hombre está en la peor de las situaciones imaginables y con una sucesión de penurias casi increíbles lo que surge no es la bestia humana ni la jauría ni el sálvese quien pueda sino que surge la compasión y la misericordia.

-Dentro de esa sociedad también hubo subsociedades.

-Había personalidades diferentes y la diversidad fue fundamental porque cuando uno se opacaba, se aplacaba, se deprimía, otro estaba para contenerlo y otro estaba con esperanza. Se logró un equilibrio casi insustituible. Y sí hubo dos subsociedades claras: la del fuselaje, que nunca salieron de ahí porque estaban con otra condición física, porque fumaban. Y los otros, que eran nómadas. La experiencia fue distinta. Unos la vivieron a la intemperie y ahí la muerte podía ser una grieta en la montaña, una tormenta, una ventisca. Y los del fuselaje, que también estaban a la buena de Dios, al punto que los agarra una avalancha y mata a ocho, pero tenían esa especie de guarida surrealista que era ese montón de chapas con forma de gusano. Y dentro de los del fuselaje también había subsociedades porque había algunos que se dedicaban más a la contención psicológica, otros se dedicaban a organizar la alimentación, por la distribución de cigarrillos. Se construyó una sociedad con diversos roles y esta diversidad es clave para entender el éxito, que fue relativo: 16 vivos y 29 muertos.

PERFIL

Pablo Vierci nació en Montevideo, en 1950. Es autor de las novelas Los tramoyistas, Pequeña historia de una mujer, Detrás de los árboles y 99% asesinado (Segundo Premio Nacional de Literatura de Uruguay, al igual que la anterior). Escribió guiones para documentales y largometrajes; con Matar a todos recibió el Premio al Mejor Guion del Festival de Cine de La Habana y del Festival de Cine de Lérida. Fue director y redactor de diversos diarios y revistas, director de informativos en televisión y columnista en distintos programas. En 2003 obtuvo el Citigroup Journalistic Excellence Award, en la Universidad de Columbia. Publicó la primera edición de La sociedad de la nieve en 2008. Desde la infancia está estrechamente vinculado a los protagonistas de la epopeya de los Andes: era amigo y compañero, en el colegio Stella Maris-Christian Brothers, de los pasajeros del avión que se estrelló en 1972.

© LA GACETA - Por Flavio Mogetta.

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