La tragedia volvió a extender su manto de dolor en la avenida Perón de Yerba Buena, donde falleció atropellado un médico por un automovilista que se dio a la fuga, abandonó el auto y se entregó a la Policía horas después. La investigación del triste percance ha de aclarar las circunstancias de lo ocurrido y las responsabilidades del conductor, y también debería motivar la atención de las autoridades para comprender qué está pasando en nuestra sociedad y sobre todo en Yerba Buena, que todavía no sale de la conmoción causada por otra tragedia, ocurrida el martes pasado en otra vía muy concurrida, la calle La Madrid, en su intersección con la avenida Alfredo Guzmán. Allí perdió la vida una motociclista en una colisión con una camioneta, en circunstancias que aún se están investigando.
Los problemas de la circulación vehicular y de su control y regulación no llaman demasiado la atención hasta que ocurren percances de gran impacto, como estos que nos ocupan en este momento. Entonces se analiza que hay lugares de alto riesgo y de intensa circulación, como esa esquina al sureste de Yerba Buena, que tiene escasa visibilidad, constantes incidentes entre conductores y peatones, donde desde hace tiempo se piden medidas de seguridad, como semáforos o reductores de velocidad. En el caso de la avenida Perón, la intersección con la calle Aragón -aproximadamente al 2.200- está en un sector donde los vehículos suelen levantar velocidad, pese a que el límite en la avenida es 60 km/h.
Efectivamente, mientras no hay incidentes de conmoción, las novedades que se dan a conocer son análisis como las observaciones de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) de que se han reducido un 25% la cantidad de fallecimientos en accidentes viales; pero sin que se den a conocer, excepto en contadas excepciones, estudios de lo que funciona o no en regiones, provincias o municipios. La ANSV estableció en marzo una base operativa en Monteros con el anuncio de que se controlaría la velocidad en la ruta 38 y no se volvió a saber sobre esta medida, y en cambio se supo de accidentes como el de choque de una camioneta policial y otro vehículo cerca de Lules el 7 de julio; de las tragedias en Famaillá el 21 de agosto, donde fallecieron tres personas, y de Arcadia y Alto Verde del 17 de octubre, donde perdieron la vida dos personas.
En el caso de Yerba Buena, se sabe que las autoridades han estudiado hace tiempo la circulación, sobre todo en las avenidas Perón y Aconquija, en las que han ocurrido terribles accidentes y también se sabe que han previsto medidas como la radarización –apenas si se hizo una prueba con radar móvil- y que se aumentó la cantidad de semáforos, así como se cambió el sentido de circulación de varias calles, como forma de ordenar el intenso tránsito. También se han instituido los controles periódicos de alcoholemia.
Sin embargo, dada la emergencia que han generado los trágicos percances de esta semana, cabría preguntarse si corresponde mirar los informes nacionales sobre reducción de tragedias o analizar lo que está pasando. ¿Es suficiente con el control de alcoholemia o hace falta algo más? Hay situaciones que no se han podido controlar, como la circulación de motociclistas en infracción –la altísima proporción de accidentados en el Hospital Padilla da cuenta de ello- o el fracaso para lograr que se reduzca la velocidad de circulación y se respeten los límites, sobre todo en momentos en que recae el control, como la noche. Las tragedias que enlutan a Tucumán nos interpelan. Además de la investigación de lo sucedido, estas situaciones exigen estudios y respuestas de los responsables del tránsito de municipios y provincia, que tiendan a cambiar las cosas.