Tafí Viejo: 42.000; ¿Gaza? 21.000

Tafí Viejo: 42.000; ¿Gaza? 21.000
25 Diciembre 2023

Carlos Duguech - Analista internacional

Lo de Tafí Viejo, esa ciudad de tradición ferroviaria -devenida en nostalgia ferroviaria por incomprensibles políticas oficiales de los últimos decenios- es citado para comparación de los guarismos en el título. Suele resultar necesario –lo vengo sosteniendo desde hace tiempo- emplear ciertas comparaciones (reglas mnemotécnicas) para darnos cuenta de la naturaleza de las cifras sobre cualquier cuestión. La guerra de “venganza” (Netanyahu dikit) viene generando muerte entre la población civil y pavorosa destrucción en ese singular territorio palestino cuya característica asombrosa es su densidad poblacional: 6.100 hab/km 2. Y una referencia que aflige: el 40% son niños menores de 15 años.

Los 42.000 del título son los habitantes de Tafí Viejo. Los 21.000 -equivalentes a la mitad de su población- son los muertos en Gaza por fuerzas armadas israelíes, desde la invasión de esa franja costera del Este del Mediterráneo.

La ONU y sus trabas

La organización mundial por excelencia que es Naciones Unidas suele mostrarse contradictoria a lo largo de su actuación desde hace casi ocho décadas. Su carta, suscripta por los 51 países fundadores (Argentina, entre ellos) en 1945, enuncia propósitos loables. Y sus artículos sobre funcionamiento e incumbencia de sus distintos organismos, muy precisos, pero con trabas internas repetitivas.

Se sabe: la Asamblea General (AG) con sus 193 países miembros, con un voto cada uno, sea una potencia EEUU, Rusia, China, etc. o no, funciona en un sistema democrático. Cada país, un voto, aunque sus resoluciones no son vinculantes. En el Consejo de Seguridad (CS) la democracia está ausente. Ejercen hegemonía los países vencedores en la Segunda Guerra Mundial (IIGM), que se repartieron el poder en el mundo. Controlan, desde ese lugar, todo lo referido a la “paz y seguridad” en el mundo. Una expresión que se repite muchas veces en el texto de la Carta de la ONU. Las resoluciones del CS son vinculantes pero tienen un “pero” de peso, inadmisible: si sólo uno de los cinco miembros permanentes (EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia y China) está en desacuerdo y ejerce el derecho a veto, así sea que la votación sobre un asunto haya obtenido los diez votos de los miembros no permanentes rotativos más los de cuatro miembros permanentes, es decir 14 a 1, la votación se invalida. El fantasma del veto sobrevuela sobre las más trascendentes decisiones debatidas en el CS y –finalmente- le ata las manos al órgano de la ONU que debe velar por “la paz y la seguridad” en el mundo.

Alto el fuego en Gaza

Fue a comienzos de diciembre que la Asamblea General de la ONU votó -con la convicción de los pacifistas- un “alto el fuego humanitario”. Lo hizo para permitir que la ayuda que necesitaba el pueblo gazatí llegara a tiempo y a todos. 153 países votaron a favor, 10 en contra (entre otros, EEUU e Israel) y 23 abstenciones. Entre éstas, la de Argentina. Fue el martes 13 de diciembre. Se entiende, el nuevo presidente Milei, en línea con Israel,  había asumido tres días antes.

El CS muestra una morosa actuación frente a los padecimientos de la población de Gaza por los ataques de las fuerzas armadas Israelíes en todo su territorio. Deambulan familias enteras o despedazadas, hambrientas y desesperadas. Se ven obligadas a desplazamientos sugeridos por las tropas de asalto de Israel conforme sus planes de bombardeos. La ayuda internacional tiene dificultades para llegar a tiempo, lo cual agrava aún más los padecimientos.

Hace menos de una semana el CS aprobó otra resolución. Esta vez diseña pausas y corredores humanos urgentes y que involucran a todo el territorio de Gaza “para permitir un acceso humanitario pleno, rápido, seguro y sin obstáculos”. Una enmienda de Rusia (la de Putin vomitando su fuego en Ucrania) sobre “cese inmediato de las hostilidades” fue rechazada. Claro, otra vez aquello de “Haz lo que yo digo pero…”.

Una atinada observación de un funcionario israelí: “En nuestra opinión , la resolución es innecesaria y demuestra la incapacidad de la ONU para desempeñar un papel positivo en el conflicto. Después de casi tres meses, la ONU aún no ha condenado la masacre del 7 de octubre”. Claro que la vara en la que se mide es justa. Pero que nada tiene que ver con los reiterados incumplimientos de Israel de resoluciones del Consejo de Seguridad. La 242 (1967) y 338 (1973) que obligan a Israel a retirarse de los territorios ocupados militarmente tras la “Guerra de los seis días”, nada menos.

Cuba, Venezuela y Nicaragua

La República Argentina cuenta con embajadas en 123 países. Se anunció desde la nueva administración que tres países ya no tendrán embajadas que nos representen. Así que se desmontan las de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Al parecer, por ahora. Claro que en la Asamblea General de Naciones Unidas Argentina convive, a través de sus representantes, justo a otros 192 estados. Entre ellos Cuba, Nicaragua y Venezuela. Y es probable que en algunas ocasiones nuestro país necesite el voto de los tres, entre otros, por asuntos de su interés. Malvinas, por ejemplo.

Recientemente (septiembre último) se concretó en La Habana una cumbre extraordinaria del G77+China. Integrada por 134 miembros, entre ellos países de América Latina, Asia y Medio Oriente. Se intenta asegurar y reforzar la cooperación entre sus miembros, principalmente en las áreas de tecnología, ciencia e innovación. Entre los países miembros, Cuba, Venezuela y Nicaragua.

El recurrente tema sobre la soberanía argentina en las islas Malvinas halló adecuado cobijo en la reunión ministerial concretada en el contexto de la 78 Asamblea General de la ONU en Nueva York. Los 134 países (incluidos Cuba, Nicaragua y Venezuela) que integran el G77+China reiteraron una vez más el llamado para que Argentina y el Reino Unido “reanuden las negociaciones de soberanía sobre Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes de conformidad con las resoluciones pertinentes de la Asamblea General” (de la ONU).

¿Qué explicación se les dará a estos tres países que Argentina decidió marginar de su listado donde se instalan embajadas?

Parafraseando el título de una novela de Graham Greene de 1958 (que no leí) que se convirtió en una cita obligada para definir ciertas situaciones (“Nuestro hombre en la Habana”) cabe preguntar: ¿Qué protección del Estado Argentino tendrá un ciudadano de nuestro país que trabaja en Cuba? ¿Y en Venezuela o en Nicaragua? ¿A qué consulado concurrirá un argentino necesitado de apoyo, información o protección jurídica?

A menos que las “Funciones de los Cónsules” que se explicitan pormenorizadamente en la estructura del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto formen parte del listado de leyes que el DNU presidencial sobre más de 300 leyes, nuestro país no debería levantar sus embajadas en Cuba, Nicaragua y Venezuela. En ningún país con los que no se rompieron relaciones o se resolvió o se recibió una declaración de guerra.

Ucrania, esa cenicienta

Desde la invasión guerrera de Rusia sobre territorio ucraniano era de esperar que el Consejo de Seguridad de la ONU (CS) actuara. Esa guardia permanente para hacer cumplir uno de sus objetivos, que se repite varias veces en la carta fundacional, “paz y seguridad internacional”, no puede hacer nada concreto y efectivo. Nada. ¿Por qué? Porque el país atacante e invasor, Rusia, es miembro del CS y tiene “poder de veto”. Por eso, precisamente, el CS se asemeja a una poderosa 4x4, con el motor acelerado, en punto muerto. Y con el freno de mano activado. Similar situación tuvo en marzo de 2003 con la brutal invasión guerrera a Irak de EEUU, Gran Bretaña y España, por decisión criminal de Bush (h), Blair y Aznar, sus respectivos líderes. Los dos primeros países, miembros permanentes con poder de veto en el órgano de la ONU que debe, imperativamente y conforme la Carta fundacional, actuar. De brazos cruzados. De brazos atados. ¿Y el mundo? Sigue andando…

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