Contaba la escritora Hebe Uhart que le llamaba la atención que los tucumanos utilizamos con frecuencia y de modo variado el diminutivo. “Estito”; “unito nomás”… lo que a ojos de la narradora, que en sus crónicas de viaje decía que “los tucumanos son conservadores, fiesteros y cafeteros”, era una manera afectuosa de expresión. Algo de eso se puede entender en el proyecto @casita de Tucumán (en Instagram) que invita a admirar los paisajes y la arquitectura de Tucumán, que se describe en nuestra edición de ayer, y que ofrece lo que bien podría ser el “lado B” de la observación que suele hacerse de esta provincia siempre envuelta en problemas que parecen tapar las otras cosas que nos caracterizan.
“Tucumán es muy lindo, está lleno de lugares y de gente muy linda, sólo hay que prestarle un poco más de atención”, explican los autores del proyecto, que, como se relata en la nota, hacen postales del calor, la Casa Histórica, las bellezas de Tafí del Valle, las puertas más bellas de la ciudad y los atardeceres de Yerba Buena. Miles de usuarios se han sumado. “Los tucumanos odiamos que le digan Casita de Tucumán a la Casa Histórica. Esta cuenta, que busca reconciliarnos con la tucumanidad, toma esa expresión, un poco de forma irónica y un poco también para resignificarla. Queremos que Casita de Tucumán ya no sea la forma rara en que los turistas le dicen a nuestra casa más famosa, sino que sea un espacio donde los tucumanos nos sintamos orgullosos del lugar donde vivimos”, explican.
La iniciativa bien puede ser un despertador para capturar esa actitud frente a las cosas propias que aparece en determinados momentos, ya sea cuando viajamos a otros lugares y extrañamos lo nuestro, o cuando apreciamos que en determinadas circunstancias se puede despertar el sentimiento colectivo, independientemente de los avatares políticos, sociales, económicos o ideológicos. Una estética de murales que engalanan la urbe, que se puede apreciar en la francesa ciudad de Lyon pero también en la tucumana Monteros; el cuidado de las calles y los jardines del vecindario que se suele elogiar en los barrios cerrados pero también es posible encontrarlo en aglomerados urbanos como los que están junto al parque Guillermina; o en cuadras como algunas de la calle Celedonio Gutiérrez, que utilizaron la clausurada vía del ferrocarril para diseñar jardines colectivos. O las fuerzas vivas vecinales que instan a “pintar tu aldea” pidiendo que se abandone la pátina gris oscura que el tiempo va marcando sobre los edificios de las ciudades.
La escritora Uhart decía que “es difícil tomarle el pulso a San Miguel de Tucumán: pujante pero con muchos predios inactivos… muy conservadora, pero no conserva sus edificios mejor construidos”. Sabido es que es más fácil mejorar el lugar donde uno vive si ya hay una política general que lo facilita. En ese sentido, son importantes la actitud y la estrategia de los funcionarios, pero también es importante cuando la iniciativa personal aporta al bienestar general, como sucede cuando uno levanta un papel en la calle -o evita tirarlo- sin esperar que la autoridad así lo determine. Por ello, buena es la iniciativa de este grupo. Ojalá que sea bien imitada.