La remoción de los lomos de burro

13 Febrero 2024

La Municipalidad de San Miguel de Tucumán anunció que se va a remover los lomos de burro de la Capital, los cuales dificultan el tránsito y causan daños en los vehículos. “Es un elemento agresivo que, más allá de que te hace disminuir la velocidad, te genera un golpe, te resiente el tren delantero y las cubiertas y, además de eso, algunos están puestos en lugares no adecuados”, dijo el secretario de Obras Públicas. “Si bien fueron previstos para una función, en realidad generan inconvenientes en el transporte, como es el caso de una ambulancia o de los bomberos, que necesitan agilidad en el desplazamiento”, agregó el presidente del Colegio de Ingenieros Civiles, entidad que, junto al Colegio de Arquitectos y al Consejo de Ingeniería, participa con el municipio en el diseño de estrategias para mejorar la vida urbana.

La iniciativa parece un buen comienzo para repensar los problemas en la circulación en nuestro medio. Estas construcciones, que se han extendido en las últimas cuatro décadas por toda Latinoamérica, son la punta del iceberg del fracaso de las políticas para bajar las cifras de accidentes y hacer más apacible el tránsito vehicular, contaminado con velocidad, ruidos y conflictos derivados de amontonamiento y apuro. Bocinazos y frenadas son constantes en nuestro medio, y los barrios, que tienen una presencia masiva de las familias en las veredas y las calles, se han inundado de lomos de burro de toda forma a causa de los riesgos de las altas velocidades. Hay cuadras periféricas en las que hasta hay tres lomos, y estos han sido construidos por la misma Municipalidad en algunos casos, y en otros por los vecinos, que aprovecharon la falta de respuestas de la autoridad para lograr aventar el peligro en lugares donde es fácil incrementar la velocidad y en los que no hay semáforos ni controles.

En nuestro medio estas construcciones comenzaron en los años 90 en yerba Buena, luego de una tragedia en la avenida Aconquija, y después se fueron extendiendo por todas partes. Precisamente Yerba Buena se convirtió en una muestra de la necesidad de hacer disminuir la velocidad de los vehículos y del fracaso de esta estrategia. Incluso los lomos de burro en la avenida Perón fueron generadores de accidentes.

Es decir que se trata de elementos que generan controversia: hay quienes dicen que han sido útiles para reducir los accidentes y otros que hasta los han tachado inconstitucionales y generadores de riesgos, sobre todo porque se han erigido sin ninguna estandarización.

Entonces se comprende que la iniciativa de removerlos para estudiar su necesidad en determinados lugares de la urbe y de reemplazarlos, en algunos casos, por retardadores de velocidad, responde a importantes razones. La medida, en ese sentido, pretende contribuir a cambios en la conducta en el tránsito.

Debería, además, ser acompañada de estrategias que sustituyan esa falta de obstáculos para apretar el acelerador que hace años motivaron estas construcciones. En los casos en que sean mantenidos haría falta cartelería, pintura pavimental e iluminación que adviertan de su presencia. También hacen falta estudios sobre la velocidad, planteos para bajar paulatinamente el límite en los barrios, como ya se hace en lugares como San Isidro, en Capital Federal, donde la máxima es 30 km/h, y una política más agresiva para aquietar a quienes circulan con desprecio a las normas, como es el caso de los motociclistas, frecuentes protagonistas de accidentes por doquier. Porque está claro que el origen de los lomos de burro radica en las altas velocidades y en la falta de educación vial, problemas que no se han solucionado en nuestro medio.


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