Honrando al enemigo
30 Abril 2024

César Chelala

Para LA GACETA - Desde Nueva York

En estos tiempos de tanta lucha civil; guerras internas e intolerancia racial y política, es bueno recordar un episodio que involucra a Turquía, Australia y Nueva Zelanda. Muestra el poder de las palabras para consolar en el duelo y para sobrellevar una historia dolorosa.

Por lo general, en abril, los turcos, así como las personas de Australia y de Nueva Zelanda, se reúnen en el noroeste de Turquía para rendir homenaje a sus antepasados, jóvenes y valientes soldados, que perdieron la vida en los campos de Çanakkale, en lo que se conoce como la campaña de Gallipoli durante la Primera Guerra Mundial.

La campaña de Gallipoli tuvo lugar en la península de Gallipoli en Turquía, entre abril de 1915 y enero de 1916. Se había realizado una operación conjunta británica y francesa para capturar la capital otomana de Estambul y asegurar una ruta marina a Rusia. El Cuerpo del Ejército de Australia y Nueva Zelanda o Anzac, formó la base de un cuerpo de 200.000 hombres liderado por Gran Bretaña, que ocupó Gallipoli. La operación falló, con miles de víctimas de ambos lados.

A pesar de lo penoso que fue la pérdida de la vida de jóvenes soldados, este episodio fomentó la creación de identidades nacionales y también sentó las bases que consolidaron las relaciones amistosas entre personas de Turquía, Australia y Nueva Zelanda. La batalla también fue un momento decisivo en la historia del pueblo turco, pues robusteció el espíritu que condujo a la Guerra de la Independencia turca.

El noble gesto

Fue durante esa campaña que Mustapha Kemal, quien luego sería conocido como Kemal Ataturk, respondió al heroico avance de los soldados de Anzac y alcanzó un prestigio incomparable entre sus compatriotas. Mustapha Kemal, entonces Teniente Coronel de 34 años, estaba familiarizado con la península de Gallipoli, merced a su intervención en operaciones contra Bulgaria durante la Guerra de los Balcanes.

El prestigio que este líder militar ganó durante la campaña de Gallipoli le permitió crear la República de Turquía como una nación secular con valores occidentales; revitalizándola a partir de las ruinas del Imperio Otomano. Después de la campaña de Gallipoli, demostró ser tan generoso en la paz como había sido valiente en la guerra.

El Dr. Bülent Atalay, presidente de la Sociedad Ataturk, relató cómo en 1930, 14 años después de la campaña de Gallipoli, siendo presidente de Turquía, Kemal Ataturk recibió una carta por intermedio de su auxiliar militar. En la carta, las madres de los Anzacs caídos en Gallipoli solicitaban permiso para visitar las tumbas de sus hijos.

Ataturk reflexionó sobre cómo responder. Su ayudante le dijo: “adviértales que, si alguien nos invade nuevamente, les romperemos las piernas”. Ataturk respondió: “no puedo hacer eso”. En cambio, se sentó y escribió a las madres, “Esos héroes que derramaron su sangre y perdieron la vida..., ahora yacen en el suelo de un país amigable. Por tanto, descansan en paz. No hay diferencias entre los Johnnies y los Mehmets para nosotros, donde se encuentran uno a la par del otro aquí, en este país nuestro... Ustedes, las madres que enviaron a sus hijos desde países lejanos, enjuguen sus lágrimas; vuestros hijos están ahora en nuestro seno y en paz. Después de haber perdido la vida en esta tierra, también se han convertido en nuestros hijos”.

Las palabras están ahora inscriptas en el monumento de Anzac Cove (foto), que conmemora la pérdida de miles de soldados otomanos y Anzac, quienes renunciaron a sus vidas en Gallipoli. Revelan que Kemal Ataturk no solo era un excelente político. También fue un gran estadista.

Gallipoli: ¿triunfo del Imperio Otomano o empate táctico?

El siglo XX fue pródigo en enfoques sobre lo sucedido en Gallipoli, larguísima y sangrienta batalla que no resultó determinante para el resultado de la Primera Guerra Mundial, pero que influyó -por ejemplo- en el proceso que transformó al Imperio Otomano en la Turquía moderna. La historiografía se ocupó especialmente de Gallipoli, al igual que la cultura popular (incluyendo una película de 1981 dirigida por Peter Weir, protagonizada por Mark Lee y un jovencísimo Mel Gibson).

Detrás de la estrategia desplegada por la Mancomunidad Británica y Francia -con tropas conformadas mayormente por australianos y neocelandeses- se desplegaban las ideas de Winston Churchill. Para los aliados era clave la captura de ese bastión, con miras al control de los Dardanelos, pero se toparon con una impenetrable defensa otomana. Durante meses se fueron renovando los infructuosos ataques sobre las posiciones turcas y los furiosos contraataques de los otomanos. El saldo: más de medio millón de muertos entre ambos bandos.

Hacia agosto de 1915 estaba claro que la operación en Gallipoli se había empantanado y el Alto Mando aliado no encontraba una solución. Además se abrían nuevos frentes de combate, ya que Bulgaria se sumó a la entente formada por el Imperio Austro-húngaro, el Imperio Otomano y Alemania, lo que recalentó las campañas en los Balcanes y en Grecia.

Para el 8 de enero de 1916 ya no quedaban fuerzas aliadas en la zona. La evacuación permitió salvar la vida de más de 35.000 soldados, aunque las pérdidas de material, sobre todo de cañones y de toda clase de vehículos, resultaron significativas. El debate entre los historiadores no se ha saldado; hay quienes consideran que el de Gallipoli fue un triunfo incuestionable de los otomanos, otros lo resumen como un empate, teniendo en cuenta que -a grandes rasgos- las cosas quedaron en esa zona de la guerra tal como estaban antes de la invasión aliada.

Lo cierto es que el Imperio Otomano intentó aprovechar la iniciativa y avanzó hacia el Canal de Suez, con el objetivo de penetrar en Egipto, pero la derrota en la batalla de Romani frenó ese impulso. En cambio, la alianza anglofrancesa conservó sus posiciones en Medio Oriente y así llegó al final de la contienda. El baño de sangre de Gallipoli había quedado definitivamente atrás.

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