La visión de Lauro Mercado sobre el básquet tucumano: "Cada dirigente tiene su librito y así venimos fracasando"

El ex base habló sobre diversos temas; recordó su pasado como jugador y analizó por qué el básquet tucumano no logra dar el salto de calidad.

Lauro Mercado fue uno de los grandes representantes tucumanos en el básquet nacional. A lo largo de su carrera, el escolta logró cuatro ascensos con diferentes clubes: Caja Popular en 1985, Olímpico de La Banda en 1988, Luz y Fuerza de Misiones en 1995 y Belgrano en 2001. Sí; cuatro hechos que marcaron a fondo la carrera del potente tirador. Sin embargo, el momento más importante de su carrera fue otro: el campeonato Argentino de 1993 que ganó con el seleccionado tucumano. ¿Por qué? Sintió el cariño de su gente y tuvo el privilegio de portar la cinta de capitán.

La trayectoria de Mercado no acaba allí. También fue dirigido por grandes entrenadores como Guillermo Vecchio y Rubén Magnano, quienes dejaron su huella en la selección argentina. Hoy, a la distancia, el ex escolta recuerda con cariño aquellas épocas, aunque mantiene el deseo de que el básquet tucumano vuelva a los primeros planos.

- ¿Cómo fueron tus inicios? ¿Hacías otros deportes?

- Todo comenzó de manera muy especial. A mí me gustaba el fútbol; era arquero y jugaba contra chicos mucho más grandes. Pero un día mi mamá me dijo que no le gustaba que jugara porque muchas veces volvía golpeado. Para ese entonces recién empezaban a formarse las inferiores de Barrio Jardín, que me quedaba a cuatro cuadras de mi casa. Entonces así comenzó mi relación con el básquet. Siempre le digo que ella me frustró el sueño, porque podría haber sido Chilavert, jaja.

- ¿Soñabas con ser profesional?

- Nunca planeé dedicarme al básquet, se fue dando solo. Después de mis primeros años en Barrio, me fui a Caja en 1984 que fue cuando empezaban a organizarse las categorías nacionales. Así jugué la Liga B que ganamos y ascendimos a la A. Eso fue fundamental para que me convenciera de que se podía vivir del básquet, aunque tenía muchísima incertidumbre porque en esos tiempos recién se estaba formando todo. Era tirarse a la pileta…

- ¿Cómo eran los clubes de básquet en aquella época? ¿Muy diferente a la actualidad?

- Es cierto que en aquellos años se llenaba la cancha y muchos consideraban que era el segundo deporte más practicado de la provincia. Todos los clubes tenían su barriada y se seguía mucho a los equipos, pero no había la infraestructura que hay hoy. También nosotros pasábamos el día completo en el club. Hoy los chicos sólo van una hora y media por la práctica y no se quedan. No viven el día a día. Por suerte a mí me pasó de estar mañanas enteras tirando al aro. Eso es fundamental para mejorar un montón de habilidades.

 

- ¿Por qué te fuiste a Caja?

- Mi tío ‘Caticho’ jugaba en la Primera y trabajaba en la Caja Popular. Por aquellos años, los clubes te ofrecían la posibilidad de jugar y te conseguían un trabajo. Era un  semi profesionalismo porque no se pagaba con un sueldo. Entonces él influyó para que me sumara a ese proyecto porque sentía que en Barrio tenía un techo. El cambio fue tremendo porque había que entrenarse doble turno y dedicarse casi full time. Eso me complicó con mis estudios porque no podía coordinar con la facultad. Me acuerdo que estudiaba Ciencias Económicas y tenía a Horacio Muratore como profesor que me pasaba los exámenes. Después apareció la posibilidad de ir a Olímpico de La Banda y cambió todo porque ahí comencé mi carrera.

- ¿Cómo hizo Caja Popular para lograr el ascenso a Liga Nacional?

- Teníamos un equipo muy poderoso. Nosotros tuvimos casi treinta y tres partidos sin derrotas. Teníamos a Joel Thompson que fue uno de los mejores americanos que jugó en Argentina. Era bastante indisciplinado, pero un fenómeno que por talento podría haber llegado a la NBA. El problema es que le gustaba salir, pero así le alcanzaba y le sobraba. Hacía mucho la diferencia. También estaban el “Checha” Figueroa, “Caticho”, Marcelo Vildoza y muchos más que eran referentes en la provincia.

- ¿Tuviste dudas antes de irte a Santiago del Estero?

- Mi viejo entendió todo a la perfección. Me dijo: ‘Mirá, lo que vos decidas va a estar bien’. El tema fue con mi mamá que no quería que me fuera, quería que priorizara mi carrera universitaria. Pero yo quería probarme en el básquet y decidí intentarlo. Por suerte salió bien. Tampoco existía demasiada comunicación. No era como ahora que tenés un celular a mano; para hablar tenías que ir a una cabina en la que rogabas que tuviera tono. A todo eso se sumaba que, si bien Santiago es cerca, no podía venirme a visitarlos porque los partidos eran muy seguidos.

 

- Te entrenaron grandes DT como Guillermo Vecchio y Rubén Magnano. ¿Quién te marcó más?

- Esos eran los entrenadores top del momento. Con Vecchio soy muy amigo y sigo en contacto hasta el día de hoy. Creo que había mucha afinidad más allá de lo que me marcó como técnico, pero era muy distinto a Magnano. Él era un gran motivador que te salía a buscar todo en el campo de juego. Te podía hacer sentir que eras Jordan, tenía esa facilidad con las palabras. Magnano, en cambio, era un estudioso del deporte; un profesional que no dejaba nada librado al azar. Él vivía para el básquet y creo que los resultados están a la vista porque es campeón olímpico.

Un día con Magnano me enojé porque siempre me gritaba en los entrenamientos. ‘Lauro, Lauro’, escuchaba todo el tiempo. Entonces le pregunté que cuando iba a dejar de hacer eso. ‘¿Sabes cuándo te tenés que afligir? Cuando deje de gritarte, porque ya esta'. Claro eso significaba que ya no te tenía en cuenta.

- ¿Cómo se vivía el básquet en Corrientes? ¿Era muy diferente a Santiago del Estero?

- En Olímpico era una locura tremenda. Me acuerdo que llegué por la dirigencia y lo primero que me dijo el entrenador era que no me quería. Pero me quedé a remarla. Más allá de eso era increíble porque en Santiago se respira básquet. Hoy lo demuestra Quimsa, pero en ese momento era Olímpico. Tenía la cancha explotada todos los partidos. Pero tenías que vivir con dos facetas: si ganabas eras Maradona; en caso de no ser así, te decían que tenías que volver a Tucumán. En cambio, en Misiones todo fue bastante tranquilo hasta que llegamos a las instancias finales.

- ¿Qué significó ganar el campeonato Argentino con el seleccionado tucumano en 1993?

- Fue súper importante y especial porque era acá y estaba como capitán. Siempre supe que por mis características físicas no iba a llegar a jugar internacionalmente; era bajo para mi posición. Lo más lejos que podía llegar en Argentina era en este tipo de torneos. También fue sacarme una espina porque siempre estábamos a un pasito de lograrlo. Es más, perdimos dos finales antes. Además teníamos como DT a Soares Sharp, un técnico brasileño.

- ¿Se aprovechó ese logro para potenciar el básquet tucumano?

- La idiosincrasia del básquet de la provincia es muy particular, perdimos muchísimas oportunidades. No estuve en el lugar en el que se cocinaban las decisiones, pero siempre se le dio más importancia al torneo local que a la Liga Nacional. Eso hizo que nos atrasemos con respecto a las demás provincias. Había mucho recelo con los clubes que jugaban Liga. Es más, valía más ganarle a Central Córdoba, que a Atenas por Liga Nacional. Todo eso condiciona el desarrollo. Además, siento que no se escuchan a aquellas voces que pueden darle el salto de calidad. Cada dirigente tiene un librito y de ese modo venimos fracasando. Yo creo que Belgrano fue la mejor oportunidad que teníamos porque convocó a todo el básquet de la provincia. Belgrano debería haber sido Tucumán, pero se dejó pasar.

- ¿Por qué decidís volver a Tucumán para jugar en Belgrano?

- Mi llegada se da por cuestiones personales. Estaba separado de mi primera esposa y mis hijas me reclamaban presencia. Entonces decidí rescindir mi contrato con Asociación Cultural de Charata y venirme porque eran chiquitas. Lo primero a lo que me dediqué fue a mantener un drugstore que me había ofrecido Rubén Urueña.

- ¿Cuál fue el ascenso que más festejaste?

Creo que el más especial fue con Belgrano porque fue en el final de mi carrera. También mucha gente me ve en la calle y recuerda ese partido porque fue en Tucumán. Todo eso hizo que sea increíble.

- ¿Te quedó alguna deuda pendiente?

Creo que no. No era un soñador que se ilusionaba con jugar en Europa o en la NBA porque sabía que eso no iba a acceder. Lo máximo en ese momento era la Selección, pero por una cuestión de tamaño no iba a llegar. Creo que hice una gran carrera.

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