
Las cárceles de El Salvador, con sus imágenes impactantes de presos hacinados y sometidos a un régimen de "mano dura", generan temor y preguntas inquietantes. ¿Qué harías si un hijo tuyo cayera preso en una de esas celdas? ¿Cómo soportarías la angustia y el desconsuelo, especialmente si creyeras en su inocencia?
Mauricio Arias, un hombre de 48 años de Rivadavia, Mendoza, conoce esa angustia de primera mano. Su hijo Alejo, de 26 años, está detenido en una cárcel salvadoreña desde hace casi dos años. "El 14 de julio cumple dos años detenido. No hay un día que no se nos caiga una lágrima por nuestro hijo", cuenta Mauricio, con la voz cargada de emoción.
La historia de Alejo es la de un joven aplicado que estudiaba Radiología y trabajaba en una pinturería en Mendoza. Con la ilusión de ahorrar dinero para sus estudios, decidió probar suerte en El Salvador, donde consiguió un trabajo como cobrador para una empresa de microfinancieras, señala un informe publicado en Clarín.
Sin embargo, lo que parecía una oportunidad se convirtió en una pesadilla. El 14 de julio de 2023, Alejo fue detenido junto con otros 45 colombianos y tres salvadoreños, acusado de asociación ilícita, lavado de dinero y disturbios públicos. La familia asegura que Alejo no sabía que la empresa para la que trabajaba estaba involucrada en actividades ilegales.
"Flaquito, deprimido"
Desde entonces, Alejo ha pasado por diferentes centros de detención en El Salvador. Primero estuvo incomunicado en "El Penalito", un galpón donde los reos esperan ser trasladados. Luego, fue llevado al Centro Penal de Jucuapa, una prisión de mediana seguridad con problemas de hacinamiento.
"Vimos su cara en un video, lo llevaban con la cabeza baja, flaquito, deprimido", recuerda Mauricio. Las imágenes de Alejo, vestido con el uniforme blanco de los presos salvadoreños, impactaron profundamente a su familia.
El caso de Alejo llegó incluso a ser mencionado por el presidente Nayib Bukele en su cuenta de X, donde afirmó que algunos colombianos habían ido a El Salvador a delinquir y que debían enfrentar la justicia salvadoreña.
La familia de Alejo, desesperada por su situación, contrató al abogado Miguel Ángel Pierri, quien tomó el caso "ad honorem". Con el apoyo de Walter Mata en El Salvador, Pierri solicitó la intervención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y logró que la cancillería argentina comenzara a monitorear la condición humanitaria de Alejo.
En abril de 2024, hubo un pequeño rayo de esperanza: Alejo fue trasladado al Penal Occidental de Santa Ana, un centro de detención más abierto donde los presos cultivan sus propios alimentos y tienen diferentes oficios.

En este nuevo contexto, Alejo ha encontrado una forma de mantenerse activo y despejar la cabeza: entrena a un grupo de unos 20 presos. "Le hace bien, lo mantiene activo y le despeja la cabeza", cuenta Mauricio.
Además, cada 45 días, un enviado del consulado argentino visita a Alejo y le lleva un kit con alimentos, artículos de aseo y cartas de su familia. A través de estos intercambios epistolares, Alejo, el único argentino preso en El Salvador, comparte sus experiencias y sentimientos.
Alejo cuenta que está entregado a Dios, que extraña los asados de su papá, que estudia inglés y que mantiene una relación cordial con el personal de seguridad y el resto de los detenidos. También, dice que no ve la hora de reencontrarse con su perro Moro, un pitbull muy cariñoso.
El caso de Alejo se enmarca en el contexto del régimen de excepción decretado por Bukele en El Salvador en marzo de 2022, tras una jornada con más de 60 homicidios. Bajo este régimen, se han encarcelado a más de 84.000 personas, supuestos pandilleros que, en su mayoría, no tienen sentencia judicial en su contra.
Si bien el gobierno de Bukele argumenta que estas medidas han logrado reducir la violencia y convertir a El Salvador en uno de los países más seguros del mundo, organizaciones de derechos humanos han denunciado graves violaciones a los derechos humanos en el marco del régimen de excepción, incluyendo detenciones arbitrarias, torturas y muertes en prisión.
El reencuentro
En septiembre de 2024, gracias a una colecta en Mendoza y al apoyo de autoridades locales y nacionales, Mauricio Arias pudo viajar a El Salvador y reencontrarse con su hijo Alejo.
"No parábamos de llorar", recuerda Mauricio en diálogo con Clarín. "Alejo me decía: 'Perdón, pa, por lo que te estoy haciendo pasar'. Y yo le respondía: 'No tenés que pedirme perdón porque vos no sabías que te había contratado una organización ilegal'”.
A pesar de la emoción del reencuentro, Mauricio sabe que la lucha por la libertad de su hijo aún no ha terminado. A fines de marzo, Alejo volverá a declarar ante la Justicia salvadoreña, y se espera que después de esa audiencia se dicte una sentencia.
La estrategia de la defensa es pautar con la fiscalía un juicio abreviado por una pena menor de las que se le imputan, excarcelable, que permita que Arias pueda volver a Argentina.
"No hay dudas de que Alejo es inocente", asegura Mauricio. "Si lo condenan, que sea con la pena más baja posible. Si le dan dos años de prisión, por ejemplo, Alejo podría ser extraditado y quedaría libre porque le computarían el tiempo que ya lleva detenido".
Mientras tanto, la familia de Alejo continúa rezando y esperando el milagro de su regreso.