Atrapados en medio de la guerra comercial de Trump

Agricultores estadounidenses, que ya sufrían por la caída de los precios y que votaron masivamente por el republicano, ahora temen que los nuevos impuestos afecten sus exportaciones.

“MANOS FUERA”. La convocatoria “Hands Off!” llamaba a que la dupla Trump-Musk saque las manos de los derechos sociales y la democracia. “MANOS FUERA”. La convocatoria “Hands Off!” llamaba a que la dupla Trump-Musk saque las manos de los derechos sociales y la democracia.
07 Abril 2025

WASHINGTON, Estados Unidos.- Ya afectados por precios deprimidos, los agricultores estadounidenses temen que sus exportaciones caigan tras la imposición de nuevos aranceles por parte del presidente Donald Trump, por quien votaron masivamente el año pasado. “Sabíamos que esto llegaría”, explica Jim Martin, quien cultiva soja y maíz en Illinois, al norte del país. “Nos preocupa cómo se va a resolver”.

Estados Unidos instauró el sábado un impuesto universal de 10% sobre sus importaciones, que se suma a los derechos aduaneros ya vigentes. A partir del miércoles, el gobierno de Trump aumentará nuevamente estos aranceles a varias decenas de países, incluido China, que recibirá un 34% adicional.

China respondió imponiendo los mismos aranceles a productos estadounidenses, medida que entrará en vigor el jueves.

El año pasado, los agricultores estadounidenses exportaron a China por 24.600 millones de dólares, lo que convierte al país en su tercer mayor socio comercial detrás de México y Canadá. La soja representa por sí sola más de la mitad del total (52%), muy por delante de la carne vacuna (6%) y del algodón (también 6%).

Los agricultores aún recuerdan el primer mandato de Trump y los aranceles del 25% impuestos por China en 2018 a la soja estadounidense como respuesta a una primera ola proteccionista de Estados Unidos.

Las exportaciones de granos de la oleaginosa a China se desplomaron 75% ese año. Para compensar una parte de los 27.000 millones de dólares perdidos en exportaciones, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) inyectó 23.000 millones de dólares en ayudas en 2018 y 2019.

Esta situación no impidió que los votantes de los 444 condados estadounidenses considerados dependientes de la agricultura votaran en un 78% por Trump en las presidenciales de noviembre pasado, incluso más que en 2016 (73%). “El presidente dijo que a largo plazo mejoraría”, afirma Martin. “Así que tenemos que decidir hasta qué punto estamos dispuestos a esperar”.

Doble golpe

El endurecimiento de los aranceles aduaneros ocurre en un momento en que los precios de la soja ya están cerca de sus niveles más bajos desde 2020, lastrados por una producción y existencias abundantes.

Incluso antes del inicio de esta guerra comercial, la soja estadounidense ya estaba en una posición desfavorable frente a su competidora brasileña, favorecida por la depreciación del real.

Este año, Brasil debería exportar un volumen de más del doble que su rival (105 millones de toneladas frente a 50), que lleva estancado 10 años.

La posición de Brasil se vio aún más fortalecida por la apertura en noviembre del gigantesco terminal portuario de Chancay, en Perú, financiado por un operador chino y que facilitará la exportación de alimentos hacia China. “Habrá aún menos razones para comprar soja estadounidense”, anticipa Michael Slattery, que cultiva maíz, soja y trigo en Wisconsin. “Es mucho más barato comprarla en Brasil”. “Perder ese mercado (China) es un golpe muy duro, porque resulta muy costoso encontrar otros compradores”, advierte Christopher Barrett, profesor de la Universidad de Cornell.

En 2018, Trump se había enfrentado únicamente a China. Esta vez, aumentó los aranceles para todos sus socios comerciales, lo que podría llevar a otros países a responder, destaca el académico.

Para los exportadores, la disputa entre Estados Unidos y China es una doble penalización. Sus ventas corren el riesgo de verse afectadas, mientras que “los aranceles aumentarán el costo de sus suministros”, desde maquinaria hasta fertilizantes, subraya la federación agrícola estadounidense (AFBF).

Es “una alteración importante del orden internacional”, describe Michael Slattery. “Intenté vender toda la soja y maíz que pude”, afirma, “antes de que Trump anunciara cuánto iba a imponer de aranceles”.

El gobierno de Trump, en tanto, considera un éxito esta manera de negociación y ayer difundió que decenas de países países han pedido abrir conversaciones para eliminar o reducir los aranceles impuestos por Washington, lo que, añadió, puede tardar meses en dar frutos.

“Más de 50 países se han puesto en contacto con el gobierno para reducir los aranceles y poner fin a la manipulación de sus divisas”, declaró a la NBC el secretario del Tesoro, Scott Bessent.

“Vamos a ver si lo que tienen que proponer es creíble”, matizó el secretario, “porque después de 20, 30, 40 o 50 años de mal comportamiento, no se puede empezar de cero”.

China respondió de inmediato a los impuestos a sus productos con medidas similares contra Estados Unidos. En cambio, los líderes europeos intensificaron sus contactos durante el fin de semana antes de la reunión de ministros de Comercio de la Unión Europea para acordar la respuesta del bloque.

“El mundo como lo conocíamos ha desaparecido”, predijo el primer ministro británico, Keir Starmer. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tiene previsto reunirse hoy con Trump para tratar, entre otros asuntos, el nuevo impuesto aduanero del 17% que Estados Unidos planea imponer a su gran aliado Israel.

Pero el secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, advirtió ayer que los nuevos aranceles que entran en vigor el miércoles no estarán sujetos a negociaciones.

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